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Reflexiones desde la escuela a la ‘Maldita carta a mis maestros’

Cada profesor afecta la vida de sus estudiantes desde su personalidad y estilo de enseñanza. 

Enero 26, 2018

Basado en el texto “Maldita carta a mis maestros” del profesor Javier Pombo y publicada en este portal, Compartir Palabra Maestra.

La situación planteada en el texto, acerca de un estudiante en estado depresivo debido a los prejuicios que se han formado sobre él en la escuela, muestra un escenario de posibilidad para muchos estudiantes que no logran encontrar su lugar en el colegio.

Aparte de eso, la presión familiar puede limitar los horizontes de posibilidad de los muchachos, creando en ellos una sensación de incapacidad frente a las posibilidades u horizontes de vida que puedan alcanzar. De allí que busco realizar una reflexión en la que pueda vislumbrar algunas de las acciones que se podrían realizar en casos reales.

El tema del suicidio genera bastante susceptibilidad al interior de las familias y en las Instituciones Educativas. La adolescencia es una etapa donde los seres humanos enfrentamos fuertes crisis debido a la configuración de nuestra personalidad, generando una sensación de malestar e incomprensión del joven en la sociedad.

Sin embargo, en algunas ocasiones estas crisis se ven aunadas por situaciones familiares difíciles, rechazo del entorno social, estigmatización por parte de la escuela o la familia, etc., poniendo en peligro la integridad del joven. Ante estos casos, es bueno analizarlos desde los diferentes sujetos que intervienen en la vida del joven.

El trato hacia el estudiante

El docente es un profesional que trabaja de manera directa y sensible con seres humanos en desarrollo. De allí la gran responsabilidad que esta profesión tiene, debido a su fuerte influencia y carga emocional que generan las relaciones con los estudiantes. También es una labor que marca impronta en la vida de las personas debido a que son los cimientos que se le brindan a las futuras generaciones. En el caso del suicidio, la intervención de un docente puede ser determinante en la vida de un adolescente.

Ante un caso como este, entra en escena el elemento ético, ya que como profesional se está en la obligación de velar por el bienestar y la formación de los niños y jóvenes a cargo. Ante este deber profesional, el profesor no puede ser indiferente a las situaciones de las que tiene conocimiento y está llamado a intervenir en la búsqueda de soluciones. No es una tarea fácil, pero el diálogo y el acompañamiento son dos herramientas claves parar la resolución de conflictos.

Con respecto al acompañamiento, es importante estar en constante diálogo con la persona, debido a que una de las principales causas de incomprensión por parte de los estudiantes tiene que ver con la sensación de soledad. También se da por la falta de reconocimiento de la condición sexual o étnica de la persona. Ante esto, el docente debe ser un interventor social qué, a través del seguimiento regular a los casos difíciles, oriente y llene de valor e ideas positivas a la persona, con el fin de ayudarlo a mejorar en sus relaciones interpersonales.

Hacia una educación familiar

Otro elemento a tener en cuenta para considerar este caso tiene que ver con la relación familiar. La familia es el núcleo social en el que se forman los principales valores y conductas de los sujetos en una sociedad. Además de esto, se constituye en el primer escenario de vida social de la persona, el grupo donde fortalece su afectividad, donde es amado y aprende a amar.

Sin embargo, en ocasiones la familia no se convierte en un ambiente agradable, sino que se torna tormentoso, donde los niños y jóvenes no viven de manera adecuada. Ante este panorama, se hace necesario fortalecer este ambiente vital.

Los pensamientos de suicidio que manifiesta el joven de la lectura están asociados al ambiente familiar, puesto que afirma que en su casa “le dicen que no sirve para nada y que será un fracasado”. Este tipo de situaciones ocurren con cierta frecuencia en los colegios y afectan a los muchachos en la medida que condicionan sus conductas y su autoestima.

De allí que se hace necesario formar a las familias, y especialmente a los padres, en la cultura del acompañamiento.

Este acompañamiento requiere de una pedagogía familiar que debe cambiar las maneras como los papás tratan a sus hijos y les expresan su cariño. Frente al trato, es necesario que en las familias haya un ambiente de respeto donde el diálogo sea fluido y se puedan expresar las ideas de manera correcta; de lo contrario, surgen los prejuicios y señalamientos en la familia. Ahora bien, esto no significa que se deje de reprender a los hijos por cuenta de una indiferencia que se disfraza de “respeto” o “libertad, debido a que es necesario que la familia le enseñe valores, hábitos y conductas necesarios para la vida en sociedad.

“El docente es un profesional que trabaja de manera directa y sensible con seres humanos en desarrollo. De allí la gran responsabilidad que esta profesión tiene.”

Se debe procurar una pedagogía del amor al interior de las familias que permita fortalecer los lazos entre los miembros de la misma. Por parte del colegio y del docente, se convierte en un compromiso ético e incluso legal el mantener informado a los padres acerca de las cosas que se perciben de los hijos. Sin embargo, el colegio no lo puede hacer todo, necesita del apoyo de las familias.

Colegaje entre profesionales docentes

Por último, aparecen los demás profesores como sujetos que intervienen en el proceso de enseñanza de cada uno de los estudiantes. Cada profesor afecta la vida de sus estudiantes desde su personalidad y estilo de enseñanza. Ahora bien, al interior de los equipos docentes empiezan a aparecer algunas conductas e imaginarios comunes que tienden a clasificar a los estudiantes entre los “buenos”, los “regulares” y los “malos”. Este tipo de clasificaciones impactan la vida de los estudiantes debido a que configuran su personalidad y su autopercepción.

Ante el caso planteado en el texto, es importante establecer una cultura del colegaje profesional, en la que los docentes trabajen juntos por el bienestar de los estudiantes y no por instaurar dictaduras particulares. También, frente a los imaginarios colectivos, es necesario revisarlos y transformarlos con el objetivo de construir procesos educativos que dignifiquen al estudiante.

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Irma María Arévalo González
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