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Vida de los maestros: Una Clave para la calidad

En sus 35 años, la Universidad de Ibagué sirve de anfitrión a la presentación de esta serie de libros que sin duda son un insumo importante para la actual discusión del futuro de nuestro sistema educativo.

Mayo 26, 2015

Los problemas sociales suelen ser problemas complejos, mientras que los problemas de las ciencias naturales pueden, a lo sumo, ser complicados. Entre estos últimos, tal vez los más complicados, han sido los que abordó, ingeniosamente, un empleado de tercera categoría de la oficina de patentes de Suiza hace 110 años. Este joven físico, con tan sólo 26 años, publicó en 1905 cuatro artículos, de no más de 15 hojas cada uno, que cambiaron fundamentalmente nuestra comprensión del universo y la forma en que, a través de la tecnología, nos relacionamos con él. Sin embargo, y a pesar del impacto que han tenido las ideas de Albert Einstein, plasmadas en esos cuatro escritos, los problemas que estudió no se clasificarían como complejos.

En cambio, el hacinamiento carcelario y la baja calidad de la educación básica y media en Colombia, si corresponden a problemas complejos.  ¿En qué radica su complejidad?

En primer lugar, porque emergen del trabajo cotidiano de un gran número de personas que, en ejercicio de un rol social, no alcanzan a comprender y, en muchos casos ni siquiera a observar, las consecuencias no intencionales de sus acciones. Por ejemplo, los jueces que envían a un sindicado a una cárcel para asegurar que el proceso pueda llevarse a cabo, o el congresista que propone un incremento de penas pensando en que al hacerlo se reducirá la criminalidad respectiva, no perciben que con estas decisiones están contribuyendo, sin quererlo, a incrementar el hacinamiento en las cárceles. De manera similar, el funcionario que impulsa la creación de una doble jornada para incrementar la cobertura de la educación básica y media, no es consciente de las consecuencias indeseables de esta decisión en los procesos de educación de los niños, niñas y adolescentes.

Y en segundo lugar, estos son problemas complejos porque son constituidos por redes sociales, es decir por personas y no por átomos. Cualquier estrategia que se plantee para resolver el problema será formulada, escuchada y debatida desde los intereses particulares de cada actor o grupo social. Y será, desde su propia autonomía, que decidan cómo actuarán frente a estas propuestas. Esto, ciertamente, no ocurre con los átomos o las moléculas que siguen, indefectiblemente, las leyes de la naturaleza.

Esta capacidad de discernir, debatir y actuar en consecuencia en los seres humanos, es lo que hace compleja una problemática social y tan difícil encontrar una solución.

Tal vez por estas razones no es de extrañar que la primera alarma sobre el hacinamiento carcelario en Colombia, la prendiera el general Santander, en una carta que le envió al libertador en los años treinta del siglo XIX. Casi dos siglos después, y a pesar de muchos esfuerzos, debates, recursos y reformas legales, el hacinamiento aún sigue siendo un problema de actualidad en nuestras cárceles.

Paradójicamente, las soluciones a los problemas que resolvió Einstein en sus cuatro artículos, cambiaron también la forma en que los físicos comprenden y ejercen hoy en día su profesión y, de paso, modificaron fundamentalmente la manera en que comprendemos los fenómenos que observamos.

Quisiera resaltar tres de estos cambios: en primer lugar, el mundo dejó de ser percibido como predecible, es incierto. En segundo lugar, el observador afecta, con su observación, aquello que observa, lo que puso en aprietos el carácter objetivo de las ciencias naturales. Y, en tercer lugar, el principio de causalidad dejó  de ser válido al observar fenómenos constituidos por redes de relaciones. En estos casos, no tiene sentido preguntar por la causa del fenómeno observado.

Digo que esto es paradójico, porque mientras que las ciencias naturales sufrieron una transformación profunda en sus raíces epistemológicas y en las metodologías que se usaban para estudiar los fenómenos naturales, las ciencias sociales, que tomaron prestados los cimientos de la física en sus orígenes, no hicieron esta transición.

