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Alfabetismo numérico

Rapidez, exactitud y alfabetismo numérico: algunas características que la formación de hoy requiere.

Marzo 1, 2016

Hace más de 30 años, en 1985, el autor italiano Italo Calvino (1923-1985) fue invitado a ofrecer un ciclo de conferencias en Harvard. Falleció poco antes de las fechas previstas. El tema: características de la literatura en el siglo XXI.

Las conferencias se convirtieron en una breve obra, Seis propuestas para el siglo XXI. Los rasgos de la nueva literatura, según Calvino, serían levedad, rapidez, exactitud, visibilidad, multiplicidad y consistencia. Son el espejo de nuevas condiciones del contexto en que los individuos y comunidades del siglo XXI nos relacionamos entre nosotros.

Se trata de características determinadas por la forma como los seres humanos vivimos en el mundo moderno: asediados por la velocidad y complejidad creciente de procesos como la movilidad urbana y la información (asociada con los vertiginosos cambios en las tecnologías digitales de la información que no solo aceleran los flujos de datos, sino que multiplican su volumen), por la automatización de múltiples trámites (desde los notariales y los pagos tributarios hasta los bancarios), los adultos, jóvenes y niños del siglo XXI despliegan sus rutinas bajo reglas de juego desconocidas hace tan sólo unas pocas décadas atrás.

En tal contexto, la lectura e interpretación de determinados códigos requiere de formas de alfabetización que superan el concepto tradicional de saber leer y escribir. Específicamente, la alfabetización numérica juega un papel de primera línea (también denominada “alfabetización cuantitativa”).

De acuerdo con Andrew Hacker*, el dominio de aspectos tan sencillos como son los decimales y las tasas (porcentajes, crecimiento) forman parte de de los requisitos mínimos de alfabetismo en el mundo contemporáneo, tanto como los sustantivos y los verbos. Números y palabras son parientes cercanos.

Según Hacker, no se trata de inundar los currículos educativos con temas complejos en el campo de las matemáticas, sino de desarrollar la competencia de interpretar información numérica en la vida cotidiana, incluyendo la capacidad de realizar, mentalmente, cálculos simples.  Más aún, se trata de consolidar el papel de una ciudadanía bien informada (y crítica) de cara a la inundación de información de diversa índole que tiene que ver, directa o indirectamente, con la comunidad y los individuos que la componen.

La posibilidad de observar e interpretar correctamente gráficas y datos sencillos que a diario están presentes en los medios de comunicación, incluyendo los digitales, permite a los ciudadanos liberarse de los sesgos que, con frecuencia, están presentes en la información.

Información relacionada con el rendimiento de los fondos de pensiones, con la devaluación de la tasa de cambio, la evolución de las acciones, el rendimiento de los estudiantes de la educación básica y media, el crecimiento de la economía, la evolución de las quejas y reclamos de los proveedores de servicos de telefonía móvil, el uso del agua en la factura del acueducto, la distribución del ingreso,  los recortes en el presupuesto público, son solo algunos de los terrenos que inciden en la vida de las personas.

Se habla hoy de “estadísticas ciudadanas”, haciendo referencia a un conjunto de datos que no deberían ser considerados patrimonio de especialistas. De tal manera, ciudadanos alfabetos, en el nuevo sentido de la expresión, son ciudadanos críticos, “que no tragan entero”. Podrán ejercer sus deberes y derechos de manera informada y consiente, y podrán elegir a sus representantes políticos realizando seguimiento a sus ejecutorias.

*Andrew Hacker, The Wrong Way to Teach Math, The New York Times, Febrero 27 de 2016 (Opinión).

 

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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