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El valor educativo del juego

En este documento se explica cómo el juego se torna como uno de los instrumentos más importantes en el manejo del método y la metodología de enseñanza.

Noviembre 2, 2015

Autor

Javier Enrique Cortés
 MSc. Profesor Gimnasio Campestre grados Tr., 7, 11
[email protected]

“Un vistazo a la naturaleza pedagógica del juego en el salón de clase”

 

Resumen

Cada día buscamos respetar más al niño en su modo peculiar de ser y de aprender. Una dejas características más marcadas del niño y del joven es el gusto por el juego, por la diversión. Cuando observamos en un ambiente natural a un niño en el preescolar, en La educación básica o en La secundaria, estamos observando a un ser feliz. Es entonces cuando decimos que el juego es un motivo de investigación y profundización como decisivo factor educacional. Con el estudio de la biología del juego, y la posibilidad de entender sus potenciales en el aprendizaje natural de las cosas; el juego se torna como uno de los instrumentos más importantes en el manejo del método y la metodología de enseñanza. De manera que el niño y el joven deben percibir los procesos de aprendizaje no como algo que lo inhibe, que ¡e quita la libertad, sino como una continuidad de su vida, un momento en que está aprendiendo y viviendo algo nuevo, pero no lejano de su realidad. Debemos permitir que nuestros muchachos descubran su entorno felices y con su propio método, el juego.

Generalmente la escuela tradicional desconecta la vida académica de otras formas de vida social, motivo por el cual algunas veces no utiliza experiencias propuestas fuera de la escuela, como por ejemplo, el deseo natural de los niños y jóvenes por jugar <Regina, 2000, 1).

Jugar es una actividad además de placentera, necesaria para el espontáneo y libre desarrollo humano y el pensamiento creativo. Los niños tienen pocas ocasiones para jugar libremente, de una manera organizada en el salón de clases. A veces, consideramos que jugar por jugar es una pérdida de tiempo y podría ser más rentable utilizar este tiempo para aprender algo útil. Lo que es difícil de creer es que durante nuestra formación como educadores analizamos varias veces y desde varios puntos de vista la necesidad de ser espontáneos para aprender y el tomarnos el tiempo necesario para comprender (Regina, 2000, 1).

Por medio del juego, los menores de edad comprenden cómo funcionan las cosas, lo que puede o no hacerse con ellas, descubren que existen reglas de casualidad, de probabilidad y de conducta que deben aceptarse si quieren que los demásjueguen con ellos. (Regina, 2000, 1).

Los juegos de los niños deben considerarse como sus actos más preciados, el juego está lleno de significa­dos, porque surge de procesos internos que aunque nosotros no entendamos debemos respetar.

Si se quiere evaluar a los aprendices, es necesario comprender sus juegos, observando éstos descubrimos sus adquisiciones evolutivas, sus inquietudes, sus miedos, aquellas necesidades y deseos que no pueden expresar con palabras y que encuentran salida a través de esta actividad. (Regina, 2000, 1; Bonilla, 1998; Maturana, 1997; Sánchez, 2005).

El juego

Es posible que todos tengamos una idea más o menos acabada de lo que es el juego, el juego es aquella decisión del hombre que lo remonta a un mundo diferente, con otras reglas, donde se muestra la esencia de cada uno de nosotros, sin máscaras, donde todo es un sueño hecho realidad. Muchos teóricos e in­vestigadores han tratado de definir el juego, encontrándose con acciones que limitan su real dimensión en el hombre, éste no debe tomarse como una mera acción lúdica de los cientos de comportamientos del hombre. (Bonilla E. Et al, 1988).

Un primer equivoco que debe evitarse es el confundir lúdica con juego, pese a que su significado en los diccionarios es tomado como un sinónimo, al parecer todo juego es lúdico pero no todo lo lúdico es juego. La lúdica se entiende como una dimensión más del ser humano, entre otras la sexual, la cognitiva, la comunicativa, etc. La lúdica se refiere a la necesidad del hombre de sentir, expresar, comunicar y producir un sin número de emociones, todas éstas encaminadas a la diversión, a la entretención y al pasar el tiempo agradablemente. Por esta confusión es indispensable aclarar plenamente cuales son los alcances y ras características de lo lúdico y del juego. Como primera medida, las actividades lúdicas son voluntarias y auténticas, es decir que en cualquier etapa del desarrollo podemos encontrar qué nos causa placer y de este manera asociarlo con un fenómeno lúdico, cuando tenemos claro los momentos que nos divierten podemos controlar estas experiencias por nuestro propio deseo emocional, por esta razón las actividades lúdicas gozan de flexibilidad, en algunos momentos estamos entretenidos plenamente y en otros no y con la misma actividad. En conclusión podemos de alguna manera asociar la lúdica con recreación. (Bonilla B. Et al, 1988). Cuando la confusión entre la lúdica y el juego llega a la escuela, podemos ver que el único momento divertido para el joven es el recreo, escuchamos a los muchachos hacer relaciones entre el aula y una prisión, ro ajeno con el deber, el patio con la libertad y lo propio con el amor Silos educadores deseamos en verdad mejorar significativamente los ambientes de la educación, debemos empezar por intentar un cambio de lógica en la organización y funcionamiento de la escuela y un cambio de actitud frente a la vida misma, tratando de ver, de sentir, de aprender como lo hace el niño y el joven. (Bonilla 6. Et al, 1988)

