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Docentes: decepción e incomprensión

¿Puede la decepción ser tan grande que induzca a un docente a abandonar su ejercicio?

Mayo 25, 2016

"Los jóvenes de hoy aman el lujo, tienen manías y desprecian la autoridad. Responden a sus padres, cruzan las piernas y tiranizan a sus maestros."

Sócrates (Atenas, c.469 a. C. - 399 a. C.)

Hace un par de semanas una amiga e investigadora venezolana, con quien recurrentemente comparto alegrías y angustias propias del acontecer universitario, me hizo llegar el texto del periodista uruguayo Leonardo Haberkorn “Con mi música y la Fallaci a otra parte[1]. En su blog, el autor declara que renuncia a la docencia que había ejercido por más de 20 años en la Universidad ORT de su país. La razón: su decepción porque sus alumnos (de comunicación social) parecen estar poco informados y tampoco muestran interés en estarlo. Además, lo hacen sentir irrespetado porque durante sus clases prefieren estar interactuando con sus celulares que atendiendo a sus intervenciones.

La actitud hacia el aprendizaje se va forjando a lo largo de toda la vida, desde la casa, la calle y pasando, desde luego, por la escuela.

El nivel de desinformación de los estudiantes resultó alarmante para el docente, agravada la sensación porque Haberkorn es un profesional de la prensa de dilatada y reconocida trayectoria. Por cierto que uno de los tópicos con los que ilustra esa característica del grupo de estudiantes que lo lleva a abandonar la docencia fue el constatar que no sabían quién era el excanciller Almagro ni conocían sobre la situación tensa que mantenía con Venezuela. Después de eso es probable que hechos más recientes no los hayan tomado por sorpresa.

El caso es que para el docente resultó inaceptable que sus estudiantes tuvieran rasgos tales como la incultura, el desinterés y la falta de curiosidad. Llega a advertir que tales características no les nacieron solas. Los aprendices son también víctimas.

En efecto, la actitud hacia el aprendizaje se va forjando a lo largo de toda la vida, desde la casa, la calle y pasando, desde luego, por la escuela. Los tiempos actuales han producido una población joven que, en su mayoría – excepciones notables hay -, se ha aletargado por estar inmersa en sistemas formales de educación poco actualizados, moldeados a una usanza distanciada de la cotidianidad vivida por las personas a las cuales está dirigida y conducida por docentes poco estimulados a retar los cansados paradigmas que rigen a la escuela tradicional. De nuevo, con sus honrosas salvedades. Un sistema educativo que para aumentar su alcance, la masificación de sus servicios, ha sacrificado la calidad, la profundidad en la huella que puede dejar en los diversos ámbitos de competencias de los aprendices.

De allí que, a pesar de los esfuerzos de relevantes docentes en todo el mundo, la educación del planeta parece seguir en deuda con las repercusiones requeridas por la humanidad. 

En la entrada citada del blog de Haberkorn, el autor reconoce que la situación ha ido empeorando progresivamente a lo largo de los años. De tal percepción se hacen eco varios comentaristas a su escrito, provenientes estos de Uruguay, Argentina, México, Centroamérica y Venezuela. Su decepción es compartida.

¿Puede la decepción ser tan grande que induzca a un docente a abandonar su ejercicio?

Hay opiniones para todos los gustos. Lo cierto es que el autor incluye en sus argumentos la posibilidad de que sus propias limitaciones pedagógicas sean el motivo del desenlace que adoptó. Su perfil no es único, más bien se repite con alta frecuencia en nuestros sistemas educativos formales, principalmente en las universidades. Se trata de personas que, con la mejor de las intenciones, por una vocación genuina de ayudar a otros, hacen un esfuerzo y ejercen la docencia. Adoptan las mejores prácticas que su juicio les indica, las consultan con otros profesores, con estudiantes, con amigos y con la almohada. Leen, se revisan, se autoevaluan y, en varias instancias, son evaluados por sus instituciones. Son personas que, en muchos casos, entran en la docencia sin la debida formación pedagógica para suplir el déficit de personal certificado para ejercer el magisterio.

