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¿Existe el buen maestro?

Los buenos maestros sí existen y es pertinente pensar en algunas de sus características para reflexionar sobre el quehacer docente.

Mayo 12, 2015

Lo que hacemos las personas suele calificarse como bueno o malo, asunto que depende del contexto histórico y cultural. Así, un odontólogo no es significativamente bueno o malo; su quehacer es catalogado en términos de una buena o mala práctica, en relación con acciones concretas de su quehacer profesional. Lo propio sucede con las acciones de los maestros y se dice: este es un buen profesor; aquello que se califica es si sus prácticas son adecuadas o no con su ser de profesional de la educación, es decir si desarrolla buenas prácticas.

Ahora bien, calificar a los maestros como buenos o exitosos resulta siempre controversial. Algunos piensan que si se habla de buenos maestros se puede caer en extremos en que se ponen como metas valores absolutos que los seres humanos no podemos alcanzar. Igual sucede con la categoría exitoso, en la que se puede llegar a pensar que se es un maestro exitoso si se alcanzan los resultados que se exigen socialmente, como por ejemplo los resultados en las pruebas. Lo propio ocurre con la categoría mejores maestros, donde se evidencia que existen otros que no lo son tanto. También sucede algo similar cuando hablamos de maestros significativos, profesores excelentes o profesores ejemplares, vocablos todos con una gran carga conceptual. No obstante, no hay que tenerle miedo a hablar de buenas prácticas o de buenos maestros, pero hace falta reflexionar seriamente sobre ello sin caer en los absolutismos.

Con todo, las anteriores tensiones remiten a las prácticas que desarrollan los profesores, las cuales, sin lugar a dudas, son calificadas de acuerdo con la pertinencia de las mismas. En este sentido podemos hablar del buen maestro, quien es reconocido como tal por los estudiantes, padres de familia, colegas, entre tantos actores. Con estos presupuestos, a continuación, propongo algunas características, siempre provisionales, para configurar el polémico concepto de buen (mejor, significativo, exitoso, ejemplar) maestro:

  • Comprende sus propias prácticas. Sabe qué es aquello que lo hace maestro e intenta comprender los asuntos técnicos y disciplinares en relación con los saberes provenientes de la teoría educativa y, especialmente, a partir de su quehacer.
  • Se ocupa de sus prácticas. No basta con entender aquello que sucede con su actuar, el maestro debe ocuparse de eso que hace. Ocuparse remite a no solo hablar sobre sus prácticas, sino que lleva a transformarlas, administrando el aula, por ejemplo o inventando nuevas rutas didácticas.
  • Se compromete políticamente. La política, entendida como el actuar en conjunto para trasformar asuntos concretos, es parte del ser del maestro. Un compromiso de este orden lleva a la participación ciudadana y a la responsabilidad de la acción colectiva.
  • Entiende que sus prácticas son públicas. Las acciones de los maestros están a la vista de todos y en eso estriba su importancia; así al ser públicas existe una responsabilidad compartida para con su quehacer, el cual implica lo pedagógico pero se emparenta más con el orden ético y político.
  • Diseña el practicum reflexivo. El maestro debe concentrarse en proporcionar experiencias educativas a los estudiantes, por ello el practicum (situaciones prácticas concretas) es de importancia axial, especialmente cuando permite que reflexivamente los estudiantes se acerquen a vivencias experienciales que fortalecen las relaciones de enseñanza y aprendizaje.
  • Investiga. La investigación sobre lo educativo no puede seguir estando reservada a una suerte de iniciados que habitan las universidades y que en la mayoría de los casos se han desconectado de las aulas. El buen maestro, ha de asumir la investigación como forma de constitución de su subjetividad y, en consecuencia, asume las prácticas como centro de su indagación investigativa.
  • Cuestiona y propone teoría educativa. La teorización sobre lo educativo pocas veces proviene de los maestros, por ello es vital que el buen maestro se atreva a cuestionar los horizontes teóricos impuestos, poniendo en crisis conceptos que se han naturalizado en la educación y desde allí pueda proponer teoría educativa a partir de la comprensión de las propias prácticas.
  • Configura Comunidades de Práctica (CP). No basta con transformar las prácticas, se debe llegar también a conformar equipos de profesores liderados por los mejores, en los que se transforme la teoría educativa y se investigue sobre el quehacer colectivo del maestro, por medio de la ejemplaridad.

Las anteriores consideraciones, solo son un pretexto para pensar que sí puede llegar a existir el buen profesor, quien se destaca por sus prácticas. En estos términos, hablar de mejor maestro, maestro exitoso, profesor ejemplar o cualquiera que sea el calificativo que busque exaltar la excelencia del quehacer docente, tiene que ver con asumir que si es posible tender a unas acciones que socialmente son consideradas como buenas practicas, esas que desarrolla el buen profesor.

Para saber más:
Maestros ejemplares y prácticas ejemplares

 


Diego Barragan, Gran Maestro 2004. Profesor investigador de la Universidad de La Salle. Doctor en educación y sociedad por la Universidad de Barcelona, España.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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