Esta propuesta debe iniciar preguntando, ¿Cómo debe ser este juego para que realmente sea educativo?, el juego debe estar incluido dentro del eje motivador de cada proyecto educativo, no sólo para que la participación del educando sea agradable, sino como instrumento de evaluación, de diagnóstico y el inicio del siguiente ciclo de interacciones maestro alumno. Esta propuesta facilitaría entonces las relaciones entre los participantes en el aula de clases, desarrollaría habilidades sociales, interiorización de conocimientos y desplegaría las actitudes para cada una de las competencias necesarias en er desarrollo integral de los jóvenes.

Con esta pequeña introducción de las posibilidades que presenta el juego como instrumento pedagógico, podemos ahora describir algunos requisitos que debería tener este tipo de juego. Debe ser: participativo, variado, debe mostrar la progresión del educando, permitir la indagación, debe ser significativo, estar relacionado con un sinnúmero de eventos reales que despierten un gran interés por la globalización, debe potenciar la creatividad, debe ser gratificante y en la medida de la edad psicológica de los participantes debe suponer un reto. (Bonilla B. Et al, 1988).

Con el juego hacemos evidente los momentos propios del proceso de socialización y ayudar al niño en la convivencia con su grupo de compañeros. Es un proceso de aprendizaje lento, divertido y que le proporciona constante alegría. En el juego se enseña y se aprende a colaborar, a compartir, a observar unas normas, se deja de pensar en uno mismo y se privilegia las decisiones de grupo, se aprende a ganar y a perder (Bonilla E. Et al, 1988).

Cada vez debemos respetar más al joven en su modo peculiar de “ser niño”, sin querer transformarlo en “un adulto en miniatura”, pues estaríamos yendo decididamente contra la naturaleza y el derecho que él tiene de manifestarse y actuar conforme es. (Bonilla E. Et al, 1988).

En éste concepto de respeto por el “ser niño”, se incluye el respeto por el derecho a jugar y divertirse. Este es, por lo demás, uno de los artículos de la Declaración Universal de los Derechos del Niño: “El niño tendrá derecho a la alimentación habitación, recreación y asistencia médica adecuada”. “Er niño tendrá amplia oportunidad para jugar y divertirse”. (Bonilla B. Etal, 1988; Fuleda, 2006; Lobato, 2006; Ortega, 1995).

Biología del juego

El juego, de acuerdo con las observaciones realizadas en primates se desarrolla en estos en forma concomitante al predominio de los nuevos rasgos. La prolongada interacción madre — hijo incluye un componente de juego entre ellos, iniciado a menudo por la madre y usado con frecuencia para distraer a la cría tras una situación de frustración. (Reyes, 1999). La inmadurez se experimenta en estas especies de un modo diferente: un periodo muy prolongado dominado por el juego; una creciente participación de los adultos en juego, sobre todo de la madre aunque no exclusivamente; disminución del uso del castigo y la amenaza como modos de iniciación del joven a los patrones de interacción típicos de la especie.

Lo más importante es la aparición de un patrón que implica una enorme cantidad de observación de la conducta adulta por parte del joven, con la incorporación de lo que se ha aprendido en un patrón de juego. (Reyes, 1999).

El juego parece cumplir varias funciones importantes. En primer lugar, es un medio de minimizar las consecuencias de las propias acciones y, por tanto, de aprender en una situación menos arriesgada. Es especialmente cierto en el juego social en el que el joven ani­mal manifiesta su deseo de jugar adoptando una expresión de juego o una forma de corretear o mediante alguna forma de metacomunicación. De esta forma, el joven puede probar los limites de su acción con una relativa impunidad, existen muchas reglas sobre lo que puede y no puede hacerse en un grupo y la mayoría de éstas se aprenden en una etapa temprana de la vida, cuando las consecuencias de violarlas son menos severas que más tarde. (Reyes, 1999).

En segundo lugar, el juego proporciona oportunidad para ensayar combinaciones de conductas que nunca serían intentadas bajo condiciones de presión funcional.

Una de estas conductas en muchas especies de animales es la incorporación de objetos en su vida diaria, ya sea como mecanismo de defensa o como instrumento para la consecución del alimento.

