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Pensar el mundo

Analizar, interpretar y discutir estructuras de textos filosóficos; vencer el temor que produce el vacío del papel en blanco; son algunas de las cosas que Henry Berrío logró gracias al trabajo y al ejemplo de sus profesores.

Mayo 11, 2015

A todos los maestros que he tenido a lo largo de mi vida les doy infinitas gracias porque cada uno aportó un granito de arena a mi formación.

Recuerdo a Norberto de Jesús Caro, mi profesor de literatura en bachillerato, un hombre de profunda mentalidad y un apasionado por los libros, que me ayudó a vencer el temor abismal que produce el enfrentarse al vacío del papel en blanco cuando se desea escribir.

De la universidad, es imposible olvidar a Jorge Aurelio Díaz, de quien tengo una grata imagen que se parece a la de Guillermo de Baskerville, aquel maestro que Umberto Eco presenta en su obra El nombre de la rosa como un ser reflexivo, tranquilo y sereno, que da unas respuestas que sorprenden. Con Jorge Aurelio aprendí a analizar, a interpretar y a discutir estructuras de textos filosóficos. Recuerdo que cuando le entregábamos un trabajo lo destrozaba con correcciones de todo tipo y lo devolvía para que lo repitiéramos cuantas veces fuera necesario. ¡Eso sí que era rigor académico!

Recuerdo, igualmente, la sencillez y la sabiduría que se mezclaban en la personalidad auténtica del padre Publio Restrepo, un verdadero precursor de metodología en el seminario alemán que dictó en la Universidad de San Buenaventura. El padre me enseñó a no tragar entero, pues exigía criticar a los pensadores que estudiábamos. Él me hizo ver que la filosofía no es una cosa que flota en el éter, sino algo real y arraigado en lo humano.

Cómo no hablar de Diego Barragán, un hombre alegre, abierto al diálogo, con quien tuve la fortuna de estudiar un seminario sobre hermenéutica, en el que me enseñó a enfrentarme a la interpretación de textos ladrilludos, así como también al examen cuidadoso de la  realidad que nos rodea, a partir de lo cual uno se hace más consciente de lo que es.

De Blas Blanco, mi profesor de metafísica, tengo muy presentes sus enseñanzas sobre la estructuración de pensamiento de manera sistemática y coherente. Con él era imposible no trascender la inmediatez de la materialidad en la que caemos los seres humanos.

Todos ellos han sido verdaderos maestros, porque sin perder de vista la exigencia académica me han llevado a cuestionar el sentido de mi vida, abriendo las posibilidades de pensar el mundo, y porque ejemplifican, además, la sencillez y la humanización que deben acompañar al conocimiento.

Henry Berrío

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Melva Inés Aristizabal Botero
Gran Maestra Premio Compartir 2003
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.