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Abel Rodríguez Secretario de Educación

Cualificación y compromiso docente

Octubre 14, 2010
Para la secretaría de Educación, el maestro es el sujeto que tiene sobre sus hombros la responsabilidad principal de convertir en realidad todas las políticas y acciones que tenemos definidas para lograr la calidad de la educación.
 
Palabra Maestra: ¿Quién es el maestro para la secretaría de Educación?
 
Abel Rodríguez: Esa definición está supeditada a las prioridades de una política educativa concreta. En Bogotá, donde hemos asumido como gran desafío la calidad de la educación, el maestro cobra una dimensión importante. En mi opinión no es posible el mejoramiento de la calidad de la educación sin contar con el maestro; el sistema puede ofrecer soportes que ayudan mucho, por ejemplo, infraestructura, pero definitivamente quien trabaja con los estudiantes es él. Obvio, si está en un colegio muy bien dotado, en un medio adecuado, seguramente tiene ventajas, pero ello no significa que su papel no sea importante; ahora, si trabaja en una zona donde hay mucha adversidad, el maestro se convierte en pieza clave de la calidad. Diría entonces que hoy para la secretaría de Educación, el maestro es el sujeto que tiene sobre sus hombros la responsabilidad principal de convertir en realidad todas las políticas y acciones que tenemos definidas para lograr la calidad de la educación.
 
 
P. M. Es fuerte decir que la calidad de la educación está en los hombros de los maestros.
 
A. R. Sí, pero si no creemos en los maestros, si no confiamos en ellos no creo que sean posibles todos los sueños en materia educativa. Hemos avanzado mucho en el campo tecnológico para acceder al conocimiento, pero para la inmensa mayoría de la población los maestros siguen siendo fuente principal de acceso al conocimiento. Ellos se apoyan en estos logros tecnológicos, pero sobre todo en los sectores sociales pobres a la gente de los colegios públicos nunca se les ha pasado por la cabeza que sin maestros sus hijos puedan ser educados.
 
 
P. M. ¿Cuáles serían las condiciones requeridas para contar con maestros que aporten a la calidad de la educación?
 
A. R.Formación profesional y compromiso. Esto último porque también puede ocurrir que haya un maestro muy bien formado pero que no asume un compromiso ni pedagógico, ni social con los estudiantes.
 
 
P. M. ¿Qué ha hecho la Secretaría en consecuencia con eso?
 
A. R.En la administración anterior hicimos un gran esfuerzo por apoyar a los maestros en su formación. Además de los tradicionales cursos para el ascenso en el escalafón, introdujimos políticas completamente nuevas. Primero, nos ideamos la cátedra de pedagogía “Bogotá una gran escuela”; a través de ella los maestros podían dialogar, conversar, intercambiar con teóricos, investigadores importantes de la pedagogía y de la educación del mundo entero. Trajimos gente de Italia, de Francia, de España, de Brasil, de Estados Unidos, de México, de Argentina que vino a hablar con los maestros sobre la posibilidad de aprovechar la ciudad como un espacio de aprendizaje para los chicos. Pero estas personas no solo vinieron a dictar una conferencia; los pusimos a recorrer los colegios y las calles, a escuchar a los maestros, a conversar con ellos y terminar los encuentros con un taller donde se buscaba la construcción conjunta de conocimientos. De aquí de Colombia también tuvimos gente muy importante, cada mes hacíamos conferencias los sábados de seis a nueve de la noche en un salón con 1.200 personas presentes y en gran medida esas conferencias las transmitimos en directo por el canal de televisión local.
 
En segundo lugar comenzamos a apoyar a los maestros para que hicieran formación de posgrado. En Bogotá la inmensa mayoría de sus maestros son profesionales, entonces aquí la necesidad es darles la oportunidad de una formación más avanzada.
 
 
P. M. Aparte de Bogotá una Gran Escuela y lo del apoyo a maestros en su formación en el posgrado ¿qué otra cosa hace la Secretaría por la calidad educativa?
 
