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Notiarrayanes: un sitio pedagógico para fomentar el encuentro y el diálogo

Narrado a manera de crónica, el profesor Alexander Castañeda cuenta cómo se gestó este proyecto de uso de tecnologías en el contexto rural de la vereda los Arrayanes, Usme.

Junio 18, 2018

El inicio de una nueva aventura

La experiencia educativa posibilita a cada docente reinventarse desde lo profesional, sentirse desde lo humano y pensarse como individuo que hace parte de una comunidad y, cuando reflexiona sobre las diversas interacciones que surgen con los otros, en especial con el lugar que los acoge, da a esta labor un mayor sentido de vida.

¿Pero qué pasa cuando no conocemos nuestros territorios y a sus pobladores?, esta es quizás la pregunta que han olvidado hacer en las cátedras de las diferentes facultades, no solo a los profesionales que transmiten su saber desde la universidad, sino a los futuros profesores del país, que pretenden cambiar el mundo basándose en sus sueños, ideas de transformación e incluso temores.

Es verdad, el miedo también marca a los profesionales de la educación, enseña a no repetir lo tradicional, lo poco original y lo punitivo que se ha incorporado en la mayoría de escuelas, que se resiste a cambiar la visión de niñas, niños y jóvenes que pasan en ellas los mejores años de su vida.

Tal vez desafiar el sistema ha sido el norte de todos los profesores que hemos pensado cambiar al mundo desde las acciones y no solo de la crítica, por eso, al decidir trabajar en la zona rural, el inicio de la aventura fomentó lo que poco a poco se agota en los niños con el pasar del tiempo: la capacidad de asombro, la curiosidad y la alegría.

Incertidumbre, novedad y aprendizaje son algunas palabras que rodearon el inicio de mi labor como docente rural, mucho más cuando se ve al maestro como un extraño que probablemente renunciará a las condiciones del territorio, mientras, al tiempo, se le respeta y le se escucha igual que al sacerdote, el policía o el alcalde.

Cada día dejaba una lección nueva por aprender y creo que aprendí y sigo aprendiendo de la comunidad, de sus familias, porque antes mi saber estaba limitado a la historia de grandes escuelas pedagógicas, autores de textos o teorías educativas que poco hablaban del campo, del olvido del Estado y de estos ciudadanos.

La escuela, la familia y la comunidad campesina La primera y más importante lección personal y profesional la aprendí cuando llegué al Centro Educativo Distrital Rural Los Arrayanes, tocó mi ser, mi sentir y pensar; como diría Freire, me hizo sensible a la realidad con el poder transformador de la palabra, con la gran ventaja de reconocer las voces de los oprimidos.

Esta lección tiene que darse a todo aquel que decide tomar el camino de la educación y es muy sencilla: la escuela es una institución viva que hace parte de una gran familia llamada comunidad. Prueba de ello es la educación rural, origen del sistema educativo de diferentes países, pues las comunidades interesadas en superar las brechas sociales se unieron y levantaron las prime-ras aulas para aprender cívica o religión, para leer, escribir y hacer las operaciones matemáticas fundamentales.

Las familias campesinas buscaban alfabetizarse para cambiar su realidad y sus integrantes se unieron para apoyar las iniciativas comunitarias, que después las diferentes administraciones gubernamentales apoyaron para así construir las escuelas que hoy conocen las diferentes localidades.

Sin embargo, la familia campesina cambió y, por ende, las relaciones que se daban en torno a un objetivo común también afectaron a las comunidades, incluso al querer ser de la escuela, porque inició una migración a la ciudad, buscando nuevas oportunidades y mejores servicios, un salario, salud, alimentación y, claro está, educación.

De la tradición oral a la memoria digital. Esta historia de la escuela surgió durante diferentes diálogos que sostuve con los más ancianos de la región, los mismos que no solo construyeron escuelas sino acueductos, vías y salones comunales que benefician a todos y no solo a grandes terratenientes, como sucede hoy en día.

Ellos hablan de la abundancia de las semillas nativas, de la diversidad en los colores de sus cultivos, de diferentes recetas hechas con los productos que sembraban, los cuales también servían como medicamentos para el dolor. Poco a poco solo quedan sus recuerdos en sus dichos, canciones o simplemente en las memorias de sus hijos y nietos, porque la tradición oral persiste en el campesinado, pero con el pasar del tiempo y llegar al presente el conocimiento ancestral se va, se olvida, se distorsiona o simplemente es cubierto por un manto de desconfianza.

Es allí, en la escuela rural, donde sus niñas y niños ven la posibilidad de preservar toda esta valiosa información a través de fotografías, videos, textos y audios; por ello, desde una experiencia educativa dirigida por el docente de artes Jorge Garzón y el docente de primaria (autor de este texto) Alexander Castañeda en el 2011, las niñas y niños tomaron prestadas las cámaras de sus docentes y comenzaron a entrevistar a sus vecinos, a contar las historias de la vereda y a promocionar incluso sus celebraciones, que fueron justamente el tema central de la primera noticia publicada en julio de ese año: la Fiesta de la Virgen del Carmen (Castañeda, A., 2011).

Así comenzó un blog escolar que poco a poco tomó las voces de niñas y niños para compartirlas con el mundo, y fueron escuchadas más allá de las tierras de los muiscas, en Europa, India, Norteamérica y algunos países latinoamericanos.

La Internet favoreció este nuevo estilo de aprender y potenció una nueva manera de enseñar la cultura campesina a quienes la desconocen. Se vincularon diferentes plataformas digitales que comparten en diversos formatos las noticias de la Vereda Los Arrayanes, permitiendo cada vez un mayor número de visitantes, mientras se establecen relaciones con niñas, niños, jóvenes y docentes que quieren conocer las actividades de las comunidades campesinas; tal vez este ha sido el punto central de nuestra experiencia: reconocer nuestra identidad.

El intercambio de correspondencia escolar ha enriquecido nuestro saber, porque la construcción del conocimiento se hace cada vez más completa cuando se establecen diálogos con otros, motiva e incluso fomenta el sentido crítico, pues permite pensar en la mejor manera de dar a comprender el pensamiento y saberes del campesinado bogotano, precisamente las familias del Usme rural, desde, por ejemplo, reconocerse en los gustos culinarios, los animales o los juegos, desde las diferencias entre el paisaje montañoso de Usme y las lindas panorámicas de Alaska cuando el ferri surca el horizonte rodeado de ballenas, o de la celebración del Día de las brujas en el campo y las decoraciones del Halloween en los hogares estadounidenses. El profe Manolo ha recibido preguntas desde Valdefierro, España, sobre sus estudiantes colombianos.

Lea el contenido completo en la publicación Educación y Ciudad del IDEP.

 

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Luis Fernando Burgos
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