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Retos y desafíos para los agentes de la escuela en tiempos de COVID-19

“Necesitamos transformarnos, ver la escuela con una mirada más tecnológica, y el maestro, más arropado con su traje de mediador y catalizador”.

Abril 6, 2020

Los momentos de nuestro país y el mundo son tan difíciles e inéditos que, por estos días, el saludo es más una voz de esperanza y de fe. La esperanza porque muchos investigadores y científicos, gracias a su formación escolar y académica, logren encontrar la cura de la pandemia; y fe para creer en la humanidad y su capacidad de surgir en medio de las dificultades, gracias a su espíritu de sobrevivencia y su creencia en el poder de un Ser Superior que nos anima hacia la victoria.

Soy Orlando Ariza Vesga, Rector de la Institución Educativa Nuestra Señora del Pilar del Municipio de Villagarzón Putumayo. Premio Compartir en la categoría de Gran Rector 2019. Siento que la vida, nos ha mandado una situación de crisis, pero también nos ha puesto en el camino de las oportunidades de mejoramiento.

Desde el día mismo de la declaratoria de  la emergencia nacional y enviar a los estudiantes a las casas, y a los docentes a preparar materiales o estrategias para continuar con la prestación del servicio educativo desde el 20 de abril, los rectores, debemos evidenciar con mayor fuerza una de las competencias de los directivos docentes como es lograr la adaptación del ambiente escolar.

Debemos afrontar la contingencia con ánimo decidido y sin dejarnos derrotar por tantos problemas que circundan la escuela: falta recursos, poca o ninguna conectividad, poco manejo del computador, falta de claridad en la política educativa del país, reclamo del sindicato para no exponer la salud física y mental de los maestros; en fin, cantidad de excusas que limitarían el avanzar en la garantía efectiva del derecho a la educación. Estamos en la situación del antiguo juego de la pirinola: todos ponen, todos ganan.

Los rectoreS debemos, en esta emergencia, desarrollar nuestro potencial de liderazgo catalizador, siendo ese ingrediente la clave que hace que los otros ingredientes del sistema se combinen, produciendo efectos que no serían posible sin su presencia como lo menciona Stephen Anderson. Rectores, directores, coordinadores seremos los primeros en tomar el computador, diseñar objetos virtuales de aprendizaje, enviar mensajes en videos a las familias; dinamizar, la página web, el aula virtual; reorientar el gasto hacia el apoyo de la producción de material audiovisual, folletos, cartillas, capacitación en manejo de tecnologías, e-learning.

En una palabra, el directivo docente debe cambiar el chip, y reencontrarse con el componente académico como elemento misional de la educación,  más que el solo hecho de gestionar  recursos para aumentar infraestructura o la dotación. En la coyuntura actual, el reto más grande de los que dirigen la escuela es gestionar el currículo y todo el componente pedagógico, teniendo las demás gestiones al servicio de la didáctica y la enseñanza. El desafío será contextualizar la institución a los retos del siglo XXI, y  coadyuvar en la superación de la crisis nacional.

Para los docentes vienen desafíos que, desde hace tiempo, los han estado retando. Pero que muchos no habían decidido afrontar, tal vez por comodidad, por no salir de la zona de confort o por simple temor frente a sus estudiantes que avanzan mucho más rápido en el manejo de las tecnologías. Un virus, aparecido en algún lugar de la Conchinchina como dirían las abuelas,  hoy obliga a los maestros a ingresar a la virtualidad y allí cobra mayor relevancia el hecho de su papel mediador del conocimiento,  para dejar de lado el tradicional transmisor de contenidos.

El reto más grande es lograr empatía a distancia, generar confianza, desarrollar actividades motivadoras y significativas. El maestro, que es más lector, necesita diseñar clases para niños y jóvenes más visuales. El maestro, que es más de ensayos, debe solicitar aportes textuales que se enmarcan en los caracteres que caben en un mensaje de WhatsApp. El maestro, que es más de talleres, debe desarrollar actividades interactivas y dinámicas, en donde logre evidenciar los desempeños como resultado de una acción y no como el rosario de una serie de ejercicios.

Por ejemplo, sería más atractivo desarrollar un reto de crucigramas en línea, que escribir una larga fila de conceptos y sus definiciones. En el primero se puede observar si los conceptos han sido adquiridos y dominados, en el segundo se lograría una serie de copie y pegue y con ello el aburrimiento del estudiante.

El maestro debe pensar en el estudiante que no tiene acceso a la conectividad. No puede tenerle miedo a WhatsApp o Facebook para generar foros o debates. Debe llegar a diario a la casa de los estudiantes a través de micro videos de sus clases y no perder ni un solo día la cercanía con ellos, quienes, en estos días por su encierro, sienten mucha alegría de poder interactuar con su segundo hogar y sus segundos padres que son los maestros.

A los padres de familia, les correspondió ser en este momento los asistentes del maestro. Ojalá sea eso y no se conviertan en los asistentes de sus hijos. No nos va a ayudar mucho en el proceso formativo el que, por salir más rápido de las situaciones, les hagan las actividades planteadas en las clases. Al contrario, la idea es que se hagan partícipes, les propongan retos, generen actividades adicionales, organicen y propicien los espacios de estudio y desarrollen tiempos que deben cumplirse como si estuvieran en la escuela.

Deben comunicarse en privado con su maestro y no interferir en los grupos que se creen para interactuar con estudiantes (también se debería generar horarios de atención a padres de familia).  En casa se pueden generar actividades que desarrollen ejercicio y motricidad del cuerpo (educación física) creatividad (artística), espiritualidad (religión) valores y ciudadanía (ética) reflexiones cotidianas (filosofía).

Todo lo anterior requiere el concurso de las autoridades educativas, que no pueden limitarse a transmitir las orientaciones del MEN. Deben crear opciones para la región, por ejemplo, alianzas con las emisoras del ejército y de la policía, y la red de emisoras comunitarias para clases por radio, recordando la radio Sutatenza;  convenios con las televisoras locales, o montar un canal educativo temporal para llegar con clases por televisión especialmente en zonas urbanas o centros poblados;  redes de comunicación con presidentes de junta de acción comunal para llevar materiales hasta las últimas veredas de cada territorio. Creo que es la hora de pensar en el montaje de emisoras escolares con cobertura municipal, y con ello se aseguraría orientación escolar y desarrollo de otras competencias comunicativas. Reactivar el  viejo  Centro Experimental Piloto que, al ejemplo cubano, prepara y distribuye materiales en videos, audios o textos, con clases y aprendizajes no mediados por la conectividad. Implementar aulas virtuales regionales con el apoyo de maestros PTA donde haya recursos fortalecer por ejemplo el plan lector de la familia, la escuela de padres.

El gran aprendizaje de todo esto, es que debemos innovar. Necesitamos transformarnos, ver la escuela con una mirada más tecnológica, y el maestro, más arropado con su traje de mediador y catalizador.  Necesitamos prepararnos en profundidad para ser capaces de improvisar en tiempos de crisis y retos.

 


Imagen pixabay.com

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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