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La educación es cuestión del corazón

Como profesionales de la educación debemos interrogarnos sobre las tendencias actuales de la educación y no podemos dar la espalda al mundo globalizado en el cual estamos inmersos.

Abril 8, 2017

*Este escrito es producto del taller de sistematización de experiencias realizado por Compartir Palabra Maestra en la Universidad de Cartagena el sábado 4 de marzo de 2017.

Nuestro reto como docentes es mediar en la construcción de una conciencia humanista en la que se busque a toda costa la justicia y el sentido de responsabilidad que día a día nuestros jóvenes van perdiendo por la falta de valores en la familia y en la sociedad. Se debe perder el temor y no dejarnos absorber por la globalización. No con esto estoy desconociendo que la globalización tiene elementos validos en el plano educativo, lo afirmo desde el plano del facilismo y desvaloración de la otra persona, perdiendo un poco el sentido del otro como ser único e irrepetible que merece toda la atención.

En la sociedad actual para los jóvenes no son importantes los valores. Es más importante lo que soy capaz de tener que lo que soy en sí mismo, mostrando al mundo “tener” y escondiendo  tras de múltiples fachadas el “ser”.

Es en este punto es donde la educación entra, no como trasmisión de conocimiento sino como educación para y desde la vida, no olvidemos nunca que nuestra labor es netamente social, con un compromiso grandísimo que no lo tiene ninguna otra profesión nada más y nada menos la de construir personas y ciudadanos valiosos a esta sociedad.

Nos abordan muchos interrogantes... si es cierto .Pero ¿Cómo hacerlo? ¿Cómo lograr que  mi escuela y yo propiciemos el desarrollo de la humanidad y del “ser”? En la medida en que  se toque la educación como constructora de personas y no de productos o clientes como lo están catalogado los sistemas de gestión de calidad, en realidad no es el termino lo que define al el ser humano que está en continua construcción, sino lo que este tiene como como persona, es  colocarlo en el centro del proceso educativo, es así como no los propone Don Bosco  y la pedagogía salesiana, de la cual hago parte y vivo plenamente en mi Institución Educativa María Auxiliadora de Cartagena.

Don Bosco entendió que educar es una “Cuestión del Corazón”. Donde nuestros estudiantes deben ser protagonistas, comprometerse con sus procesos para transformarse  y transformar sus realidades y  la sociedad en la que viven, no dejarse transformar por la  sociedad, ser agentes de cambio social, pero esto se hace posible en la medida en que nosotros como docentes o padres y la escuela les demos las herramientas y les construyamos un ambiente de familia de seguridad de oportunidades para su vida, es pensar en ¿qué debemos enseñarle? Que sea aterrizado a sus realidades aunque hoy día nos están diciendo las directrices nacionales y mundiales que es lo debemos enseñar y en que grados. Es crear un ambiente educativo basado en sus potencialidades, darnos la posibilidad de pensar en nuevas realidades  desde lo posible y no buscando  justificarla desde lo que nos toca vivir.

Don Bosco, al igual que nosotros, no dejo de sentir que los jóvenes pueden ser capaces, aunque a veces no parezca o sea muy difícil y dispendioso descubrirlo, y no solo pensar o verlos desde sus  limitaciones sociales o por sus fallas en el pasado. Cada uno de nuestros estudiantes tiene un potencial y hay que encontrarlo, aunque no lo veamos clara y rápidamente en algunos casos.  Quizás quieren aprender, basta con tratarlos bien con que se sientan queridos y respetados para que nos respondan de otras formas más atentas.

La columna vertebral del proceso pedagógico la constituye el acompañamiento que hagamos con nuestros estudiantes en la construcción de su  proyecto de vida.

La labor docente no es solo cumplir  horario, programar temáticas, asistir a reuniones, dictar clases, es dar ejemplo de vida, de ser capaces de renovar personas ya que  hoy estamos viendo nuevas formas de deshumanización juvenil y… ¿Qué hago yo al respecto? Nada… no…hay que contextualizarles y proponerles agentes llamativos a sus realidades inmediatas  como el deporte, la música, las artes, el canto, el baile, las ciencias o cualquier otra alternativa de enganche interesante para ellos  y ganárnoslo para la construcción social y existencial de este joven que hoy no sabe, no encuentra su norte y no se reconoce existencialmente como un ser llevo de virtudes y valores en pro de sí mismo y de los demás.

Al relacionarnos con nuestros estudiantes no debería primar el control y la autoridad impuesta en un salón de clases, sino la escucha y el afecto que pudiésemos brindar en algún momento crucial de la vida del joven. Esto convence más al joven de aceptarnos como su docente y confidente, que el levantar la voz e imponernos.

Para ganar la confianza de nuestros estudiantes hay que primero ganar su respeto y afecto sincero y esto se logra en un ambiente de familiaridad, de camaradería sin perder ese respeto que hemos ganado y de esta manera introducirnos en sus mundos y desde dentro poder ayudarlos a abrirse  al cambio, a la vida y a la sociedad. La relación es de persona a corazón, primando el don, la  vocación, como debería ser par quien se haga llamar docente con una historia de vida inspiradora para ellos con momentos buenos y malos pero que salimos adelante como queremos que ellos lo logren.

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Docente maestrante de la Universidad de Cartagena
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Jesús Samuel Orozco Tróchez
Gran Maestro Premio Compartir 2005
Senté las bases firmes para construir una nueva escuela rural donde antes solo había tierra árida y conocimientos perdidos.