El juego cumple un doble papel lógico en la tarea, crucial para la especie humana de la utilización y afianzamiento progresivo de los instrumentos. Una pelota o un palo se adaptan a tantos actos como sean posibles. Es el niño que organiza las reglas del juego y es él mismo que se satisface con la diversión y no con la competencia. Es obvio que el juego y el ritual en que los niños, ios jóvenes y ios adultos humanos están implicados, están colmados de simbolismo. Este simbolismo le da la oportunidad al joven de reconocersu entorno, el medio en que vive y en donde puede aprender Por ejemplo, Los palos no sólo se usan como flechas y lanzas o incluso como herramientas nuevas e inusuales, sino que también pueden usarse como una forma totalmente diferente y con un nombre creado por él, como los instrumentos transformadas por los chimpancés.

Después que se da la transformación simbólica de los instrumentos en el juego, se producen rápidamente dos consecuencias. El juego puede servir como vehí­ culo para enseñar la naturaleza de las convenciones de una sociedad y también puede servir para ense­ ñar la naturaleza de las convenciones perse. (Reyes, 1999, 16; Sánchez 2005).

Psicología evolutiva del juego

Es notorio dentro de los procesos educativos que el niño se hace social alrededor de los 3 años. Esta necesidad irá aumentando siempre en el transcurso de la infancia, adolescencia y juventud, hasta terminar en la convivencia social del adulto. El grupo social en que vive cada persona tiene sus leyes y sus reglamentos. Confiere a cada participante ciertos derechos, pero también le impone ciertos deberes. El descubrimiento de un grupo natural y su integración en él se llama socialización. Es un proceso que se desarrolla poco a poco, gradualmente. Con pasos lentos el niño percibe que a su alrededor existen otros, que el mundano es sólo de él, que existen ciertas cosas que él debe respetar y otras que debe hacer. (Jiménez 2002). Durante el quehacer pedagógico, cuando analizamos un grupo de niños jugando libremente, divirtiéndose, percibimos su felicidad. Viven las fantasías del mundo idealizadas por ellos. Y durante ese proceso, los egoístas - comparten, los ofensivos — reconocen el valor de la diferencia y los desconsiderados—dirigen el juego. En la convivencia de los niños que juegan, se afirma el temperamento equilibrado y sano.

Durante el desarrollo natural de las clases, dentro y fuera del salón, es importante darle cabida al juego, y cuando vayamos a jugar debemos tener presente: Que los niños en edad de preescolar y los primeros años de la primaria aprenden por imitación y se retan entre ellos. Llegar más rápido, subir un poco más, ser el mejor en determinado ejercicio, ser el centro de atracción, inventar algunas proezas. De la misma manera, imitan a sus mayores más cercanos, padres, tíos, abuelos, profesores. En la forma de vestirse, de arreglar su cabello, de caminar, en los oficios, en el uso de algunos instrumentos. Por último, el niño vive una etapa de fantasías, donde todo es posible. Es un súper héroe que puede volar, es una mamá, un cons­tructor, un fiero animal. Es importante que durante esta etapa se trate con seriedad cada una de las representaciones del niño, ya qque hacen parte de su aprendizaje. (Jiménez 2002).

Durante la primaria, el niño busca juegos para autoafirmarse. Puede ser el jefe de un grupo de amigos, es el profesor, el sacerdote, el médico, el padre; en donde ve necesario que sus subordinados le obedezcan y sean fieles a él.

En el inicio del bachillerato, 60 y 70 se pone de moda el juego en que él hace parte de un grupo y cada grupo tiene características propias y diferentes, es llamado el juego social, en donde cada uno juega un rol dentro del grupo social, En esta etapa se aprenden las reglas, y los juegos evocan situaciones que requieren un cumplimiento estricto de las normas, es el juego cooperativo. Es por eso que el joven en esta edad exige claridad.

En el inicio de la secundaria, cuando entra en la preadolescencia, los intereses de los niños y niñas se diversifican. El juego ahora es encarado como de­porte, como competencia, o simplemente es dejado de lado, o utilizado simplemente como distensión. (Jiménez, 2002; Fuleda, 2006; Sánchez, 2005).

Importancia del juego en el desarrollo humano

Esta actividad, como elemento esencial en la vida del ser humano, afecta de manera diferente cada periodo de la vida: el juego libre para el niño y el juego sistematizado para el adolescente. Todo esto lleva a considerar el gran valor que tiene el juego para la educación, por eso han sido inventados los llamados juegos didácticos o educativos, los cuales están elaborados de tal manera que provocan el ejercicio de funciones mentales en general o de manera particular (Selete. 1993).

Desde ese punto de vista, el juego es una combinación entre aprendizaje serio y diversión. No hay acontecimientos de más valor que descubrir que el juego puede ser creativo y el aprendizaje divertido; Si las actividades del aula se planifican conscientemente, el docente aprende y se divierte a la par que cumple su trabajo.

