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El directivo docente: ¿agente líder transformador o perpetrador?

Descubra por qué para Mario Ochoa un coordinador puede convertirse en un agente transformador de procesos educativos o en perpetrador de prácticas dañinas.

Octubre 15, 2019

A través de la historia, la escuela se ha preocupado por cumplir con el objetivo principal de formar ciudadanos con las características requeridas tanto por la sociedad como por las pretensiones del Estado (Zambrano, 2014). En este recorrido histórico de la educación, el papel del maestro ha sido fundamental en el proceso educativo y su evolución. Por un lado, y en la mayoría de los casos, el maestro puede convertirse en un instrumento útil de los intereses del Estado y cumplir la labor de perpetuar las instancias de poder o, a través de su práctica educativa y su papel activo en los procesos de enseñanza y aprendizaje, ser un agente líder transformador de la realidad, buscando el mejoramiento de las condiciones sociales y de la vida en comunidad. En este panorama el directivo docente, de acuerdo a la forma como asume su rol y en su ejercicio profesional, puede dejar evidencia del papel que está tomando en el proceso educativo: si es agente perpetrador de una sociedad de control (Zambrano, 2014) o por el contrario, a través de su liderazgo y –con mayor razón– debido a su función de dirección y administración, asume la gran responsabilidad de convertirse en agente dinamizador de procesos de transformación, tanto de las prácticas pedagógicas, como de la forma de administrar los procesos educativos y de aplicar las políticas educativas nacionales.

La ley 115 de 1994 proporcionó herramientas democratizadoras muy valiosas para el ejercicio de procesos educativos más participativos, contextualizados, pertinentes y con un cierto nivel de “autonomía”, que bien apropiadas por una comunidad educativa podrán garantizar que la escuela se revalorice como el mejor escenario de transformación social y motor de cambio de una sociedad; sin embargo, es lamentable observar cómo en algunas Instituciones educativas las prácticas pedagógicas y las prácticas docentes (desarrolladas en el aula en muchas ocasiones) contrastan con lo que el mismo magisterio pregona a la luz de las críticas de las políticas educativas y, por el contrario, encontramos en la actualidad prácticas educativas que muy bien podrían encajar en los modelos educativos del siglo pasado, propiciando de esta manera la intervención y el control del Estado en procesos que podrían y deberían mantener un grado de autonomía con relación a los contextos sociales de las comunidades educativas. Esto fomenta la aparición de políticas educativas estandarizadoras y reguladoras que convierten al docente en un ser con poca conciencia social, desapercibido de su gran responsabilidad en la formación de nuevos ciudadanos y en simple ejecutor de programas académicos.

Considero desde mi óptica que un problema fundamental a revisar lo encontramos en las instituciones formadoras de docentes, donde al analizar sus currículos vemos con preocupación que se da un énfasis primordial en la preparación de profesionales con un alto grado de experticia en saberes disciplinares específicos, pero con grandes deficiencias en su formación pedagógica, falta de profundización en aspectos relacionados con metodologías, didáctica, ambientes escolares, estudio de nuevos modelos pedagógicos y, aún más delicado, con un alto grado de desconocimiento de cómo funciona el sistema educativo colombiano y las políticas educativas actuales. Esta situación dificulta que los nuevos maestros, al ingresar al sistema educativo, puedan empezar con asertividad, propiedad y apropiación los procesos educativos en las respectivas instituciones. Es imprescindible entonces que se realice exhaustivos trabajos de revisión y ajustes a los programas académicos de las licenciaturas ofrecidas por las instituciones de educación superior, para que sean diseñados acorde a las actuales políticas educativas y contextualizados teniendo en cuenta las necesidades de las comunidades educativas de la sociedad de hoy. En el caso de los directivos docentes, el panorama no es el mejor, pues a nivel de pregrado no existen programas académicos que orienten la formación de los directivos y los estudios de postgrado son muy pocos y orientados a la administración educativa. Por tal razón, la gran mayoría de los directivos docentes aprenden en el ejercicio de su propia práctica laboral. Es necesario en este sentido facilitar la preparación académica de los educadores que aspiran a ejercer cargos de dirección.

