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¿Para qué la Filosofía?

Hallar la respuesta a cómo concebimos la Filosofía nos dará un acercamiento a cuán críticos y reflexivos somos.

Septiembre 20, 2019

Devenir, ser, cosmología, existencialismo y un gran etcétera son términos que llegaron a mí en mi época de colegio, junto con una frase que se convertiría en mi mantra: “No nos bañamos dos veces en el mismo río”. Nombres de filósofos, escuelas, teorías, frases y relatos fueron la materialización del mundo filosófico en mi proceso educativo. Pero, más allá de asignar una valoración a esta forma de acercar la praxis filosófica a niños y jóvenes de básica y media, ¿qué tal si nos preguntamos a qué otras alternativas pueden apelar los maestros que tienen el reto de desarrollar y potenciar el pensamiento filosófico en niños? Y, no menos importante, ¿con qué objetivo hacerlo?

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Propongo un ejercicio: Tratemos de cavar en lo profundo de nuestra memoria (para algunos no presupondrá mucho esfuerzo). ¿Recuerdan el nombre de su docente de Filosofía?, ¿recuerdan cómo eran las dinámicas de la clase?, ¿qué sensación aparece… quizás apatía? Mano arriba quienes, sin ánimo de fantochería, le profesaban cierto encanto a esta disciplina o, como algunos la llaman, la ciencia de las ciencias.

Sí, también levanté la mano. Quienes no, no se preocupen. Esta reflexión (un tanto catártica) está pensada justamente por y para ustedes.

Debo reconocer que el haber desarrollado un encanto por la Filosofía no me hace precisamente alguien consciente de su trascendencia, al menos no en aquella época de colegio, ni poco después. El descubrimiento de cuán valiosa es llegó recientemente, ¡qué curioso! Y entonces, ¿qué significaba la Filosofía para mí, allá en el 2005? Nombres. A eso se reducía. Y a pesar de no presumir de grandes habilidades memorísticas, retuve nombres de filósofos, corrientes, teorías y términos. Pero, y aquí viene la segunda pregunta, ¿eso es Filosofía? Probablemente sólo es una pequeña parte, esa es otra discusión. Sin embargo, sí podría asegurar algo: no es quehacer filosófico.

Así que la pregunta clave para docentes, estudiantes, padres de familia, instituciones educativas y gestores de Política Pública podría ser ¿cómo hacer Filosofía? E incluso propongo otra, una que daría dirección a la anterior: ¿con qué objetivo hacer Filosofía?

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Si el objeto de la Filosofía en el desarrollo educativo de los estudiantes es retener nombres, mi proceso educativo estuvo bien enfocado. Ahora, ¿de qué me sirve saber que Søren Kierkegaard es el padre del existencialismo alemán? Ese es otro cuento.

¿Qué tal si hacemos una lectura de nuestra existencia a partir del cómo es nuestra relación con los otros? ¿Qué tal si hablamos de convivencia en los colegios a través de preguntas que apunten a una lectura de nuestro entorno e incluso de nuestra sociedad? No tengo respuestas, sólo preguntas. Creo que podríamos hacer una lectura del mundo a la luz de aquellas teorías filosóficas y corrientes producto de las inquietudes de quienes hace muchos años, e incluso recientemente, se han preguntado lo mismo.

Probablemente hayan más relatos como el mío. De hecho, encontraremos personas que conciben la Filosofía desde las sensaciones de apatía y rechazo producto de una enseñanza pedagógica que no apostó por el desarrollo de habilidades críticas y reflexivas en sus estudiantes, y –sin embargo– hoy nos hacemos una y otra vez la misma pregunta: ¿por qué tomamos las decisiones políticas que tomamos?

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Photo by Pedro Sandrini from Pexels

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Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.