En particular, cada vez que se observa un problema social complejo, de manera natural se indaga por su causa, y se actúa de tal manera que la solución planteada la elimine. Por ejemplo, para resolver el hacinamiento carcelario se han invertido decenas de millones de pesos en construir nuevas cárceles, pensando en que la falta de cupos es la causa principal. De igual manera, se ha planteado que la principal causa de la baja calidad de la educación básica y media es la deficiente formación de los maestros. Por supuesto que es necesario construir algunas cárceles adicionales y mejorar la formación de los docentes, pero hacer esto no resolverá el problema.        

Con Eduardo Aldana, hace algunos años, escribimos un libro en el que desarrollamos estas ideas y propusimos como alternativa disolver, en lugar de resolver, problemas sociales complejos. En lugar de identificar las causas del problema y proponer formas para eliminarlas, la idea es imaginar un sistema ideal de operación de la red social de la que emerge el problema observado y luego acordar estrategias para movernos en esa dirección. En otras palabras, en lugar de hacer esfuerzos por eliminar aquello que no deseamos que ocurra, los esfuerzos se concentran en lograr aquello que deseamos que suceda.

En ese orden de ideas la pregunta clave es: ¿cómo debe operar el sistema penal colombiano para evitar que en su operación emerja el hacinamiento? La respuesta a esta pregunta permitiría identificar obstáculos económicos, organizacionales, legales y culturales que impiden tener, hoy en día, tal sistema. Si concentramos esfuerzos, energía y recursos para eliminar simultáneamente estos obstáculos, tendríamos un sistema penal en el que el hacinamiento carcelario no sería una de sus características. Noten que las estrategias de acción NO están enfocadas a eliminar las causas del problema sino a eliminar los obstáculos que nos impiden movernos hacia un sistema idealizado. Si logramos llegar allí, por definición, el problema se disuelve.

Si imaginamos, de manera similar, cómo debería operar el sistema educativo colombiano, este diseño idealizado podría servirnos como referente para identificar y eliminar, simultáneamente, los obstáculos económicos, legales, organizacionales y culturales que nos impiden realizar este sueño.

Esta construcción creativa y colectiva de un sistema colombiano de educación ideal debe reconocer la gran diversidad cultural de nuestro territorio, así como la riqueza potencial que se encuentra en esa variedad. Las políticas públicas suelen desconocer esta pluralidad y se formulan, desde el centro, suponiendo una homogeneidad territorial que no existe. 

De allí la importancia y pertinencia de trabajos como el que hoy presentamos. Un proyecto de investigación que se originó hace poco más de 30 años buscando develar, precisamente, esa riqueza que se esconde en las particularidades territoriales y culturales de las aulas de clase.

La Vida de los Maestros Colombianos es parte de un trabajo más comprehensivo sobre la escuela y la modernidad, dirigido por Rodrigo Parra y Elsa Castañeda en las últimas tres décadas. Muchos maestros y alumnos participaron en estos estudios etnográficos en los que los protagonistas narran sus propias vivencias.

La serie que hoy entregamos, ganó en su momento el premio de la Fundación Alejandro Ángel Escobar, y la totalidad de estos trabajos, que conforman el lienzo global, recibió el Premio Interamericano de Educación por parte de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Esta publicación fue posible gracias a la decidida participación del Convenio Andrés Bello y muy especialmente al esfuerzo continuo de Mónica López y Mónica Lozano. Igualmente, al apoyo de la Universidad Externado de Colombia, especialmente a Giangi Shiabatto de la Facultad de Ciencias Sociales. Mención importante debe hacerse a la Fundación Restrepo Barco, en particular a Ángela María Robledo, actual representante a la Cámara y quien, en ese entonces, dirigía la Fundación. Igualmente es justo reconocer la financiación de Colciencias al proyecto original y la asesoría de Juan Carlos Tedesco y Tatiana Romero. Finalmente, quiero destacar la labor abnegada de Rodrigo y de su hermano, Francisco, quienes coordinaron al grupo de investigación que hizo realidad que este trabajo pudiera salir a  la luz pública.

Es muy grato para la Universidad de Ibagué, en sus 35 años, servir de anfitrión para la presentación de esta serie de libros que serán un insumo importante para la actual discusión del futuro de nuestro sistema educativo.

Gracias por acompañarnos.

* Presentación de los libros: La vida de los maestros Colombianos, de Rodrigo Parra, Elsa Castañeda,  22 de mayo de 2015

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Rector Universidad de Ibagué
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