De esta manera, el juego en el niño permite satisfacer sus demandas y nos permite conocerlos en sus etapas de desarrollo. Es una actividad ligada a la vida cotidiana, en la que el juego actúa como mediador del proceso psíquico (interioridad) y del proceso de socialización externa (demandas institucionales, instintivas y culturales). En cuanto a lo primero, el niño liga su acción del juego a situaciones imaginarias para poder suplir todas aquellas demandas (biológicas, psíquicas, sociales) producto de su dependencia. (Selete. 1993).

En los niños a partir de los dos años, se producen en los juegos cotidianos los mayores logros en un sentido básico del aprendizaje de las reglas de la cultura (la moralidad entre otras), al final del periodo preescolar y a lo largo de algunos años, construye y se apropia de las reglas de la cultura, es decir, por ejemplo, el niño quiere ser maestro y en consecuencia, está obligado a observar e imitar las reglas de la conducta de un maestro.

En los juegos cotidianos, los niños, por primera vez, descubren el mundo de los conflictos y de las relaciones que existen entre los adultos, sus derechos sus deberes; de esta forma, el niño al imitar a los adultos, después de haber adquirido su autoconciencia, puede situarse en la realidad del otro para poder hacer predicciones de sus comportamientos sociales y poder obrar en tal sentido.

En la medida que el niño va creciendo, el juego se vuelve más complejo y argumentativo pues los niños empiezan a penetrar en el mundo del adulto para aprender sus reglas sociales de convivencia. (Selete, 1993).

Además de los anteriores logros, los juegos de rol o protagonizados, característicos de edades entre los 10 y los 15 años de edad, son básicos para el desarrollo de la fantasía, de la imaginación y en consecuencia, de la creatividad humana, aspecto que se estudiará un poco más adelante.

Por ahora es importante que hagamos algunas precisiones del juego en la escuela y como puede éste intervenir en el desarrollo humano, es bien claro que el juego en el espacio libre cotidiano es bien diferente al juego en el espacio normativizado e institucionalizado como es el aula de clase; las teorías piagetianas, en este sentido, plantean que el juego actúa como un revelador mental de procesos cognitivos, los cuales son necesarios para estimular los estadios de desarrollo propuestos por este autor (fase sensorio motora — pensamiento simbólico — operaciones intuitivas — operaciones concretas — operaciones formales). (Selete, 1993; Vélez, 2004; Botero, 1992; Caviedes 1993).

Creatividad en el juego

Imaginemos que se descubrió un animal desconocido en las profundidades de la jungla suramericana. Su destino es remplazar al perro y al gato en popularidad como mascota doméstica de los últimos años. ¿A qué se parece? ¿Cuáles son sus cautivadoras características? El nuevo animal puede tener piel sedosa corta como un topo. Un koala le puede haber prestado la cara y su mimado y redondo cuerpo puede ser de un osito australiano. Es de color gris y candoroso, no ensucia las aceras y los parques. Parece más bien un gato. Rechaza los intrusos que no le gustan mejor que un perro guardián, pero es tan manso con los niños como un conejito. (Jiménez, 2002).

Lo que estamos haciendo, conciente o inconcientemente, es presentando caracteristicas de animales que conocemos. No hay nada de malo en eso. Porque los humanos no podemos hacer algo de la nada. Si definimos sucintamente creatividad como “dar existencia a una cosa sin ningún material previo para trabajar”, como lo hizo el teólogo y filósofo San­to Tomás de Aquino, evidentemente sólo Dios es el que crea. El hombre reordena.

Los materiales físicos: pinturas y lienzo para un artista, papel y pluma para un escritor, son totalmente secundarios. La creación está más en la mente. La percepción, las ideas y los sentimientos se combinan en un concepto o visión. Sin embargo, el artista, escritor o compositor necesitan habilidad y técnica para trasladar al lienzo o al papel lo que conciben en la mente. (Jiménez, 2002).

El mismo pensamiento es válido tanto en el pensamiento creativo como en la creatividad en general. Nuestra imaginación creativa debe tener algo con que trabajar. Nosotros no formamos ideas nuevas de la nada. Como decía Henry Ford “la materia prima ya existe”. La mente creativa ve posibilidades en ella o conexiones que son invisibles para mentes menos creativas

La conclusión es muy alentadora. No necesitamos evocar del aire ideas nuevas. Nuestra tarea como pensadores creativos consiste en combinar ideas o elementos que ya existen. Si el resultado es una combinación inverosímil pero valiosa de ideas o cosas que hasta ahora no se pensaba que pudieran vincularse, se nos considerará como pensadores creativos. Habremos agregado valor a la síntesis, pues un todo es más que la suma de sus partes. (Jiménez, 2002; Vali­ ño, 2000>.