Por otro lado, encontramos un fenómeno que caracteriza las políticas educativas del modelo neoliberal de gobierno y que busca, con la presunción intencionada del mejoramiento de la calidad del servicio educativo, regular la gestión educativa siguiendo las pautas de la lógica empresarial y de los mecanismos del mercado. “De este modo la institución escolar se transforma en simple servicio cuya calidad se mide por la satisfacción que sobre ella muestran los alumnos, las familias y los docentes, convertidos, respectivamente en usuarios, clientes y personal laboral flexible, móvil y competitivo” (Jódar, 2007, p.152). En este sentido, tendremos que hacer un alto para analizar ¿cuál es el papel del docente en este sistema y hasta qué punto recae sobre los maestros un alto grado de responsabilidad en la pérdida de credibilidad de la calidad de la educación pública frente a la privada? Este es un tema que no se puede abordar sólo desde la perspectiva del quehacer del maestro, pues son muchísimas las variables que entran en juego para dar respuesta al anterior interrogante; sin embargo, no se puede eludir la responsabilidad que nos embarga, que desde mi punto de vista tiene como principal causa el sentido de algunos maestros, afortunadamente escasos, de percibir la labor docente como el cumplimiento de un contrato laboral, maestros que se ubican en una zona de confort con beneficios que garantizan su continuidad en el sistema a través de un mínimo esfuerzo, perdiendo de vista el compromiso social que conlleva la formación integral de los nuevos ciudadanos y, por ende, contribuyendo a un detrimento de la educación y a la perpetuación de las condiciones de injusticia social, de inequidad y fortaleciendo la razón regularizadora y de control del Estado.

En este orden de ideas es necesario que los directivos docentes que no tenemos como meta la perpetuación de las dañinas prácticas pedagógicas retomemos nuestro liderazgo educativo, entendido como la capacidad del directivo de dinamizar, motivar y apoyar sus equipos de trabajo, impulsando con su ejemplo a construir una capacidad de mejora al interior de las Instituciones. Ejercer el liderazgo educativo implica saber compaginar las funciones administrativas y pedagógicas para así centrar el interés en la razón de ser de la escuela: el aprendizaje, crear en la medida de las posibilidades y de su gobernabilidad condiciones favorables para el mismo, compartir el liderazgo, promover la cooperación entre los docentes para mejorar sus prácticas de aula y desarrollar apropiación en la comunidad educativa de las metas y objetivos institucionales.

Para lograr este liderazgo educativo en los directivos docentes también se requiere revisar algunos factores externos que tiene que ver con políticas educativas que vuelvan atractiva la profesión del directivo docente, representada en mejores condiciones salariales, formación permanente que responda al incremento de funciones y responsabilidades que demandan las recientes reformas al sistema educativo y cualificación en los principales aspectos que se requieren para ejercer con propiedad el liderazgo y gestión de las instituciones educativas: liderazgo, gestión académica, gestión administrativa, gestión de los recursos y gestión de la comunidad, del clima institucional y convivencia escolar. En este sentido, el directivo docente tiene que ejercer un papel “transformador”: estimular y desarrollar un clima de colaboración donde el liderazgo sea compartido por los diferentes actores del proceso educativo, contribuir al desarrollo profesional de sus profesores e incrementar la capacidad de la institución educativa para resolver sus problemas y conflictos.

Nos corresponde pues, en una acción decidida, a los docentes y directivos docentes cambiar el discurso del malestar (Zambrano, 2014), asumir el gran reto de resignificar y revalorar con nuestras prácticas el sentido transformador de la educación y recuperar la credibilidad en la educación pública, vista en la mayoría de los casos como la única alternativa que tienen los pueblos para, a través del proceso educativo, lograr un sentido crítico de ver y afrontar la vida y transformar la sociedad en la búsqueda de un mejor país para todos los colombianos.

Referencias:

  • Zambrano, A. (junio, 2014). Ser docente y sociedad de control “Lo oculto en lo visto”. Praxis & saber. Revista de investigación y pedagogía. Maestría en Educación. Uptc, 149-164.
  • Jódar, F. (2007). Ensayo sexto. La escuela del neoliberalismo. 143-164.
  • Martínez, P. Redondo, P. (2006). Educación, pobreza e igualdad: del “niño carente” al “sujeto de la educación”. Igualdad y educación escrituras (entre) dos orillas. Buenos Aires, 13-31.

Imagen  Igor Link en Pixabay

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Coordinador de la Institución Educativa Oficial rural Villacarmelo, Santiago de Cali.
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Rubén Darío Cárdenas
Gran Rector Premio Compartir 2016
Concibo al maestro como la encarnación del modelo de ser humano de una sociedad mejor. Él encarna todos los valores que quisiera ver reflejados en una mejor sociedad.