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Maestros y rectores muestran que la educación inclusiva es posible

Tres profesores cuentan cómo han logrado superar las barreras y sensibilizar a colegas, estudiantes y familias para hacer posible la educación inclusiva, definida en el Decreto 1421 de 2017.

Diciembre 26, 2018

En las aulas de la Institución Educativa Técnica Agropecuaria La Buena Esperanza, en Turbaco (Bolívar) se ve al docente Jacinto Blanco enseñando o apoyando en la escritura braille, en el manejo del ábaco o en el refuerzo de las materias a alumnos de diferentes cursos que, como él, tienen discapacidad visual. “El profesor Jacinto es una de las fortalezas que nos ha permitido avanzar en la atención educativa a estudiantes con diferentes discapacidades. Él nos ha aportado desde su perspectiva y nos ha ayudado en el desempeño en el aula y en los materiales”, afirma Emilse Zárate, profesora de la misma institución.

La docente recuerda que hace 18 años se pusieron en la tarea de escolarizar a todos los niños. “Teníamos un aula especial pero cuando en 2013 se empieza a hablar de inclusión de todos los estudiantes en las aulas regulares, decidimos que era lo mejor”. Así empezó el trabajo, primero en la preparación de los docentes y, luego, de manera paralela, en la sensibilización de estudiantes y sus familias.

Dos de las barreras que se han encontrado en el camino han sido la falta de adecuación de la infraestructura y de producción de materiales para la enseñanza, en ambos han logrado dar pasos importantes: el primero con algunas rampas y, en el segundo, con la creatividad de ‘los profes’ que los fabrican. Hoy disponen de reglillas para leer, ábacos e incluso de un programa de software lector que convierte el contenido de la pantalla en sonido para que de esta manera el usuario pueda acceder o navegar sin necesidad de ver.

Por eso, con la llegada del Decreto 1421, expedido en agosto de 2017 y con el cual Colombia reglamentó la atención educativa a la población con discapacidad en el marco de la educación inclusiva, la institución se fortaleció aún más y ahora es un ejemplo a seguir. “El 27 de septiembre estuvimos en un foro departamental en un ejercicio de sensibilización para nuestros compañeros de otros municipios para que entiendan que sí es posible”, dice con orgullo Zárate.

 

Sin diferencias

Al igual que en La Buena Esperanza, el Instituto Integrado de Comercio, en la vereda Francisco de Paula, en Barbosa (Santander), los docentes empezaron a trabajar por la inclusión de niños y jóvenes con discapacidad en el sistema educativo. “En 2003 teníamos un aula para estudiantes con discapacidad auditiva, pero luego se fue convirtiendo en una multigradual porque nos empezaron a llegar niños y jóvenes con otras discapacidades”, recuerda Yasmín Ardila Medina, docente y quien ha liderado el tema con el apoyo de colegas y directivas de la institución.

El primer reto estuvo en la flexibilización del Plan Educativo Institucional (PEI). Necesitaban uno que les permitiera integrar a los estudiantes con capacidades diferentes en temas como el método de evaluación y el desarrollo de competencias. Luego vino el trabajo con docentes, alumnos y familias. Para ello crearon una escuela de padres, y con videos y talleres llevaron a cabo diferentes sensibilizaciones con todos sus estudiantes.

“Los estudiantes de grado once, como parte de su trabajo social, nos ayudan a crear materiales en alto relieve. Aquí ningún alumno es diferente, incentivamos mucho el trabajo cooperativo, no hacemos diferencias y todos participan en las actividades que llevamos a cabo”, afirma Ardila.

Gracias a ese arduo trabajo, este año se gradúan las primeras promociones en las que se encuentran jóvenes con capacidades diferentes. De acuerdo con la docente Ardila, la institución cuenta con 3.500 alumnos en sus nueve sedes de primaria y 105 de ellos tienen alguna discapacidad. “Para aquellos que van en bachillerato, sí tenemos una sola sede”, explica.

 

Solo diferentes formas de aprender

En la Institución Educativa Juan Pablo II  los estudiantes de grado 4 y 5 recolectaron información, mitos y leyendas sobre el Volcán Galeras y lo plasmaron en un libro digital con audios y videos en lenguaje de señas para que todos, con o sin discapacidades, aprendan de la misma manera. El profesor Héctor Burbano cuenta que los mismos estudiantes fueron quienes decidieron que el libro fuera un material de consulta para todos los alumnos, con o sin discapacidad.

Desde la creación del libro, los alumnos de quinto grado leen 15 minutos y ven el video con lenguaje de señas. Luego, entre todos trabajan en entender esas señas y se discute sobre el tema visto. “El Decreto 1421 es un buen impulso. Tener con regularidad el intérprete en el aula que nos enseñe a todos, es de gran ayuda”, afirma Burbano, quien cuenta que se interesó en el tema por una estudiante con discapacidad auditiva.

“Muchos colegas me cuestionaron… que para qué me metía en eso, que no teníamos más alumnos con discapacidad en el colegio. Pero me pareció importante”, cuenta el profesor que no abandonó la idea y buscó asesoría. La encontró en Alicia Riascos, la coordinadora regional del Programa Departamental de Educación Inclusiva, quien lo conectó con quienes conocían del tema y así formaron el equipo de trabajo que, junto con los estudiantes, llevaron a cabo los videos con lenguaje de señas.

El docente está convencido de que los niños tienen diferentes formas de aprender y por eso hay que ofrecerles herramientas que les faciliten el aprendizaje a todos. Es por ello que actualmente, el profesor y sus ‘Ángeles de la ciencia’, como llamaron al grupo que trabaja con él, están liderando la creación de un dispositivo que permita la escritura simultánea en braille y así, cuando se lea en el aula, los estudiantes con discapacidad visual no tengan barrera alguna.

Burbano, Zárate y Medina están convencidos de que en el aula no debe haber diferencias y que todos sus alumnos, sin excepción, son parte de la sociedad. Sin duda son un ejemplo a seguir y es por eso que su experiencia, en la que todos aseguran haber tenido un apoyo de colegas y directivos, forma parte de las 50 más significativas en el país, según el Ministerio de Educación y la Fundación Saldarriaga Concha. Los tres participaron de los encuentros que el ministerio y la fundación realizaron entre octubre y noviembre en diferentes regiones con docentes y rectores, quienes conocieron las experiencias y escucharon atentos a sus colegas para replicar lo aprendido.

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Irma María Arévalo González
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