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No hay muerto malo ni plan nacional de desarrollo bueno

Cuando los años vividos son más que los que tenemos por vivir, los entierros se vuelven situaciones cotidianas. Allí, en medio de la tristeza, rendimos un homenaje a quien se fue y lo recordamos solo en su grandeza. Como dice la sabiduría popular: no hay muerto malo.

Febrero 17, 2015

A medida que nos hacemos viejos, además de entierros, acumulamos también planes de desarrollo. Cada cuatro años asistimos, algunas veces de manera más activa que otras, a la elaboración y socialización del Plan Nacional de Desarrollo y, así como en los entierros, las situaciones se repiten de manera idéntica. El gobierno de turno equilibra las promesas y los compromisos de campaña con el presupuesto nacional y el país recibe de manera escéptica el Plan.

Las críticas no se hacen esperar. Ningún sector se ve representado, a la ciudadanía nada le sirve, todos los congresistas encuentran miles de fallas y debilidades y los medios de comunicación acribillan con preguntas al gobierno para dejar en evidencia todo lo que el nuevo Plan no es. La sabiduría popular tendrá entonces que decir: no hay plan de desarrollo bueno.

El Plan de Desarrollo que se está debatiendo actualmente se enfrenta, por supuesto, al ánimo negativo (o constructivo, dicen algunos) que reina en estas situaciones. Por lo tanto, considero importante iniciar resaltando algunos aciertos. Se evidencia un esfuerzo por reconocer y dar respuesta diferenciada a las regiones, poblaciones y sectores del país y por organizar un discurso coherente alrededor de la equidad, la paz y la educación. Específicamente, para el sector educativo se encuentra un plan de trabajo para todos los niveles educativos (desde primera infancia hasta superior) y se hace mención a cinco aspectos adicionales: creación de un estado transparente, moderno y eficiente, desarrollo del Sistema Educativo Indígena Propio, eliminación del analfabetismo, fortalecimiento del bilingüismo (inglés) y potencialización de las capacidades y los talentos excepcionales.

Es un plan exhaustivo en lo educativo pero, desafortunadamente, deja algunas dudas sobre el manejo que se le da a algunos temas, como por ejemplo, al de la educación terciaria. El año pasado el sector de la educación superior entregó al país un documento riguroso y extenso, en el cual  se señalaban las grandes y urgentes necesidades del sector y se marcaba el camino que había que recorrer para construir un sistema que ofrezca oportunidades de desarrollo a los jóvenes y al país. Este estudio quedó reducido a solo una de las siete metas trazadoras del capítulo de educación: pasar de 14,2 a 20% en la tasa de cobertura de alta calidad en educación superior (porcentaje de universidades o programas acreditados).

De otra parte, con evidencia teórica y empírica la Fundación Compartir demostró que la mejor y más efectiva inversión que un país podía hacer era aquella destinada al mejoramiento de la calidad de los docentes. En consecuencia,  la Fundación entregó al gobierno una hoja de ruta con propuestas específicas que son incluidas en las bases del PND. Sin embargo, no existe ninguna meta trazadora al respecto. No hay metas sobre el mejoramiento docente.

En otras palabras, no hay metas que den cuenta de los cambios radicales que se deberían iniciar si la transformación educativa fuera una realidad. Las metas establecidas son el incremento del porcentaje de colegios oficiales con  altos resultados en las pruebas SABER 11, el de la población que mejora los logros en las pruebas SABER 5, el de los estudiantes con nivel B1 o superior en inglés, el de la tasa de cobertura neta en educación media, el de los estudiantes con jornada completa y el de los instrumentos desarrollados para el ingreso de Colombia a la OCDE.

Todo parece indicar que no estamos asistiendo a la construcción de la Colombia educada con la que soñamos en la campaña electoral. La promesa fue otra vez, solo eso: una promesa.

El Plan de Desarrollo del segundo gobierno de Santos no iniciará la transformación educativa y tampoco la del país. Por lo tanto,  continuaremos muchos años más en el subdesarrollo sin caminar hacia la puerta de salida. Este tampoco es un plan de desarrollo bueno.

Y desafortunadamente, con los planes de desarrollo no ocurre como con los muertos, que en su mayoría no eran tan buenos y perfectos como los queremos recordar. Por el contrario, los planes de desarrollo si son tan malos como la crítica lo evidencia. Claramente, no se ha construido ni ejecutado el plan que acabe con la inequidad y la pobreza.

Solo espero que antes de mi entierro los planes de desarrollo dejen de ser malos sin que los muertos dejen de ser buenos.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Economista experta en educación.
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María Del Rosario Cubides Reyes
Gran Maestra Premio Compartir 2006
Desarrollé una fórmula química que permitió a los alumnos combinar los elementos claves para fundir la ciencia con su vida cotidiana sin confundir los enlaces para su futuro.