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¿Sirve un doctorado para algo?

Ayer me levantaba siendo festivo aún sin salir el sol. Me tomé el café y vi el libro sobre la mesa, “Evaluación de programas educativos” y pensé, por qué hago un doctorado.

Septiembre 12, 2019

Interesante pregunta, compleja respuesta. Muchos pensarán, a primeras, para ser profesor de universidad. Pero, lo cierto es que ni para eso. Hoy en día las universidades están llenas de docentes que, por no tener, ni master tienen. Y no hablo del caso de políticos. El sector universitario ha jugado a contratos a la baja donde por salarios irrisorios llena sus aulas de trabajadores precarios donde la titulación no termina siendo un requisito.

Otros pensarán, al menos, te da puntos en unas oposiciones. Pero lo cierto es que, en muchas, tener un master y tener un doctorado te suma lo mismo. Siempre queda pensar que quién redactó la norma, no conocía a nadie que había realizado una u otra.

Al final, la conclusión que sacas cuando entras en conversaciones con doctorandos es que, para lo único que sirve, es para ponerse una medalla a uno mismo. Un pin para que tus padres y tus abuelos, si llegan a verlo, se sientan orgullosos de ti. Porque solo ellos saben el sacrificio que hay detrás. Solo ellos han sentido las renuncias y frustraciones que vives durante los años en los que te embarcas en este proceso.

Pero, lo normal es que, cuando sale este tema, se acabe recurriendo a la titulitis española. La gran crisis de nuestra educación. Demasiados estudios para tan poco trabajo. No quiero entrar en el debate de las competencias y la finalidad de la educación que daría para ríos de tinta. Ni tampoco en la endogamia universitaria. Creo que voy dejando demasiados melones por abrir. Pero sí me duele pensar que acabe ganando el discurso de que el estudio no sirve para nada. Incluso dentro de los propios docentes. Porque al final esta idea cala, de arriba abajo. Y ahora hay que centrarse mucho en motivar casi incluso disfrazando los libros, porque claro, ni nosotros sabemos (u olvidamos) para qué hay que estudiar.

Por último, parece que reina la idea de que, en la investigación, puede ocurrir el sueño americano, el ideal del empresario con éxito. Aquel que de la nada, con una pizca de suerte, alcanza la fama y todo le va como la espuma. Y la realidad es que no. En investigación, en ciencias, hay que estudiar y mucho. Las ideas no vienen solas. No te levantas un día y has descubierto la gravedad, no. No desayunas mientras se te va ocurriendo una crítica a Foucault, no. Primero toca leer, escribir, equivocarte, volver a leer, volver a escribir y volver a equivocarte. Y la realidad es que muchas veces solo sirve para saber que el camino elegido no era el correcto y descartar esa opción. Pero eso ya es un logro. Aunque toque volver a empezar. Así funciona la investigación.

La sociedad avanza, entre otras cosas, gracias a nuestros investigadores. Es la realidad. Y digo, entre otras cosas, porque no es más ni es menos quién más estudios tiene. De hecho, he aprendido más de mis padres que de toda mi bibliografía. Y bien poco fueron a la escuela. Pero sí que toca pararnos un poco y repensar eso de, ¿para qué sirve un doctorado?

 


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*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Doctorando en Educación -en la especialidad TIC y Educación a Distancia- en la Universidad de La Laguna.
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Fabián Moisés Padilla De la Cerda
Gran Maestro Premio Compartir 2016
Logré que el aprendizaje del inglés se convirtiera en una alternativa para la construcción de un proyecto de vida y el mejor aprovechamiento del tiempo libre