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Una crítica a la historia de la ciencia como disciplina académica

Consideraciones sobre la historia de la ciencia en colombia

 

Septiembre 19, 2016

Autor

Juan Carlos Morales
Profesor de Ciencias Sociales
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Resumen

La Historia de la Ciencia aparece como disciplina aca­ démica durante el siglo XX. Su propósito central es el de analizar el impacto social de la forma en la que se hace ciencia, partiendo del supuesto de que tal actividad no es neutra, y por tanto, no necesariamente con­duce­al­beneficio­general.­Los­resultados­que­esta­ disciplina ha tenido en nuestro país son importantes, pero no logran ofrecer una perspectiva teórica que dé cuenta de las particularidades de nuestro contexto, quedándose en el diagnóstico de una serie de carac­ terísticas­que­definen­la­práctica­científica­general­en­ Colombia. En este trabajo se plantean críticas a los análisis más sobresalientes para proponer un enfoque teórico que pudiese ser más efectivo para establecer las características particulares de nuestras prácticas científicas,­tales­como­la­imagen­neutral­de­la­ciencia­ tan persistente en nuestro contexto o la democrati­ zación de su práctica, y por ende, abrir campo a su transformación.

Introducción

Aunque en el siglo XX la ciencia dejó de ser la ins­ titución que descubría una verdad objetiva que se en­ contraba más allá de las discusiones o deseos hu­manos, para pasar a ser otra de las formas sociales bajo las cuales se produ­ce  conocimiento  (relativo y falible) su papel en la construcción de los imagi­narios que guían el deve­ nir social permanece into­ cado; la ausencia de otro aparato productor de senti­ do le haga competencia (o eventualmente la desplace como lo hizo la ciencia con la religión) obligó a trasla­ dar el análisis de la ciencia desde el cómo se descubre la verdad al problema de  cuáles  son los intereses que determinan y las consecuencias que tiene utilizar la ciencia para construir verdades. Diferentes perspectivas teóricas han aparecido para resolver este problema, pero entre todas ellas, la His­ toria de la Ciencia es el campo más fructífero para buscar respuestas.

Desde la década de 1930, comienzan a aparecer re­ flexiones­ importantes­ en­ este­ campo.­ Ludwig­ Fleck­ (1935)­ y­ John­ Desmond­ Bernal­ (1954)­ afirmaron,­ res­pectivamente,­que ­los­ descubrimientos­ científicos­ se derivan de las condiciones sociales que los ayala como tales, y lo que empata con lo anterior: la organi­ zación­ social­ produce­ y­ es­ influida­ por­ una­ ciencia­ guiada por intereses particulares. Aunque se había puesto al descubierto que la ciencia no necesariamen­ te garantizaba el bienestar colectivo, y que por el con­ trario, mantenía abierta la posibilidad de utilizarla de acuerdo con intereses es­ pecíficos,­ los­ enfoques­ de­ Bernal­ y­ Fleck­ dieron­ luz­ a una serie de líneas de investigación que, apor­ tando­ al­ refinamiento­ de­ la ciencia más que a su abandono, han contribui­do a plantear los riesgos que tiene el utilizarla para construir verdades.

En nuestro país, investiga­ dores como Diana Obre­ gón, Olga Restrepo, Mauricio  Nieto  y  Alexis de Greiff, han estudiado los que procesos que, en términos del devenir cien­ tífico,­han­ marcado­ la­ his­toria de nuestra nación. Sin embargo, no debe­ mos dejar de preguntar­nos­ por­ la­ pertinencia­ de­ tales­ reflexiones;­ hacerlo,­ seria perder la profunda actitud crítica que sostiene a la­ciencia­misma.­El­ obje­tivo­ que­ guía­ esta­ reflexión­ es el de establecer en qué medida, estos autores y autoras, logran plantear análisis coherentes con las características de nuestros procesos de producción de conocimiento. Realizar esto es indispensable si queremos develar las condiciones que impiden que la producción de conocimiento genere soluciones a nuestras necesidades, en vez de contribuir de forma inocua al ‘avance de la ciencia”.

Para hacer esto, presentaré las producciones teóri­ cas colombianas y luego las contrastaré contra las tendencias imperantes en la historia de la ciencia; así, estableceré en qué medida las producciones nacionales logran aprehender las particularidades de nuestro contexto, más que forzar modelos de análisis a­encajar­en­él. ­De­ acuerdo­ con­ ello ,­finalizaré­ esbo­zando algunas consideraciones en relación con el análisis­ de­ las­ prácticas­ científi­cas­ en­ nuestro­ país.

