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Urbanidad y paz

Hay que conocer y aplicar las normas de cortesía y buenos modales si queremos una Colombia en paz.

Febrero 26, 2016

Cuando estamos acercándonos a la fecha de la firma del acuerdo de paz en Colombia, se dice que existen dos tipos: una primera, que llaman grande, la cual consiste en un cambio de la cultura e idiosincracia del colombiano; es decir, una país en el cual convivamos sin matarnos unos a otros y donde cada uno de los ciudadanos pueda desarrollarse como persona de acuerdo a su vocación, elemento, gustos e interés, siempre y cuando no afecte a los demás.

Esta paz grande implica cerrar las brechas de la inequidad en que se encuentra la sociedad colombiana, donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco; generar empleo para la población activa, en especial para los jóvenes, cuyas tasas de desempleo son las más altas a nivel nacional; mejorar la calidad de la educación; volver productivo el campo; controlar la inflación y mejorar el producto interno bruto.

“La paz grande implica cerrar las brechas de la inequidad en que se encuentra la sociedad colombiana, donde unos pocos tienen mucho y muchos tienen poco”.

La segunda, es una paz pequeña que consiste en darle oportunidades de reincersión social a los alzados en armas que se acojan a la misma. Esta resulta más sencilla que la primera.

Sin embargo, sea cual fuere la que se diera – si se dan las dos mucho mejor –, estoy convencido que es necesario empezar el camino hacía la paz desde cada uno de nosotros. ¿La manera de hacerlo? Conociendo y aplicando las normas de cortesía y buenos modales que, según veo, se olvidaron en todos los estratos sociales del país.

A diario vemos situaciones de conflicto en las relaciones laborales, de pareja, en la calle, etcétera, que se podrían evitar si se aplicaran dichas normas. Me referire a algunos ejemplos que he vivido u observado para ilustrar al lector.

En las empresas, por ejemplo, vemos cómo los gerentes de las mismas, cuando entran a una reunión, saludan a algunos de los presentres y a otros no; en las parejas vemos cómo uno de los miembros revisa la correspondecia del otro sin su previa autorización y en la calle es común ver a los peatones botar la basura al piso.

En el primer caso, la norma de urbanidad que se viola es aquella que asegura que al entrar en los lugares, se saluda, y al irnos debemos despedirnos. En el segundo caso, es el de curiosear sin permiso. Y en el tercero, el de no botar basura en el lugar adecuado.

Sí cambiaramos estas conductas, que sin duda alguna generan conflicto entre nosotros, podríamos alcanzar mejores ambientes laborales, familiares y cívicos para vivir. Es por esto que estoy convencido de que la construcción de la paz empieza por cada uno de nosotros con la simple interiorizacción y aplicación de las normas de urbanidad.

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Abogado, con especialización en opinión pública y mercadeo político y Magíster en Educación.
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Melva Inés Aristizabal Botero
Gran Maestra Premio Compartir 2003
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.