Todo apunta a que el ritmo de cambio del contexto social ha determinado que tal manera de asumir la docencia ya agotó su capacidad de seguirle el paso a lo que estamos viviendo. Y así entramos al tema de la incomprensión. 

El contexto urbano, conectado, que origina estas reflexiones, tiene una dinámica disruptiva.

Es otra cara de la misma crisis evolutiva de la sociedad en general que también tiene su manifestación en el sistema de educación formal. El contexto urbano, conectado, que origina estas reflexiones, tiene una dinámica disruptiva. Impone cambios, algunos los percibimos y hasta podemos optar por aceptarlos o no. Otros se dan sin pedirnos autorización, así son las reglas que van asociadas a las comunidades abiertas a la innovación. Eso no quiere decir que sean todos positivos e inevitables, sino que hay que ampliar los criterios de análisis, abandonar viejas referencias construidas para favorecer nuestras zonas de confort. De esta forma se nos facilitará el comprender las motivaciones de los actores y el incidir en su comportamiento.

En el ejemplo que nos ocupa, estamos en una universidad uruguaya que explícitamente prohibe el uso de dispositivos móviles durante las sesiones de clases. Disposición que abiertamente se fue dejando de respetar con el correr del tiempo, sin que la actividad del aula las incluyera como instrumentos potenciadores del proceso de aprendizaje.

El docente percibió como una afrenta, un irrespeto, que esas pantallas iluminadas pudieran ser más atractivas que los contenidos que él distribuía con su mejor intención, insisto en esto[2]. Se sintió, a su vez, víctima de phubbing, una condición reconocida desde el 2007 que consiste en el acto de menospreciar a quien nos acompaña al prestar más atención al móvil u otros aparatos electrónicos que a su persona. Una versión contemporánea de aquella percepción de Sócrates, casi 2500 años más tarde.

De manera que a la decepción se le agrega la frustación de no hacer nuestro discurso más atractivo que el que consigue el joven aprendiz en el dispositivo que tiene en su mano.

Las nuevas generaciones atienden a unas dinámicas, moldeadas por los medios, diferentes a las de grupos etarios previos.

Ya hay muchas evidencias de que los patrones de comunicación han sufrido cambios importantes con la insurgencia de los recursos basados en las tecnologías de información y comunicación. Las nuevas generaciones atienden a unas dinámicas, moldeadas por los medios, diferentes a las de grupos etarios previos. Tratar de enmarcarlos en patrones que desconocen esa realidad lo que hace es aumentar la brecha comunicacional y desperdiciar una oportunidad de hacerles llegar los mensajes que deseamos transmitir.

La realidad es terca y va llamando la atención sobre estos procesos, algunos prestarán atención y otros preferirán no darse por enterados. En las recientes ferias del libro de Bogotá y Buenos Aires, los organizadores tomaron la iniciativa de invitar a ciertos youtubers que han publicado libros sobre su actividad en el medio digital. 

La respuesta juvenil a encontrarse con estos autores sobrepasó con creces las expectativas de receptividad y, en ambos casos, desbordaron los recintos preparados para recibirlos. Para las respectivas ferias fue un gran éxito la asistencia masiva de jóvenes lectores, punto a favor de los organizadores. Sin embargo, las anquilosadas comunidades literarias tradicionales no se ahorraron críticas para demeritar a esos autores y sus medios de cautivar “lectores”. Banalizarlos es evitar comprenderlos. En esa apertura hacia los nuevos medios de expresión surgirán los criterios de calidad que validarán la trascendencia de las obras emergentes, más allá de la necesaria irreverencia juvenil que las impregna.

Hay quienes consideran que Haberkorn no ha debido tirar la toalla. ¿Es cuestión de opiniones?

[1] Es la entrada en su blog “El informante” del día 3/12/2015. leonardohaberkorn.blogspot.com.co/2015/12/con-mi-musica-y-la-fallaci-otra-parte.html

[2] En un reportaje que le hicieron en el diario El Clarín en febrero 2016, este es el punto que más destacan. “No dará más clases porque no logra que sus alumnos dejen de mirar el celular

www.clarin.com/sociedad/clases-alumnos-dejen-mirar-celular_0_1523847908.html

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Docente-investigador de la Universidad Central de Venezuela
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