A. R. Introdujimos otra política que para mí puede ser lo más revolucionario. Creemos que al maestro hay que darle efectivamente la oportunidad de una formación diversa, que supone no solamente aspectos académicos sino culturales. Me explico, cuando hicimos el primer Plan Decenal se planteó que una de las estrategias era ampliar el horizonte cultural de los niños porque en general aquellos del sector público provienen de espacios culturales bastante precarios. En la Secretaría creemos que el horizonte cultural de los maestros –académico en el mejor sentido de la palabra– también debe ampliarse y el Estado debe apoyarlo, no solo porque no existe una oferta para ellos de otros estamentos, sino entre otras razones, porque el ingreso del maestro es muy bajo como para asumir en su totalidad las ofertas culturales existentes en el mercado.
 
Otra experiencia que tuvimos y vamos a ver si la seguimos aplicando, fue aquella impulsada por Francisco Cajiao, que se llamó Maestros que Aprenden de Maestros. Se comenzó a buscar los buenos maestros y ellos eran lo que dictaban las charlas, algo parecido a lo que hace el Premio Compartir al Maestro con sus encuentros.
 
 
P. M. Y para lograr mayor compromiso ¿qué ha hecho la Secretaría?
 
A. R. Con todo lo anterior nos ganamos el compromiso de los maestros. Los maestros no son difíciles de ganar, es relativamente fácil dándoles oportunidades que tal vez no se les habían dado nunca, de suyo lo reconocen y muy bien. Ahora, ganarlos digo yo en el mejor sentido de la palabra, pues implica otra serie de factores y de condiciones que también hay que trabajar.
 
 
P. M. ¿Se refiere a estímulos de otro orden?
 
A. R. Sí, y a los salarios de los maestros. Yo diría que el problema número uno de los maestros en Colombia es la formación que sigue siendo muy deficiente, la que imparten nuestras universidades, y el número dos son los salarios. Eso ha llevado a que para los maestros sea lo mismo ser bueno o ser malo y eso es muy grave. Hay que hacer una gran revolución en la formación de los maestros y al mismo tiempo hay que inventarse una fórmula para mejorar los salarios.
 
 
P. M. Usted fue gestor del Movimiento Pedagógico ¿qué semillas ve hoy de lo que fue y cómo sería hoy un movimiento de pedagogía nacional?
 
A. R.El Movimiento Pedagógico trajo para la educación y para los maestros mismos varias cosas supremamente interesantes y positivas. La primera fue el reconocimiento del docente como un sujeto de saber, es decir, un profesional que como todos los demás profesionales tiene, en primer lugar, una disciplina que orienta su trabajo, que es la pedagogía, y segundo que puede trabajar sobre ese saber, lo puede enriquecer, puede desarrollarlo, puede producir conocimiento a propósito de él. El estatuto intelectual del maestro ganó mucho, y eso fue más importante que el Estatuto Docente porque este fundamentalmente tuvo un efecto salarial, digamos laboral, sobre los maestros. El que trae el efecto profesional, intelectual, académico es el Movimiento Pedagógico.
 
Lo otro es que el maestro llegó a comprender que podía ser sujeto de política educativa, y entonces realmente los maestros comenzaron a meterse y a discutir las políticas del Ministerio; en ese tiempo el magisterio no discutía las políticas, enfrentaba al Gobierno y punto, sobre todo por condiciones laborales, era muy duro peleando pero hacía toda la tareíta que el ministerio de Educación le mandaba; no cuestionaba.
 
 
P.M. ¿En su opinión eso se ha mantenido?
 
A. R.Los maestros hablan de los estándares y fíjese que a veces no tienen una idea muy clara de qué es lo que pasa con eso; no tienen claridad sobre cuáles son los principios pedagógicos o elementos que se esconden detrás de un decreto, ahí es donde tiene que avanzar el magisterio, que el maestro sea una persona capaz de controvertir, de mirar, debatir, discutir los temas de la educación y específicamente de su trabajo. El Movimiento Pedagógico tuvo un elemento que lo hizo posible: fue un encuentro entre los maestros rasos y la intelectualidad pedagógica del país. Ese encuentro fue feliz, pero hubo un momento en que el sindicato creyó que a los intelectuales había que sacarlos, porque los intelectuales son intelectuales, su pensamiento es otra cosa…
 
 
P. M. ¿Se podría hoy mover algo? ¿Hacia dónde? ¿Qué podría convocar a los maestros para que pensaran más la pedagogía y fueran más gestores de pedagogía?
 