El juego y aprendizaje

Así como el alimento no nos aprovecha si no llegamos a asimilarlo, es decir, a hacerlo nuestro, tampoco las situaciones o experiencias vividas nos servirán de nada si no las incorporamos a nuestra vida. El aprendizaje consiste en asimilar estas experiencias y que éstas pasen a hacer parte de nuestra vida y nos cambien, en alguna forma. Un niño que al explorar su ambiente se quema con la estufa, con un cigarrillo, aprende... Aprende el que se monta en un caballo o en una bicicleta con el deseo expreso de saber hacerlo. Aprende quien ve una película o un programa de televisión. Aprende el niño que imita los símbolos sonoros que llamamos palabras. Aprende, también, cuando va a comprar a una tienda y le cobran más (o menos) de lo debido y se da cuenta de esa situación. (Fuleda, 2006). Sin embargo, lo  importante en el aprendizaje no consiste en tener experiencias, sino en vivirlas, de tal forma que éstas puedan ser asimiladas e incorporadas. Por esto, se dice que aprender es cambiar En algunos casos, además, tendrán que desaprender lo aprendido y cambiar algunos aspectos de su mal aprendizaje. Esto necesariamente te obliga a reflexionar con sinceridad sobre todo aquello que consideres haber aprendido, comprendido, y reconocer de igual modo que todo aprendizaje es progresivo y siempre incompleto. Por ejemplo, quien aprendió a nadar sin técnica y desea aprender técnicas más eficaces para aumentar velocidad en natación. Igualmente, el que escribe a máquina con dos dedos y pretende aprender a escribir con todos los dedos de ambas manos, para no ver el teclado. En ambos casos se tienen que modificar ciertos hábitos adquiridos y, en cierta forma, desaprender lo aprendido, para adquirir nuevas habilidades y aptitudes.

En síntesis, aprendizaje es el proceso mediante el cual se obtienen nuevos conocimientos, habilidades o actitudes, a través de experiencias vividas que producen algún cambio en nuestro modo de ser o de actuar. El aprender, pues, te da la oportunidad de crecer, de asimilar la realidad y aún transformarla, de tal manera que logres una existencia más plena y más profunda. (Fuleda, 2006).

Durante el aprendizaje en el juego, el tipo de comunicación (verbal y no verbal) y de acciones que ocurren dentro del juego, nos revela detalles extraordinariamente sutiles, del tipo de información que los niños poseen, sobre lo que hacen las personas en su vida cotidiana: Cómo piensan, que actitudes exhiben en determinadas situaciones, sus cambios de humor, la forma en que intentan adaptarse a sus interlocutores y, en definitiva, los conocimientos que poseen sobre cómo se comportan las personas en situaciones de relación social cotidiana y de desempeño de sus tareas habituales.

Consideramos que éste tipo de actividades lúdicas son marcos naturales de aprendizaje; queremos decir que, a través de ellas, se produce lo que llamamos aprendizaje espontáneo.

Hay aprendizaje espontáneo, cuando sin una intensión formal de modificar esquemas de pensamiento o conductas concretas, se producen cambios, como consecuencia de situaciones de comunicación e intercambio social no preparado para esta finalidad. En el juego, niños de distinto nivel cognitivo ponen en común sus ideas sobre el tema que desarrollan, de tal manera, que unos aprenden de otros a interpretar de forma más correcta, compleja o precisa, la realidad que representan en el juego

En este trabajo hemos podido observar cómo, dentro de la situación lúdica, los niños están dispuestos a modificar sus ideas sobre el contenido temático que representan (papeles, funciones, normas sobre el comportamiento, elementos materiales a tener en cuenta y definición de la situación) si las propuestas que sugieren sus compañeros, son mejores (más precisas, más complejas y más útiles). Por ejemplo: un niño indica a otro que no olvide la cartuchera, si va a una práctica de laboratorio, o que deben rellenar la guía de laboratorio, si está haciendo un protocolo experimental. (Fuleda, 2006).

Se ha observado el habla egocéntrica que no es tan relevante en los juegos, y como las ideas personales de los niños sobre el tema entran en un interesante proceso de negociación, que permite que triunfe el esquema conceptual más interesante, mejor construido o más útil para llevar a cabo la meta de representar el guión propio de la escena

El planteamiento conceptual que hemos realizado sobre la naturaleza psicológica del juego, nos permite plantear que el juego que los niños realizan espontáneamente es una fuente de aprendizaje natural, que apoyan el descubrimiento y la investigación que continuamente éstos hacen sobre el mundo que los envuelve. El niño se comporta como un curioso investigador sobre la realidad que le rodea en todos los sentidos, tanto respecto al mundo físico y natural como, y sobre todo, del mundo social, el cual está abocado a comprender por su propio bien.

