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Encuentro con artistas maestros: Santiago Cárdenas

Este bogotano, maestro en Bellas Artes en la Universidad de Yale, cuenta cuáles son los aspectos de su proceso de creación. 

Enero 30, 2016

Este artista Bogotano, de origen payanés, vivió 20 años en los Estados Unidos donde estudió pintura y dibujo en Rhode Island School of Design en Providence, e hizo Maestría en Bellas Artes en la Universidad de Yale. Sus obras, premiadas en salones nacionales e internacionales, abrieron un camino propio y hacen ya parte de nuestro imaginario artístico nacional.

El maestro Cárdenas entró como docente a Bellas Artes de la Universidad de Los Andes en 1968, y en 1970 se vinculó de tiempo completo, como profesor de taller, a la Facultad de Artes de la Universidad Nacional, donde trabajó hasta 1996. Dirigió múltiples proyectos de grado y sigue siendo un maestro-artista.

En enero del 2006, en el contexto de la exposición retrospectiva que le hizo el MAMBO (Museo de Arte Moderno de Bogotá), el Maestro Santiago Cárdenas nos cuenta aspectos de su proceso creador.

Se contempla… se conciben ideas

"La infancia… en mi casa eran periódicos con los que nosotros jugábamos"

Como los años de 1945 y 46, cuando yo era niño, aquí en Bogotá no había muchos juguetes, era la época de la segunda guerra. Yo recuerdo que todo el mundo era muy pobre, las calles estaban sin pavimentar, nosotros vivíamos donde hoy queda la clínica Marly, en la carrera 9ª. Entre los pocos carros que había mi papá tenía uno. Él salía a trabajar y nosotros nos quedábamos mirando por la ventana. Invariablemente en la esquina se pinchaba y yo tenía que salir a cambiar la llanta, pero cambiar la llanta era ponerle parche y todo. Y luego nosotros, allá chiquitos, mirando a papá arreglar su carro…. en esa época no había llantas, neumáticos o gasolina. Me acuerdo que cuando los carros, los camiones y los buses llegaban a una loma apagaban el motor y rodaban para ahorrar gasolina, esto da la sensación de la fragilidad del medio.

Papá trabajaba en El Tiempo, entonces lo que si había en mi casa eran periódicos con los que nosotros jugábamos. Mi papá era un tipo muy hábil, nos enseñó a recortar con tijeras muñequitos de los periódicos, de esos que son todos amarrados de los brazos y, entre Juan mi hermano y yo hacíamos unas filas enormes con esos muñequitos. Los decorábamos, los coloreábamos, los dibujábamos, les poníamos caras. Generalmente les poníamos uniformes. Como todas las noticias eran de la guerra, entonces cada uno teníamos un ejército. En el corredor de la casa él armaba su ejército de un lado y yo lo armaba del otro, y hacíamos cañones que disparaban cositas de papel de un lado a otro. Nuestro juego preferido era este de los ejércitos. También hacíamos caballos y los pintábamos. Papá no nos guiaba mucho porque él se iba a trabajar, pero una vez que nos enseñó a hacer esto, fue como tener un patrimonio que se podía utilizar muchísimo.

Les cuento una anécdota de niñez que tiene que ver con mi hermano Juan: Cuando vivíamos ahí en Chapinero en la calle 49, había una reja en mi casa y a nosotros nos encantaba meternos por entre la reja y salirnos a la calle. Un día papa resolvió ponerle unos entre-palos para que no nos pudiéramos escapar y la razón que nos dio fue que la calle era muy peligrosa, que había muchos ladrones que se robaban a los niños. Pero un día antes de que enrejara, había llegado mi hermano Juan aterrado a contarnos a todos, que había visto un diablo montando bicicleta en la calle, que se había metido en una alcantarilla y que había desaparecido. ¡La imaginación de mi hermano! Yo me imaginé esa escena y aún la tengo presente. Cada vez que paso por ahí me acuerdo del diablo. (Yo soy mayor pero digo que Juan es más viejo).