Las investigaciones nacionales

A­ fi­n­ de­ caracterizar­ las­ líneas­ teóricas­ que­ sustentan­ las­ refl­exiones­ de­ las­ investigadoras­ e­ investigadores­ colombianos, expondré los procesos que nos presen­ tan como puente a la comprensión de la historia de nuestra ­nación­ en ­términos­ de ­su devenir­ científi­co.

Olga­ Restrepo­ centra­ su­ refl­exión­ en­ la­ relación­ que­ existe entre el saber y el poder, es decir, en la relación que existe entre las formas en las que vemos y expli­ camos el mundo y las condiciones sociales que deter­ minan tales formas de verlo y explicarlo. Al conceptua­ lizar el descubrimiento como el conjunto de condicio­ nes sociales que permiten la creación de una verdad, concluye que no hay distinción efectiva entre lo social y lo natural, ya que tal separación es cambiante en el tiempo, al igual que cualquier otro producto cultural: “Y no se trata sólo de que los descubrimientos sean “hijos del tiempo’ en una sucesiva aproximación a la verdad y la correcta interpretación o descripción de la “naturaleza” o de la “sociedad”. Más bien resulta que aquello que sea considerado como la “naturaleza”, la “sociedad”, es un producto de nuestros procesos de producción de conocimiento.... Las ciencias naturales hablan (al menos) tanto de nosotros como de la “natu­ raleza”. (Restrepo, 2000, p. 209).

Por lo tanto, plantea el problema del conocimiento en términos sociales, renunciando así, a cualquier perspectiva que implique analizarlo por fuera del mar­ co de las relaciones que lo producen. Sin embargo, Restrepo ­ va­ aún­ más­ allá,­ y­ adicionalmente­ afi­rma­ lo­ siguiente: “Una crítica de nuestra manera de ver la ciencia­ y­ el­ conocimiento­ científi­co­ en­ nuestro­ país,­ por supuesto, no se hace sin una visión política. Quie­ ro hacer explícitas una y otra, porque el problema del conocimiento y­ particularmente ­de ­las­ clasifi­caciones­ que aplicamos al mundo social son un problema polí­ tico. Somos actores involucrados activamente en un espacio­ de­ producción­ y­ consumo­ de­ clasifi­caciones,­ de representaciones que después se ponen en juego, cristalizadas endurecidas, en los espacios que transi­ tamos” (Restrepo, 2000, p. 198).

Restrepo ha creado un marco teórico que permite ex­plicar­ nuestra­ práctica­ científi­ca­ desde­ las­ catego­rías­ del poder y el conocimiento, asumiendo que la mutua interacción entre estas esferas, la de la política y la de la ciencia, es la que nos permite comprender las formas en las que hemos estado produciendo conoci­miento en el país.

Mauricio Nieto analiza el periodo colonial para “dar una explicación de los mecanismos a través de los cuales se hace legítima una teoría o una innovación tecno­ lógica y de las enormes consecuencias de la ciencia”

(2002, p. 83). Sobre la interacción entre los saberes indígenas y la ciencia europea descubre lo siguiente: los exploradores no estaban en capacidad de probar las virtudes medicinales, culinarias o industriales de cada una de las especies americanas, y su primera fuente de información, no era, como repetidamente se afirma,­ la­ observación­ directa­ de­ la­ naturaleza.­ El­ conocimiento de las virtudes medicinales de las plantas americanas generalmente depende de tradicio­ nes locales” (Nieto, 2002).

Los españoles, después de haber traducido los sa­ beres indígenas al lenguaje de la ciencia (requisito indispensable para sacar provecho económico de ellos en Europa) alegaron que estos saberes sólo te­ nían por sustento creencias y supersticiones. Así, la imposición de la ciencia como única forma válida de relacionarse con el mundo, hizo parte de la estrate­ gia colonial para legitimar las visiones de mundo que ubicaban al europeo como “naturalmente avanzado”, y por ende, llamado a gobernar (Nieto, 2006).