Investigaciones recientes apoyan seriamente la idea de que el niño construye sus conocimientos sociales y psicológicos en medio de interacciones y discusiones con sus compañeros, con sus padres y en definitiva con su entorno. No hay conocimiento social, ni de ningún otro tipo, sin comunicación social. Un gran número de trabajos avalan la idea de que la situación que más favorece el aprendizaje de habla infantil es la situación lúdica espontánea, relajada y comunicativa del niño con el adulto o con otros niños.

El escenario lúdico que los niños montan les permite revisar viejos conocimientos y aprender nuevos da tos sobre sucesos que representan en el juego, si se dan ciertas condiciones. Dichas condiciones son: *Que los niños se conozcan previamente y tengan buenas relaciones entre sí; esto no quiere decir que la rela ción sea idílica, sino simplemente que exista una do sis de confi­anza­ y­ amistad­ entre­ ellos­ para­ que­ se­ puedandar ciertos entendimientos mutuos. *Que los jugadores dispongan de esquemas conceptuales com patibles; si hay una base de acuerdo de conocimien to anterior, el desarrollo de los guiones que en él se representan es más fácil. *Que las condiciones exter nas les permitan entrar en la situación psicológica que antes describimos como propia. (Fuleda, 2006; Orte ga, 1995; Reyes, 1999; Elkin, 2007).

El jugo en el salón de clase

Es probable que para algunos de los educadores, este título suene algo descabellado, si en algunas ocasiones es difícil controlar la clase, mantener el dominio de curso, que será si a ésta le involucramos el juego, tal vez sea el caos para el aprendizaje de los niños, pero se trata de considerar el juego como posibilitador del aprendizaje y estrategia de enseñanza, “si no puedes vencerlos, únete a ellos”. Pensar al juego como instru mento didáctico, no es lo mismo que hablar del juego didáctico. En este último caso, el juego, en sí mismo, propone una serie de actividades que proporcionan aprendizajes. En el caso del juego como instrumento didáctico, se trata de reconocer este como otra modali­dad­ de­ clase,­ planifi­cada­ y­ coordinada­ por­ elmaestro. Es indispensable comenzar a analizar esta primera forma de presencia del juego en la escuela, desde los modelos pedagógicos, para entender esta metodología si puedo llamarla de esta forma, en los proyectos de grado y en un futuro desde el proyecto institucional. (Lobato 2005, Minerva 2002).

Comentarios criticos del autor

Dentro del análisis hecho al juego como método de aprendizaje, es importante resaltar las diferencias que existen entre el juego de los animales y el del hombre, en los procesos que se evidencian en los animales es obvio que el juego desarrolla destrezas que sostienen su supervivencia, además que día a día mejoran sus posibilidades frente a otras especies, es en el buen sentido, el mejoramiento de sus características que le permiten competir, es decir, cobran vida las palabras de Darwin frente a la selección natural. En el planeta Tierra, la especie dominante tiene manos en lugar de aletas, piernas en lugar de cola y ori­ficios nasales en lugar de agallas. En el poco tiempo que llevamos sobre la Tierra nos ha puesto en vergüenza de nuestro propio diseño anatómico. Cuando los nadadores olimpicos se afeitan todo el cuerpo para ganar una fracción extra de tiempo, ponemos nuestra carencia de adaptación evolutiva al medio acuático a la vista de todos. Minimizar la fricción no resulta mucha ventaja en el diseño a no ser que una ocupe como nicho una parte especialmente vistosa en el ecosistema.

Sin ayuda mecánica, los humanos estamos particularmente limitados cuando nos enfrentamos al aire o al agua. Afortunadamente, la memoria de haber tenido cola (y agallas) no está muy lejana. Como sostiene uno de los principios de la embriología, recorremos en el seno materno todos los estadios de la evolución desde el agua a la tierra. Todos los humanos tenemos que perder nuestras colas y agallas, para poder dominar la tierra.

En la evolución, el juego le permite al animal aprender las reglas básicas de la supervivencia, en donde se estimulan los más finos instintos que han sido desarrollados por años. Y en el hombre, se evidencian otro tipo de estímulos que el juego desarrollo, con este aprendemos a reconocer nuestros limites, desarrollamos nuestra creatividad, aprendemos diferentes formas de comunicación, creamos lazos afectivos y somos libres dentro de los limites de la realidad.

En el animal, la conducta aparece dirigida hacia la presa, el compañero sexual, el lugar de reposo, la huida cuando es necesario, es decir, en el juego se equilibra su permanencia en un lugar de la naturaleza, el objetivo es un acto aprendido, ahora bien, para que el animal «juegue» necesita una cierta seguridad y protección; esto le es dado en un periodo en que siendo aún pequeño y bajo la tutela de sus padres o madre, puede iniciarse en el ensayo de lo que después será su conducta adulta. El ser humano, es el único ser vivo que juega durante toda su vida, este principio nos permite analizar pedagógicamente el juego, como metodologia de enseñanza.

