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El Contrato Pedagógico, un herramienta de aprendizaje flexible, incluyente y reflexiva

En tiempos de crisis se hace necesario crear currículos y planes de clase flexibles, que partan de la concertación entre alumnos y maestros.

Abril 23, 2020

Al inicio del aislamiento escolar en el programa radial “Cúcuta Educa”, el director me preguntó: ‘’ ¡Profe! el 20 de abril llegan los estudiantes, ¿Usted qué les va a decir y hacer?’’ Pregunta que desafió mi imaginación, sembrando dudas e incertidumbres. ‘’Hay que esperar que llegue el momento para ver cómo van a reaccionar los estudiantes en el reencuentro’’, le dije en ese momento

Este cuestionamiento me hizo pensar que la crisis de aislamiento nos ha movilizado, causándonos retorno a re-descubrir y valorar el cajón de los juguetes guardados. Tal vez haya que recurrir a la paradoja de Saramago en “Ensayo sobre la Ceguera” de cómo, a pesar que la cuarentena nos enfrente cada vez con más primitivo que existe en la naturaleza humana: la voluntad de sobrevivir a cualquier precio, el aislamiento nos invita a recuperar la lucidez y rescatar el afecto como desafíos y como reflexión de la ética del amor y de la solidaridad.

Ahora que los estudiantes regresan a sus clases dirigidas de manera virtual o asistida físicamente para continuar el año escolar, me surgen preguntas que tal vez sean las mismas de mis colegas; ¿Qué hacer para que mis estudiantes puedan alcanzar un aprendizaje flexible, incluyente y reflexivo? Como maestro, ¿cómo voy a ajustar mi capacidad mental o inteligencia en función del aprendizaje de los estudiantes? ¿Qué ajustes voy a hacer como maestro para adaptarme y provocar nuevos escenarios de aprendizaje? ¿Cómo aprovechar las apps para habilitar el aprendizaje? 

Si bien el supuesto que direcciona la perspectiva educativa en nuestras escuelas, considera al alumno-a como principal protagonista y responsable del aprendizaje, y al maestro como facilitador y orientador de la experiencia en un espacio de libertad, bajo las circunstancias que estamos viviendo por la crisis sanitaria COVID19, cabe integrar a esta perspectiva la propuesta del contrato pedagógico; una alternativa cuya finalidad es que los alumnos puedan desarrollar su aprendizaje a partir  de experiencias contextualizadas que les permitan ver, interpretar y actuar sobre su propia realidad.

El Contrato Pedagógico, entendido como la negociación curricular entre el maestro y el alumno, emerge como imaginario social frente a la necesidad de los docentes de imaginar y crear nuevas alternativas de prácticas de enseñanza en medio de las limitaciones, para garantizar aprendizaje profundo. Partiendo de la tesis de que el currículo es un proceso reflexivo y dinámico.

Ahora bien, teniendo en cuenta esta idea del Contrato Pedagógico, podríamos ubicar los siguientes desafíos: ayuda a entender que planificar experiencias de aprendizaje reflexivo y contextualizado, es una manera de reaccionar ante la reproducción cultural (saturación de información), motivando a los sujetos de enseñanza y de aprendizaje (maestro- alumno) a cambiar las circunstancias.

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De otra parte, el Contrato Pedagógico tiene en cuenta el espacio y el tiempo del estudiante, provocándole interés y organización en sus métodos y hábitos de estudio en casa. Además de estimular el diálogo y la negociación interdisciplinar de saberes entre maestros, para no llegar individualmente a abarrotar de trabajos y actividades al estudiante. Sumado a lo anterior, moviliza la contextualización de los saberes donde el estudiante pase de ese ámbito del mundo de la intuición (mínimo de significados) al mundo de lo racional (Significados profundos).   

De igual forma, el Contrato Pedagógico, exige al maestro definir y comunicar un plan de evaluación, donde indique qué actividades van a ser objeto de evaluación, cómo las va a evaluar (formatos y uso de rúbricas) y en qué momentos. Esto requiere del estudiante estar atento para presentar sus evaluaciones en diversos formatos, evitando “el todo vale” y teniendo en cuenta las rúbricas exigidas por el maestro. Las actividades que promueva han de permitir el desarrollo del pensamiento crítico, la autonomía y la transformación personal, del estudiante y del maestro, evitando actividades inertes, ingenuas, rituales y pobres, haciendo una apuesta por el aprendizaje que requiera de la indagación y la reflexión permanentes.

 


Imagen pixabay.com

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Invitó a sus estudiantes a armar pieza por pieza un rompecabezas mental cuya imagen final dejaba ver la realidad del país.