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Dándole la espalda solo a la pared

La forma como disponemos los espacios educativos dice mucho del modelo pedagógico que se pretende implementar e influencian la forma como la gente aborda su proceso de aprendizaje.

Septiembre 3, 2015

No sé a quién se le ocurrió la idea de distribuir los muebles en las salas de informática de modo que las personas miren a la pared, dándose la espalda las unas a los otras, pero estoy segura que quien lo hizo estaba pensando más en los objetos que en las personas que ocuparían el lugar.

La forma como disponemos los espacios educativos dice mucho del modelo pedagógico que se pretende implementar e influencian la forma como la gente aborda su proceso de aprendizaje. La clásica distribución de pupitres individuales mirando al frente hacia una tribuna que puede tener una tarima que lo levanta del suelo, un podio, un escritorio diferente, acceso a un tablero, y otras prebendas, refleja perfectamente el paradigma saliente de transmisión del conocimiento donde un ser iluminado que sabe mucho más que los demás imparte sus saberes a quienes lo escuchan y observan, conservando su distancia. Que encontremos este modelo en los salones de clase tradicional no sorprende; que lo adopten quienes se consideran de vanguardia sí.

Mientras más personas tengan acceso al tablero, los dispositivos electrónicos, las redes locales y globales, los equipos de experimentación y ¡la palabra! más posibilidades hay de que cada uno haga su parte en la construcción colectiva de conocimiento que tanto predicamos como indispensable en la sociedad actual.

¿Cuáles son las alternativas? ¿Cómo puede un espacio fomentar prácticas pedagógicas que respondan a los paradigmas emergentes? La primera regla, que parece sentido común pero es la que más se quebranta, consiste en que las personas no se den la espalda. Tan simple como suena, si pensamos en establecimientos educativos de todo tipo y a todo nivel, tal vez solo en preescolar se nos vienen a la mente muchos ejemplos donde todos se miran. Aprendemos en comunidad, aprendemos observando cómo lo hacen los otros, discutiendo opciones con nuestros vecinos, reflexionando juntos, intercambiando ideas, pensando en voz alta con la esperanza de que alguien comparta nuestras dudas y ofrezca soluciones alternas. Para todas las anteriores es de poca ayuda estar mirando a la pared.

En un mundo donde la información abunda, donde literalmente nadie se las sabe todas y la mayor dificultad en la gestión del conocimiento no viene de encontrar los datos sino de procesarlos, se vuelve obsoleta la disposición del espacio que enfatiza la jerarquía del sabelotodo y cobran sentido los arreglos que favorecen la horizontalidad. Mientras más personas tengan acceso al tablero, los dispositivos electrónicos, las redes locales y globales, los equipos de experimentación y ¡la palabra! más posibilidades hay de que cada uno haga su parte en la construcción colectiva de conocimiento que tanto predicamos como indispensable en la sociedad actual.

Resalto el acceso a la palabra porque aún cuando el salón de clase no impide la participación e incluso la alienta, la forma en la que está dispuesto el mobiliario, enalteciendo al dueño del saber, sugiere que quien está en la posición de inferioridad pregunte para que su superior conteste. Por el contrario, en un área donde todos somos aprendices, donde valoramos los diferentes conocimientos, experiencias y saberes que cada uno trae, el ocupar sillas similares, estar todos de pie o todos sentados, acomodarse en círculos o semicírculos donde nadie se de la espalda, genera una dinámica de participación, no ya de legos a sabio sino de colegas.

En presencia de celulares, tabletas, computadores, y otros dispositivos electrónicos, la posibilidad de ver lo que el compañero hace y de trabajar en grupo con el mismo equipo, genera dinámicas que aportan al proceso de aprendizaje y no se logran en lugares donde los muebles están diseñados para prevenir que otros miren la pantalla. Es decir, no se puede pretender fomentar un espacio de aprendizaje colaborativo con un diseño de café internet donde lo que prima es la privacidad, que demanda el uso individual de una máquina, entre extraños que pagan por este servicio.

Otra característica de los espacios que invitan a prácticas pedagógicas innovadoras es su flexibilidad. Es absurdo creer que hay una sola forma de organizar un lugar para aprender. A veces las actividades requieren dividirse en grupos pequeños o círculos concéntricos o tener una mesa en el medio. Los recintos amplios con muebles livianos o sobre ruedas permiten experimentar hasta encontrar la distribución óptima para la actividad a mano.

Hablando de mesa central es curiosa su inexistencia en las aulas donde prima la dotación tecnológica. Con excepciones notables como los Computer Clubhouses[1], espacios extraescolares de aprendizaje con tecnología de punta, donde el color de la “mesa verde” simboliza el lugar de encuentro con árboles o plantas de una comunidad, la mayoría de las aulas de informática no cuentan con una “mesa de juntas” donde la gente se pueda reunir cómodamente a bocetar, planear, diseñar antes de trabajar con las máquinas, como sucede en cualquier estudio creativo de verdad.

Algo parecido sucede con una zona para distensionarse, relajarse e imaginar. Los Computer Clubhouses tienen rincón con una biblioteca rodeada de sillones cómodos o un sofá que invita a conversar, a botar corriente, a soñar proyectos o simplemente a descansar después o en el medio de una intensa jornada. Áreas comunes como esta brillan por su ausencia en muchas instituciones educativas.

Cuando se toman en serio y a gran escala, cuando se piensa en el espacio en función de la pedagogía antes de construirlo, se puede llegar a obras magníficas de las cuales hay ejemplos desde Finlandia[2] hasta Aguablanca en Cali[3], donde el Tecnocentro Cultural Somos Pacífico no escatimó en luz y aire natural, corredores por donde circulen no solo las personas sino también las ideas y todo lo que desde la arquitectura y el diseño fomenta su propuesta pedagógica innovadora. Pero incluso en espacios terminados se pueden hacer cambios modestos que tienen grandes efectos en la forma como las personas se relacionan con sus semejantes y con el conocimiento.

 

[1] http://www.computerclubhouse.org/model

[2] Building an even better Finnish school/Construyendo una escuela finlandesa aún mejor http://finland.fi/Public recuperado el 26 de agosto de 2015

[3] http://www.somospacifico.org/t

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Hoguer Alfredo Cruz Bueno
Gran Maestro Premio Compartir 2009
Logré vincular el aula y la comunidad rural a través de expediciones que marchaban tras la huella de la cultura local en tertulias de lectura que se convirtieron en lugares de encuentro entre los padres, los hijos, los textos y la escuela.