En la clase de arte

Cuando yo tenía como 8 años nos fuimos a vivir a Medellín y parece ser que allá eran muy adelantados en materia educativa. En la clase de arte teníamos un cuaderno de dibujo que debía llevarse como el de matemáticas o el de escritura. En ésta clase copiamos un dibujo que la profesora hacía en el tablero. Recuerdo mucho que copié un tipo parado en un trampolín con los brazos extendidos y que me preguntaba: ‘Pero, ¿por qué estará tan tieso el tipo para lanzarse del trampolín? El punto era que había que dibujarlo como lo pintaba la profesora. Se supone que yo era un buen artista en esa época porque hacía muy juiciosamente los dibujos, y creo que una vez me dieron un premio que era unos lápices de colores.

La vocación: yo no soy arquitecto, soy pintor

Viví en Estados Unidos casi 20 años. La verdad, yo no sabía qué era ser artista. Cuando estaba en bachillerato me gustaba mucho dibujar, me gustaba la arquitectura. Tuve buenos profesores de arte en los colegios gringos, me estimularon mucho a mí y a mi hermano. Pero cuando hubo que salir a la universidad, mis papás resolvieron que no era tan buena idea estudiar arte, que tal vez era mejor estudiar algo más práctico como arquitectura. Yo ahora lo pienso así: ¡Tengo dos hijos artistas y me hubiera gustado haberles insistido más en que fueran banqueros! Entonces, acordé con mi padre estudiar arquitectura a cambio de que pudiera tomar clases de arte y dibujo. Realmente no sabía qué era pintura, a mí eso me parecía dificilísimo. Uno de los estímulos que había en mi casa era ver los cuadros de mi tía Marina Cárdenas de Concha que había estudiado pintura, era muy talentosa. Así, entré a Arquitectura y en el 2º año comencé a tomar una clase de pintura y de dibujo.

Hice un florero pequeñito que tiene un marco todo barroco. Cuando los profesores vieron ese cuadro, que yo no sabía si era bueno o no, me dijeron que yo tenía que estudiar pintura, que tenía que ser pintor. Y yo les dije: “Ah, pero es que eso es Picasso, eso a mí no me gusta”. Pues ellos me convencieron de que yo estaba equivocado y que debía ensayar. Ensayé a ser artista y me gustó tanto que aquí estoy. Después de un año, cuando volví de la universidad a mi casa, mis papás me dijeron: ‘Bueno, muéstranos qué hiciste en la universidad”. Entonces saqué una cantidad de dibujos de modelos desnudas, les expliqué lo que dibujaba. Les pareció muy bien, pero luego me preguntaron por los planos arquitectónicos, y les dije: ¡Pues la verdad es que yo no soy arquitecto, soy pintor!

Evocación

Hay una anécdota que ahora recuerdo, que es una de esas cosas que entra en la producción de la obra: Cuando yo tenía 8 años vivía en Bogotá en la carrera 5ª con calle 24, en un edificio que es ahora de la universidad Tadeo. Papá se había comprado un traje nuevo, lo había puesto encima de la cama y se estaba bañando. Yo vi ese traje que tenía al lado unas tijeras que mamá había dejado y a mí me pareció interesante lo que vi. Puse los pantalones en el piso, me acosté sobre ellos, medí más o menos a donde llegaban mis pies, cogí las tijeras, los corte y me los puse. Cuando mi padre salió del baño y me vio disfrazado con su nueva ropa y los pedazos de pantalones en el piso, se llevó un choque terrible, pero curiosamente no me hizo nada. Después del disgusto inicial se quedó asombrado y me dijo que había cortado muy bien, muy rectamente los pantalones.

Material original.

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Sandra Cecilia Suárez García
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El cuerpo habla y la danza puede ser el camino para la exploración del ser y el medio para liberar las palabras que se encuentran encadenadas.