A. R.Los maestros están trabajando mucho en pequeños grupos y diferentes formas de encuentro, pero hay mucha dispersión, no hay algo que los aglutine. Una de mis obsesiones es que haya un instituto de pedagogía en el país. El maestro se desarraiga rápidamente de la institución que lo formó, no tiene puntos de referencia después de que egresa. Los otros profesionales tienen muchos referentes: las asociaciones científicas, los eventos, los congresos, las revistas. Las universidades debieran tener una vida académica y cultural muy dinámica con sus egresados, con sus maestros. Las normales, las secretarías de Educación debieran crearles sitios a los maestros donde pudieran ir, algo así como la Casa del Maestro que hizo Antioquia. Yo he querido hacer algo similar en Bogotá, crear escenarios donde los maestros puedan ir después de sus jornadas de trabajo o los sábados a encontrarse con otros. Esa es una de las deudas que tengo con los maestros de Bogotá.
 
 
P. M. ¿Y las redes de maestros qué papel desempeñan?
 
A. R.Ahí nuestra experiencia no ha sido muy satisfactoria. La Secretaría no tiene capacidad de atender la construcción de estas redes, así que se la confiamos a las universidades y se ha presentado un problema: la universidad tiende a involucrar a los maestros en los asuntos que son su preocupación, pero no a involucrarse en los problemas de los maestros, en las dificultades de la escuela, en el aprendizaje, en la enseñanza, etc. Sin proponérselo o sin quererlo quienes promueven la red los ponen a discutir lo que les interesa a ellos, que no necesariamente es lo mismo que le interesa a los docentes. De pronto se lograrían mejores resultados si se impulsaran más las redes en el colegio, que los maestros se dieran la oportunidad de encontrarse allí mismo, o en una localidad, que haya una vecindad, eso les permite poner más a flor de piel los problemas que tiene cada uno en su trabajo. Creo que así el encuentro puede ser más rentable.
 
 
P. M. ¿Acaso ese no ha sido el espíritu de las redes, que se encuentren maestros que tienen algo afín?
 
A. R. Quizás la excesiva espontaneidad de las redes puede ser otro de los factores determinantes de su fragilidad, aparte de la incidencia que tienen en ellas los intereses de quienes las impulsan. Cómo combinar ambos asuntos es bastante complicado. Las sociedades científicas, digamos las clásicas, reúnen profesionales que se reconocen entre sí como productores de un saber científico, como al maestro no se le reconoce ese estatuto, a nadie se le ha ocurrido crear una sociedad pedagógica para producir conocimiento.
 
 
P. M. ¿Qué tendrían que tener los escenarios de formación de los maestros entre sí para que sean realmente potentes?
 
A. R. Dar respuesta a esa pregunta no es fácil. Hay unas experiencias más exitosas que otras. En general la característica de esas asociaciones es que son muy pequeñas, y la realidad es que hay que hacerlas muy pequeñas para que la participación sea más real, pero toda organización pequeña termina volviéndose un gueto, entonces se pierde vitalidad.
 
Por otra parte, habría que buscar que los encuentros sean dinámicos, que no que se queden en un solo nivel porque eso no funciona, el problema de la enseñanza es que un maestro juicioso tiene la esperanza y la expectativa de aprender algo nuevo, o de reunirse con alguien que le diga cómo resolvió algún problema. El encuentro entre los vecinos o en este caso los de la ciudad de Bogotá puede ser la base, pero hay que lograr que los encuentros sean dinámicos, que no se queden en un solo nivel porque eso no funciona. Qué bueno que a una red de profesores de sociales de Bogotá llegue una red de profesores de sociales de Francia o de Alemania a conversar con ellos. Cuando hemos tenido la oportunidad de producir esos intercambios, el éxito es total pues le resulta al maestro más interesante y retador.
 
*Imagen de Abel Rodríguez tomada de: www.periodismosinfronteras.org
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