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¿Y la universidad pública para cuándo?

Ser pilo paga no garantiza el acceso educativo a la educación. Por el contrario, pone en un pedestal a la educación privada.

Abril 3, 2016

Las cifras del éxito del programa ‘Ser pilo paga’ son innegables. La convocatoria, que busca potenciar una mejora en los resultados de las Pruebas Saber 11, le otorga créditos condonables a estudiantes con un desempeño destacado en estos exámenes. Los jóvenes deben pertenecer a estratos socioeconómicos bajos y si son elegidos como beneficiarios, pueden acceder a la universidad de sus sueños con matrícula, costos de vivienda y gastos para sus estudios totalmente cubiertos.

Y aunque hasta aquí todo parece felicidad, es en este punto donde entra el interrogante planteado por la senadora Claudia López su columna publicada en la Revista Semana: “Pero las políticas públicas educativas no se pueden reducir a atender al 1% de los jóvenes que están en educación superior o al 7% de los 571 mil estudiantes que se presentan cada año a las pruebas SABER PRO 11. ¿Y el resto?”[1].

Comparto la inquietud de la senadora y considero que hay una falencia en la estrategia de excelencia educativa que busca el Ministerio de Educación. Aunque el programa Ser pilo paga funciona, y su permanencia no debería ser puesta en duda, esta no debe ser la única alternativa que el gobierno tenga a la hora de mejorar su cobertura.

Lamentablemente, en Colombia la educación superior sigue siendo un lujo y las tasas de deserción altas. Las universidades privadas pueden llegar a tener costos astronómicos por lo que los que aún pueden acceder a este escalafón de la educación optan muchas veces por las “universidades de garaje”, establecimientos de dudosa calidad.

Lamentablemente, en Colombia la educación superior sigue siendo un lujo y las tasas de deserción altas. Las universidades privadas pueden llegar a tener costos astronómicos por lo que los que aún pueden acceder a este escalafón de la educación optan muchas veces por las “universidades de garaje”, establecimientos de dudosa calidad.

En las universidades públicas el panorama no es menos alentador, puesto que están invadidas con problemas de infraestructura, no cuentan con suficientes docentes calificados, clientelismo y corrupción. Un ejemplo de ello lo cita Salomón Kalmanovitz en su última columna publicada en El Espectador: “La Universidad de Cartagena, por ejemplo, cuenta con 70 % de estudiantes catalogados en el Sisbén uno y dos, que es el universo del cual surgen los candidatos al programa Ser Pilo. Esta universidad tuvo pérdidas por $15.000 millones en 2013 por corrupción, muchos profesores no están calificados y otros no asisten a clases; las “elecciones” de rector y decanos son una feria de favores, los edificios están en mal estado y los sanitarios no funcionan. Algo similar, aunque en menor escala, sucede en la Universidad del Tolima, que está prácticamente quebrada, y otras que solían mostrar buena calidad se han deteriorado en la medida en que han sido tomadas por los políticos”[2].

En primer lugar, se debe buscar la mejora integral de las condiciones actuales de dichas instituciones públicas, que se han dejado en el olvido por la poca rentabilidad que representan para el gobierno. El caso de la Universidad Nacional sigue siendo destacado, ya que esta ha encontrado la manera de mantenerse a flote con calidad. Pero es inaudito que en Colombia solo se puedan rescatar unas cuantas universidades en todo el amplio territorio nacional. La cobertura debe ser equitativa en todas las regiones, sin importar su lejanía del centro capitalino.

En segundo lugar, la cobertura es un asunto que va más allá de becas para los estudiantes de estrato 1 y 2. En los otros segmentos socioeconómicos, la cobertura no avanza. ¿Qué estrategias se han pensado para quienes pertenecen a la clase media del país? ¿Es posible para ellos acceder a una educación de calidad sin endeudarse?

Tanto ‘Ser pilo paga’ como el Icetex tienen dos ejes en común y es el favorecimiento de las mismas instituciones privadas, una y otra vez. Los estudiantes, si quieren tener carreras universitarias que valga la pena e incluso si quieren ser contratados, buscan préstamos para seguir pagando las matrículas de las mismas instituciones, una y otra vez. El círculo vicioso se extiende y se dejan por fuera entonces a los otros planteles que no forman parte del sistema. Las mejores seguirán siendo las mejores, mientras que las peores se hundirán cada vez más en sus problemas.

No es justo que la única manera de acceder a una educación de calidad sea a través de una deuda. Muchas familias no tienen la documentación ni los soportes para tomar este crédito. Es entonces ahí cuando cobra sentido el fortalecer la educación pública a nivel nacional, no solo en ciertas ciudades. La calidad educativa en la educación superior no debería ser el privilegio de unos pocos.

[1] www.semana.com/educacion/articulo/claudia-lopez-critica-el-programa-de-ser-pilo-paga/465643

[2] www.elespectador.com/opinion/los-costos-de-ser-pilo

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Comunicadora social y periodista
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Jesús Samuel Orozco Tróchez
Gran Maestro Premio Compartir 2005
Senté las bases firmes para construir una nueva escuela rural donde antes solo había tierra árida y conocimientos perdidos.