Usted está aquí

En la era de la (des)información

En un tiempo donde la información es más asequible somos más sumisos ante la misma, nos negamos a buscarla y entenderla, aun así opinamos emitimos juicios.

Noviembre 27, 2015

¡La clase de historia se quedó en la imprenta y la revolución industrial!

No es novedad que gracias al auge de las redes y plataformas sociales el tráfico de información aumentó y ahora es más fácil enterarse de lo que sucede tanto a nivel local como global con tan solo “iniciar sesión”. Sin embargo, una de las cosas que más llama la atención es cómo nos sumamos a iniciativas y campañas con un grado de solidaridad que no se compara con el de información, es decir, a veces somos más corazón que cerebro, nos basta con un post, un tweet donde alguien diga algo y lo replicamos, lo volvemos bandera y estandarte y nos aferramos a esa opinión; pero ¿qué pasa con el trasfondo?, ¿qué pasa con el otro lado de la moneda?, ¿dónde queda el “no tragar entero”?

Quizá creemos que dominamos la información porque a diario ‘googleamos’ las noticias y revisamos las redes sociales.

No quiero entrar en detalle respecto a una situación u otra, ya que más allá del “suceso noticioso del momento”, también hay otros aspectos importantes en la construcción de opinión y son esos, los que a mi parecer, se están quedando en el aire. Seguimos hablando de un derecho a la información, pero a veces olvidamos que como pertenecientes a una sociedad tenemos también deberes, y en mi opinión, el acceso a la información es algo que además de recibir también debemos buscar, al final, quedarse con lo que dicen unos pocos y emitir juicios se vuelve sólo una réplica de lo que quieren que creamos y digamos.

En este tipo de cosas las redes sociales han desempeñado un rol importante en cuanto han permitido que “otros” también cuenten su versión de la historia, que se divulguen contenidos y material que quizá de otra manera el mundo no podría conocer, sin embargo, siguen quedando vacíos:

  1. Recordemos que en múltiples oportunidades plataformas como Facebook han admitido que han implementado experimentos sociales con el objetivo de analizar cómo responden las personas a ciertos estímulos y contenidos en la red social, lo cual ha generado, en muchos casos, la sensación de haber sido manipulados con un fin: ¿podría ser que la opción de poner una bandera (sea cual sea) acompañando la foto de perfil responda a una de estas estrategias?, ¿por qué tenemos “acceso” a unas y no a otras?
  2. Plataformas como Google y Facebook, entre otras, manejan algoritmos que mediante estrategias de marketing de contenidos y publicidad personalizada hacen posible que se destaquen unos contenidos sobre otros a partir de las búsquedas, intereses e incluso la ubicación geográfica de las personas, esto se conoce como la “Burbuja de filtro”, un concepto creado para indicar cómo diversas herramientas de la web filtran contenidos y omiten cierta información que según la programación “no son relevantes para el usuario”. Entonces, ¿alguien o más bien algo está diciendo que vemos y leemos? ¿cómo formar una opinión “objetiva” cuando la información que recibimos ya viene filtrada?

Estos son apenas un par de ejemplos de cómo la información que recibimos en la web puede estar igual o más manipulada que aquella que nos dan los medios tradicionales, sin embargo, no todo se remite a las herramientas, sino también a esa responsabilidad de saber, conocer, preguntar y analizar lo que se nos dice; ya que no basta con sorprenderse por aquello que pasa en el mundo, indignarse y opinar, cuando esto se hace a partir de una sola versión de la historia.

Quizá creemos que dominamos la información porque a diario ‘googleamos’ las noticias y revisamos las redes sociales. Quizá cometimos el error de creer que la única historia que necesitábamos conocer es esa que habla de cómo pasamos por diversas etapas hasta llegar al mundo moderno, y se nos olvidó, que la historia se va construyendo día a día, que la historia es también esa que pasa en otros países, en el mundo, y que el no conocerla limita nuestras posibilidades de cambio.

No soy historiador, ni experto en educación, no pretendo dar una clase de sociología, ni determinar cuál posición es la adecuada de cara a la violencia que se vive día a día. Sin embargo, lo que sí pretendo es hacer un llamado de atención e invitación a que seamos más responsables a nivel informativo y a que hagamos un mayor esfuerzo por conocer qué es lo que realmente pasa en el mundo; que no nos dejemos llevar por las tendencias y que cuando un tema o un suceso esté en pleno ‘boom’, optemos por ahondar en aquellas razones por las que se ocasiona; de otra manera solo seremos marionetas repitiendo el discurso de otros.

Boletín de noticias
Registre su correo electrónico para recibir nuestras noticias.
Escrito por
Comunicador social y periodista con especialización en Gerencia de Mercadeo.
Promedio: 3.5 (6 votos)
Estadísticas: .
Laura María Pineda
Gran Maestra Premio Compartir 1999
Dar alas a las palabras para que se desplieguen por la oración y vuelen a través de los textos para que los estudiantes comprendan la libertad del lenguaje.