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Procesos de formación dentro del marco de la bioética

La bioética no debe entenderse como algo paralelo a la formación académica y científica, sino como el espíritu y los valores que animen a la institución académica y a sus educadores. 

Julio 14, 2018

El autor parte del problema inherente a una formación científica y tecnológica, a saber, la falta de valores éticos y el poco cuidado por el trato humano del paciente. Ante todo, la solución debe partir de la calidad humana y ética de directivos y profesores y del ambiente humano de las facultades de medicina y de los hospitales universitarios.

La bioética no debe entenderse como algo paralelo a la formación académica y científica, sino como el espíritu y los valores que animen a la institución académica y a sus directivos y profesores.

La bioética es más un método que una ciencia. Hay que explicar a los alumnos la manera de participar creativamente en los diálogos bioéticos, guardando las normas que deben observarse durante las discusiones.

No se trata de enfocar con una percepción religiosa o moralizante la formación de los futuros profesionales de la salud, sino con un enfoque ético, concretamente, bioético, vale decir, a la luz del método y de los valores propios de la bioética.

Tenemos a la vista un hecho, muy generalizado, sin que se pueda culpar de ello a dichas instituciones o centros de formación. Queremos llamar la atención de los formadores para que caigan en la cuenta de este problema y, por el bien de los futuros profesionales y de los pacientes que estarán bajo su cuidado, traten a tiempo, en la medida de lo posible, de remediar dicho problema 

Ante todo nos ocuparemos del contexto o causas que crean el problema. Luego pasaremos a indicar qué entendemos por bioética y en qué forma y medida entrarían los procesos de formación para contribuir a la solución del problema, mediante la formación integral de los futuros profesionales. 

De entrada, ya podemos dar un enfoque fundamental: los formadores, concretamente, los directivos y profesores, deben estar dotados del modelo que quieren y deben infundir en sus estudiantes: el hombre bien formado y bien estructurado, el hombre con criterios y valores morales. A través de los largos años de formación, deben inspirar e iluminar, con dicho modelo, la ciencia y la técnica propias de la profesión, y ponerlas al servicio de los pacientes y de la comunidad, en general. Ante todo, se requiere que los formadores conozcan de cerca, y en profundidad, el contexto en que se mueven los estudiantes, y que mediante los procesos de formación traten, no solo de superar el problema, sino de darles la mejor formación de que sean capaces. 

El contexto en que se mueven los estudiantes suele ser predominantemente científico, esto es comprensible, pero constituye un problema muy serio y generalizado. Las universidades escogen a los mejores profesores, los más sobresalientes por sus conocimientos y por el éxito en el ejercicio de su profesión. Dígase lo mismo de los centros hospitalarios que frecuentan: cada día, estos cuentan con aparatos más y más sofisticados, con fármacos muy eficientes y de alto costo, con tratamientos largos, exigentes y costosos; y con dotaciones de alta calidad.

Las unidades de cuidado intensivo (UCI), fruto de la segunda Guerra Mundial, constituyen una metáfora del contexto científico y técnico que queremos poner a la consideración de los formadores. Allí prevalece la ciencia y la técnica.

El paciente, obviamente que en búsqueda de su mayor bien, se ve aislado del mundo familiar y social, se ve rodeado de atención médica de suma calidad, se ve privado de independencia, de autonomía, de luz natural y de reposo anímico. Allí, las horas se vuelven días y los días se convierten en semanas y en meses.

El trato, por parte de médicos y enfermeras, es predominante, y exclusivamente, científico. Su nombre y su persona pasan a un segundo plano. Lo que cuenta es su enfermedad, los síntomas, y el propósito de superarlos para llevar al paciente a feliz término y que pueda dejar la UCI, en buen estado de salud. Durante su permanencia en la UCI, el enfoque de todo el tratamiento es médico, científico y técnico.

Los familiares permanecen alejados del lecho de dolor del paciente: se les permite su acceso en horas limitadas y en momentos escasos, medidos por el inmisericorde reloj. El paciente se encuentra veinticuatro horas al día y siete días a la semana a disposición de los profesionales de la salud. Tanto el rico como el pobre reciben el mismo trato.

Allí se iguala el obispo con el cura párroco y con los fieles. Lo que cuenta es la enfermedad. Todos son manejados por enfermeras y manipulados por camilleros, ante las curiosas miradas de los visitantes que los ven pasar, casi cubiertos del todo.

 

Lea el contenido completo en la página web de la Editorial Magisterio.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Irma María Arévalo González
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Ofrezco a cada uno de los alumnos un lápiz mágico y los invito a escribir su propia historia enmarcada en los cuentos y leyendas de su cultura indígena.