Teniendo en cuenta los comentarios de María Regina Ofele, Carlos Bolívar y algunos otros escritores, realmente es difícil analizar en la pedagogía, metodologías o aspectos metodológicos que fueron utilizados en el pasado o que nacieron en tiempos muy distantes, ya que muchos de estos estudios pueden tomarse como apuntes desactualizados o que verdaderamente todos conocemos y creemos que usamos. Estos son los problemas a los cuales se enfrenta el educador cuando trata de puntualizar en el valor educativo del juego, técnicas aparentemente descontextualizadas o metodologías falsamente aplicadas. Es importante rescatar y demarcar los linderos que motivan a un docente a investigar en la naturaleza del aprendizaje de los niños y reentender las posibilidades que le otorga el juego a la dinámica de la clase. Chicos jugando en una clase, participando de diferentes actividades, riendo durante una explicación o tratando de convencer a su profesor de la importancia de un momento divertido, eran cosas que no se querían ver, ahora nos inquieta como educadores la búsqueda de actividades diferentes en la planeación semanal y nos cuestionamos durante las tertulias pedagógicas: ¿De dónde viene la necesidad de jugar en el salón de clase?, ¿es posible que nuestros estudiantes traspasen las barreras del concepto y lo usen como un instrumento de investigación?, ¿el juego provoca la sensación de libertad al aprender? Entre otras, son estas las preguntas que motivan a la pedagogía a implementar nuevas mezclas metodológicas en el enseñar.

Los ingredientes que subyacen en el proceso educativo son bien comprendidos por cada maestro durante su práctica docente, la sociabilidad, la comunicación y la necesidad de un conocimiento como precursor de otro o de de éste para la construcción de un sin número de conexiones que realiza el ser humano durante la comprensión de un evento natural. Es aquí donde nos enfrentamos al principal problema en la formación de ciudadanos y en el sentido más restrin gido, al de la formación de investigadores como fi n último de la educación. Preparar a nuestros jóvenes para que resuelvan problemas y busquen soluciones a las diversas problemáticas del medio que los rodea, son éstos los menesteres de este proceso, pero lo paradójico de este análisis es que en ocasiones los apartamos de la realidad para llevarlos a comprender procesos reales. A partir de las exposiciones de María Selene, se puede decir que el aprendizaje real de un niño es muy parecido a la actividad de dibujar, hacer un dibujo es una situación en la que hay que efectuar varias acciones simultáneas, que son las que a la larga permiten ver­una­fi­gura­ revestida­de­algún­sentido­para­quienlo realiza. Tales acciones implican transponer líneas y espacios; armonizar proporciones; distribuir luces y sombras; ordenar algunos trazos con relación a otros; afi­nar­ algunas­ cosas,­ entre­ otros.­ Hasta­tener­ construida­una­fi­gura­como­un­todo,­a­nuestro­gusto­y­enestrecha correspondencia con lo que nos proponía mos. Se podría decir que el ejercicio realizado ha constituido en realidad una experiencia que por lo demás, no ha sido exclusivamente sensorial, la hemos vivido paso a paso, y nos hemos relacionado tan estrechamente con el objeto de la misma, que bien podemos evocar cualquier aspecto de su contenido aún sin tener el dibujo a la vista. Nuestros educandos apren den de diferentes maneras y perciben el concepto desde variados puntos vista, en contraposición a lo que posiblemente sucede durante una clase conven cional, el maestro centra la atención del alumno con un guiño, una oración o una llamada de atención, lue go expone el tema de la cual él va hablar y en algu nas ocasiones el alumno se convierte en el personaje central de la obra que se está construyendo, el profe sor se convierte entonces en el maestro de ceremo nias de los cuarenta y cinco minutos de su clase. El punto es que generalizamos en la forma en que en señamos y lo que es verdaderamente controversial es que evaluamos masivamente; algunas veces es cuchamos algunas ­justifi­caciones ­en ­los pasillo de ­las ­instituciones­ educativas, “la ciencia es sólo una y no hay discusión en su interpretación”. La primera reacción de nuestros educandos como respuesta a este tipo de clase es jugar, perder la atención a lo que posiblemente en ese momento no les interesa, en otras palabras indisciplina.

Es difícil creer que podemos jugar durante nuestras clases, pero es más difícil pensar que podemos cambiar la naturaleza humana en tan solo unos pocos años. Tenemos en el mundo muchos más años que los que hemos tratado de tecnificar la educación; En diferentes situaciones se escucha decir: “en que momento los niños pierden el sentido de la investigación, en que momento dejan de observar el mundo con ojos maravillados”. Tal vez, las respuestas estén pedagógicamente hablando, en la posibilidad que pueda tener el juego como valor educativo.

