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Entrevista a David Manzur: “el arte es impreciso, impredecible, mágico”

Uno de los grandes pintores colombianos habla de su fábrica de ilusiones. 

Enero 21, 2018

Palabra Maestra – ¿Qué le diría usted a un docente sobre el qué y cómo enseñar arte a niños y niñas?

David Manzur – Enseñar arte a los niños es muy peligroso, porque el niño es todo un centro de recepción. Si usted se equivoca, esa equivocación le va a durar toda la vida. Lo que usted diga va a ser tomado por él como una verdad. Por eso digo que no deberían existir profesores de arte. Lo que se debe dar es información visual, poner en contacto a los estudiantes con los grandes de la pintura o de la música o de otras áreas. ¿Para qué? Para despertar la sensibilidad, la vocación si se tiene. Para despertar una dimensión del pensamiento que no hace referencia a lo útil, a lo inmediato. Lo útil e inmediato es aprender a leer, aprender a cocinar, aprender matemáticas. Pero el arte no tiene ese carácter urgente de necesidad. El arte es contemplativo en todas sus formas e invita a reflexionar. Yo jamás he enseñado arte. Cuando tuve mi taller y cerré porque me parecía una fábrica de ilusiones, lo que medianamente hice bien fue proporcionar información acudiendo a los medios audiovisuales a través de unos videos que combinaban también la música.

P. M. – ¿Eliminar a los profesores de arte? Esa es una afirmación fuerte…
D. M. – Sí, lo es. Le voy a decir por qué. Todo profesor de arte influye en la mente de los estudiantes a su manera. Mi propuesta es que en cambio ponga en la pantalla todas las exposiciones…

P. M. – Pero si lo que hace ese maestro es abrir la sensibilidad, mostrar, enseñar caminos para expresarse…
D. M. – No, yo no soy muy partidario de eso. Si alguien es músico y le gusta, eso resulta inútil. Más bien, si entra en el ambiente de la música va a descubrir por sí mismo qué mecanismos tiene la música, qué hay detrás de ella y va a buscar más y más compositores. Lo importante es abrir la primera ventana y que el niño o joven diga: “yo no sabía que eso existía”.

P. M. – Y eso ¿cómo se hace?
D. M. – Mi propuesta es que las personas sepan que existen las artes, por ejemplo, a través de las casas de la cultura. Y no solamente las artes visuales. Que vean libros, novelas, películas. Que escuchen música. Ahora, la contemporaneidad mundial tiene una responsabilidad dentro de lo visual. Lo digital hoy en día permite hacer maravillas. Imaginemos un pequeño grupo de escolares que por primera vez ve la relación entre un Rembrandt y un Picasso, una sinfonía y un poema de los grandes. Les empieza el cerebro a trabajar.

P. M. – ¿Entonces el arte no se enseña?
D. M. – Exactamente, el arte no se enseña. El ser humano nace con una predisposición a lo que sea, inclusive si tiene predisposición de asesino, casi se puede decir que nace como tal, pero se pueden desviar esas conductas hacia lo mejor a través de la enseñanza. Pero con el arte es distinto. Yo no puedo nombrarme como maestro de arte y gracias a un programa, hacer que una persona se vuelva artista. Eso es engañarla. Por eso afirmo que una escuela de arte es una fábrica de ilusiones, donde casi siempre sale frustrada la persona.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Luis Fernando Burgos
Gran Maestro Premio Compartir 2001
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