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No todo vale

Lamentablemente se ha validado que “ser bueno” o sencillamente cumplir y hacer las cosas como deben ser da derecho a maltratar, difamar o juzgar a nombre de la decencia. Es decir, que el “no todo vale” empieza a perder su sentido cuando nos sentimos vencedores sin haber vencido.

Mayo 29, 2015

Durante años, se viene escuchando con mucha frecuencia como un canto de batalla o como uno de esos mantras de las culturas orientales, el estribillo “no todo vale”, como una manera de manifestarse en contra de los atajos y la falta de conciencia ciudadana  que se apodera de a poco en todos los sectores de  nuestro país. Infortunadamente la escuela no es lejana a esa realidad del atajo, el facilismo  y el poco fomento de los valores ciudadanos, y cada día son más evidentes las falencias a la hora de aportar  al  ideal de sociedad donde las cosas deben funcionar de la mejor, clara y transparente manera.

Si entramos a hablar sobre la formación ciudadana en el país, ingresamos en un terreno donde las dinámicas de la política pública educativa para este tema, evidencian bajos resultados en aspectos de mejoramiento que se ven reflejados a diario en la poca aplicación de ejercicios de respeto y defensa de los derechos humanos, de una sana convivencia, una escasa participación en procesos electorales y de responsabilidad democrática,  pero ante todo de falta de tolerancia y aceptación de las diferencias. El insulto, el vandalismo y la grosería son el menú diario en foros de discusión, nuestras calles, redes sociales y espacios abiertos para la discusión y la deliberación.

No les niego que leyendo y escuchando a muchas personas, que escudados en el libre pensamiento y en otras corrientes dicen ser defensores de la diferencia y promotores del no todo vale,  me producen  una mezcla de sensaciones y de agites, donde infortunadamente se junta la dulce hipocresía de los que hablan de paz o los descalificativos  con aire “intelectual” donde defienden la diferencia y su “slogan”. Simplemente es caminar por nuestras calles, ver noticieros y escuchar a nuestros jóvenes para darnos cuenta que el todo vale es el que manda en nuestra realidad, que un programa como el de Competencias Ciudadanas se quedó corto y que es muy poco lo que se hace o se puede hacer en las instituciones educativas,  ya que el mal entendido libre desarrollo de la personalidad nos lleva a jugar papeles erróneos  a la hora de tomar decisiones y por ende a ser responsables de muchas de las cosas que decimos y hacemos. 

Por otra parte, nuestra Constitución declara que somos una nación pluriétnica y multicultural, lo que implica que este es un territorio que reconoce y valora positivamente la diversidad de bagajes culturales y pensamientos presentes. Sin embargo, tanto en nuestro contexto como en muchos otros en el mundo, la diversidad y la diferencia es frecuentemente rechazada. Es común que se excluya y discrimine a personas o grupos por su religión, grupo étnico, género, ideología política, orientación sexual, equipo de fútbol, o por sus limitaciones físicas o mentales, por ejemplo.

Lamentablemente se ha validado que “ser bueno” o sencillamente cumplir y hacer las cosas como deben ser da derecho a maltratar, difamar o juzgar a nombre de la decencia. Es decir, que el “no todo vale” empieza a perder su sentido cuando nos sentimos vencedores sin haber vencido.

Es por esto que para hablar de paz, debemos recuperar la formación ciudadana, ya que  El no todo vale debe incluir el reconocimiento de las múltiples identidades, reconocer y valora al otro, cumplir las normas, respetar los bienes públicos y dignificar la vida como valor de ciudadanía de alto nivel.  Aunque no parezca fundamental, esas son herramientas que ayudan a construir un mejor país, además de la justicia, la equidad y la honestidad que todos esperamos.

Es por eso que es importante tener presente que no todo vale y es en todo, ya que el mundo está lleno de discursos muy bien preparados pero de muy poca praxis, teniendo siempre presente que la participación es un desafió a romper con el narcisismo y el egocentrismo que todo lo corroe.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Sandra Cecilia Suárez García
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