Desde los 80s, en nuestro país se habla de la posición del juego durante las horas de clase, pero aún con temor los investigadores plantean que esta acción es mucho más notoria en las clases de educación física, estas discrepancias conllevan a que algunos académicos reconceptualicen en las definicio­nes de lúdica, ludopatia y juego; y es en el V Congreso de recreación celebrado en Caldas, donde se llega a varias conclusiones que podrían permitir su aplicación durante los eventos pedagógicos, estas puntualizaciones no tienen suficiente fuerza para ser aplicadas en el salón de clase de las diferentes asignaturas, pero se inicia un proceso que aún hoy en día tiene validez cuando hablamos de la metodología de cada una de nuestras áreas. De manera que el juego, es una herramienta que facilita el proceso y es una actividad espontánea, libre, desinhibida, desinteresada y gratuita, por la cual el niño o el joven se manifiesta sin barreras e inhibiciones, tal cuales. Podemos decir que el juego es la actividad, el “trabajo” propio del niño y del joven. La función esencial del juego es dar placer al niño, no sólo por los éxitos que obtenga, sino también por el simple hecho de jugar. Jugar es experimentar, transformar, disfrutar con el descubrimiento de nuevas posibilidades, crear personalmente lo indispensable para la acción, buscar alternativas, intercambiar experiencias, involucrarse a plenitud, sin convencionalismos ni limitaciones de cualquier índole y gozar cada momento, por que no de una clase sin esperar nada a cambio (nota, calificaciones, etc.) por sus resultados  El juego como una actividad voluntaria, se desarrolla dentro de unos lí­ mites temporales y espaciales, según unas reglas absolutamente obligatorias, pero libremente aceptadas, de esta manera se convierte en una herramienta apropiada para el proceso de enseñanza — aprendizaje y lo que es más importante podría ser el puente perfecto entre las ciencias y la formación de investigadores.

Uno de los objetivos de esta generación es tratar de fortalecer los aspectos académicos de nuestra casta que de una u otra forma nos conducen a una sociedad del conocimiento, que le permitan a los jó­ venes enfrentarse a un mundo sistematizado, con altos niveles de comunicación y a una globalización inminente. Es una tarea realmente delicada, si a este proceso le sumamos la necesidad de educar de cara a la humanización, en la sensibilidad y el amor. Nuestros educandos deben estar preparados para asumir el reto de competir en un mundo industrializado y siempre abierto a los adelantos científicos, con metodologías de punta y con conocimientos frescos. Sí socavamos las caracteristicas más comunes de los investigadores colombianos podríamos ver la similitud que tienen con las características del juego de los niños, algunas de estas son: Creatividad, capacidad innovadora, persistencia, planificación, una buena dosis de olfato, capacidad de trabajo en grupo, soñador, capacidad de anticipar movimientos y predecir soluciones, características que bien describe Carlos Alberto Jiménez en sus definiciones del juego y la creatividad. Es aquí donde debemos iniciar nuestro trabajo como educadores, entonces, cuál es la metodología que nos permite desarrollar estas caracterísficas, en esencia ninguna, pero si podemos hacer de este proceso algo natural.

Desde el 2000, La Vicepresidencia de la Republica, Coldeportes y FUNLIBRE Colombia convocan al Simposio Nacional de Vivencias y Gestión de la Recreación, en donde se concretan los aportes del juego al desarrollo del aprendizaje humano; en algunos paises se crean facultades y carreras relacionadas con el juego, que hoy en día son las bases de nuevas e innovadoras investigaciones, este es el inicio de un ciclo de tendencias pedagógicas que probablemente nos permitirán ya no sólo tener en cuenta los procesos del pensamiento del niño, sino que fortalecerán la forma en que afrontamos el conocimiento dentro del salón de clase.

Al final de todo, la propuesta no es cambiar el fondo de las clases, es incluir al juego como instrumento didáctico, es intentar estructurar una metodología que privilegie el movimiento espontáneo de los estudiantes, en donde las reglas y la dinámica de la clase estén bien claras y en donde la evaluación haga parte del proceso enseñanza aprendizaje y sea un proceso que observe la capacidad de cada uno de los jóvenes para resolver problemas e involucrarse en un niveles más elaborados. En esencia el joven aprendería haciendo las cosas, involucrado de lleno en el problema, el gozará de instrucciones precisas que facilitarán su recorrido, el tiempo de trabajo estará planteado más por las necesidades que por los logros que se puedan obtener, durante el proceso el joven tendrá que comunicar sus alcances y los pasos que él va a seguir, el maestro debe preocuparse de fortalecer el vocabulario y privilegiar la expresión oral. La intervención docente se dará a través de un modelo de tutorización de la actividad y estimulación de los procesos cognitivos, esta actitud se manifiesta a tra­vés de la observación, el estímulo afectivo hacia la actividad y en la intervención a partir de la manifestación o la posibilidad del conflicto cognitivo.

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*Este documento fue tomado de www.revistaelastrolabio.com

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María Del Rosario Cubides Reyes
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