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Lecciones de innovación con Internet Explorer

El fin del soporte de las versiones de Internet Explorer deja importantes lecciones de un navegador web que estuvo en la gloria y perdió paulatinamente la popularidad entre sus usuarios.

Enero 14, 2016

A partir de este 12 de enero, Microsoft dejará de darle soporte a las versiones 8, 9 y 10 del legendario navegador web Internet Explorer[1]. Dicho navegador, abreviado también como IE, vio la luz por primera vez en 1995 al aparecer como una herramienta adjunta del sistema operativo Microsoft Windows. Pero luego de gozar una popularidad absoluta, distintos inconvenientes hicieron que los internautas optaran por otras alternativas y su éxito fuera opacado significativamente. A pesar de la finalización del soporte de estas antiguas versiones, el producto seguirá vigente con su versión 11 y en la próxima edición del sistema operativo cambiará su nombre a ‘Microsoft Edge’.

 Internet Explorer no respetaba estándares de diseño, seguridad informática o arquitectura web (entre otros criterios) y esas fallas fueron el pretexto perfecto para que otras alternativas surgieran. Los pilluelos de la red además hicieron de las suyas con los diferentes huecos de seguridad que ofrecía la herramienta, lo que generó una percepción nociva de parte de los usuarios.

Debido a que venía de manera predeterminada con dicho sistema operativo, su grado de uso era supremo entre la mayoría de los internautas, con niveles que ascendieron a más del 95% entre los años 2002 y 2005. Sin embargo en años recientes su popularidad decreció de manera significativa y nuevos actores como Mozilla Firefox y Google Chrome terminaron el reinado de este explorador legendario.

Diseñadores web, desarrolladores e ingenieros de sistemas celebran la noticia de la finalización del soporte de este navegador, ya que esto llevará a su eventual desuso y olvido. La razón de ello se debe a que Internet Explorer tenía características especiales que obligaban a que a la hora de hacer un sitio o una aplicación web, se tuviera que hacer un doble trabajo para los usuarios de esta herramienta. En ese sentido, Internet Explorer no respetaba estándares de diseño, seguridad informática o arquitectura web (entre otros criterios) y esas fallas fueron el pretexto perfecto para que otras alternativas surgieran. Los pilluelos de la red además hicieron de las suyas con los diferentes huecos de seguridad que ofrecía la herramienta, lo que generó una percepción nociva de parte de los usuarios.

Aunque en el pasado, navegadores como Netscape estaban disponibles para los usuarios y gozaron de cierta popularidad, solo hasta el 2010 la creciente popularidad del navegador Google Chrome se convirtió en una amenaza seria para el ‘Imperio Explorer’. La herramienta surgió en el 2008 y fue desarrollada por Google, con un modelo totalmente distinto al que había planteado su antecesor. Era una herramienta libre, gratuita y de código abierto a la que podrían contribuir sus usuarios y otros desarrolladores a mejorar. Por ello, una gran cantidad de modificaciones, gadgets y plugins surgieron, lo que hicieron que esta herramienta mejorara sustancialmente en cuestión de poco tiempo. Un auge parecido vivió también el navegador Mozilla Firefox, que aunque fue lanzado inicialmente en el 2002, su popularidad creció casi a la par que el navegador Google Chrome y entre ambos, pusieron en jaque la soberanía de Internet Explorer.

En este sentido, hay algunas lecciones de innovación que podrían tomarse a partir de la experiencia con Internet Explorer, puesto que a pesar de ser el preferido por los usuarios en una época, eso no implicaba que necesariamente fuera la mejor alternativa a la hora de navegar en la red. Internet Explorer se ‘durmió en los laureles’ y no estuvo al día con los comentarios de sus usuarios ni las debilidades que estos denunciaban.

Asimismo, también se encargó de hacerle la vida más difícil a quienes de cierta forma, construían y diversificaban el contenido a la que este explorador debía su existencia. Sin páginas web no tiene sentido tener un navegador y en Microsoft ignoraron este importante hecho, lo que generó un murmullo negativo de parte de varios sectores.

La actitud totalmente etnocéntrica de Internet Explorer no es el mejor camino para la innovación y forma parte del declive de esta herramienta, que pasó de la gloria a la penuria en una década. Sus opositores aprovecharon sus limitantes para ofrecer un servicio abierto, que con ayuda de los usuarios tuvo mejores contribuciones y creaciones que provocaron un progreso acelerado. Por lo pronto, algunos celebran la salida de este navegador. La gran lección entre líneas es que quien no escucha a sus usuarios y no está atento a sus necesidades, está condenado a fracasar. Una premisa que debe ser constante a la hora de pensar en innovación y creatividad.

[1] Información tomada de: http://www.semana.com/tecnologia/articulo/el-triste-adios-de-internet-explorer/456495-3

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Comunicadora social y periodista
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María Del Rosario Cubides Reyes
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