En un trabajo posterior, Nieto analiza las relaciones entre el público y las principales esferas involucradas en­ el­ diseño­ de­ programas­ científicos.­ En­ este­ caso,­ establecerá la importancia que tienen las personas del común en el proceso de construcción del sistema científico­ de­ una­ sociedad,­ y­ por­ende,­ la­ necesidad­ de convertirlos en participantes activos de la cons­trucción de tales sistemas (2002).

Según Diana Obregón (2002) las élites nacionalistas, entre 1880 y 1961, lograran consolidar su proyecto político al imponer la teoría de las razas inferiores para determinar el tratamiento de la lepra. La im­ plementación de esta teoría le facilitaba a las elites el control sobre la población, hecho que las lleva a “proclamarla”­ como­ científica,­ aunque­ ignorara­ la­ evi­dencia médica y las necesidades de los pacientes. En­ este­ sentido­ afirma:­ “En­cuanto­ al­ problema­ de­ la­ relación entre ciencia y nacionalismo, es claro que los médicos colombianos de este periodo se encon­ traban construyendo una ciencia nacional. Sin em­ bargo, en el caso de las investigaciones sobre la le­ pra, esta ciencia nacional no siempre estuvo atenta a los intereses de los pacientes. Los médicos enfrenta­ron el problema de la lepra desde el punto de vista de sus intereses sociales y profesionales. El discurso nacionalista, que fue esgrimido en varias ocasiones en relación con la discusión sobre las estrategias para combatir la expansión de la enfermedad, sirvió mayoritariamente­ para­ justificar­ medidas­ represivas­ en contra de los pacientes” (2000: p. 152).

Obregón descubre la existencia de una multiplicidad de actores que compiten por convertir su visión sobre la­lepra­ en­ científica­ por que­ ello­ les­ garantiza­ la­ con­secución de sus intereses particulares. De acuerdo con esto, la ciencia es un escenario de competencia política en el que las luchas por el poder subordinan la búsqueda del conocimiento.

En­ el­ análisis­ de­ las­ prácticas­ científicas­ internacio­ nales en el paso del siglo XX al XXI, Alexis De Greiff concluye lo siguiente: “... de acuerdo con la eviden­ cia histórica, no son la disponibilidad de saber cientí­fico­ y­ la­ capacidad­ técnica­ las­ que­ rigen­  el­ desarrollo­ tecnológico, sino las decisiones de carácter adminis­trativo enmarcadas dentro de un ámbito político.” (De Greiff: 1994, párrafo 13).

Bajo esta perspectiva, De Greiff ve nuestra práctica científica­ sujeta­ a­ las­ decisiones­ que­ sobre­ ciencia­ y tecnología se toman en los países industrializados del norte; estas decisiones no se dan en virtud del desarrollo universal de la ciencia, sino en pro de la solución de los problemas que estos países han prio­ rizado de acuerdo con sus objetivos y necesidades.

Desde la década de 1930 han aparecido varias es­ cuelas teóricas que buscan establecer una forma adecuada de hacer historía de la ciencia. Aquellas que­ más­ influencia­ han­ ejercido­ sobre­ las­ autoras­ y autores colombianos son las de París en cabeza de Bruno Latour y Michael Callon, y la de Edimbur­ go, integrada por Barry Barnes, David Bloor y Steve Shapin. Presentaré los postulados teóricos que estas escue­las­ utilizan­ con­ el­ fin­ de­ compararlos­ con­ los­ trabajos nacionales.

Bruno Latour (2001) sale del análisis sociológico clá­ sico la ciencia cuando deja de preocuparse por las relaciones­ entre­ actores­ y­ se­ centra­ en­ definir­ cuál­ es la red de actantes que permite la existencia de un hecho científico.­ Los­ actantes,­ nos­ dirá Latour,­ pue­den ser personas, instituciones, instrumentos técni­cos, es decir, todo participante, humano o no huma­ no, determinante en la aparición de tal hecho. Bajo tal perspectiva, Latour crea una red de actantes que utiliza ­para­ explicar­ el­ proceso­ cíentífico.­ Complemen­tando­ lo­ anterior,­ Cailon­ (1995)­ afirmará­ que­ esa­ red­ se va produciendo mediante traducciones, o transfor­ maciones de entidades extrañas para la red, en actan­tes que entran a sostener la red misma.

Bloor (1998) Barnes (1986) y Shapin (2005) nos plan­ tean una serie de principios que, independientemente del caso de estudio que se investigue, permitirían una adecuada comprensión de los procesos sociales que lo sustentaron. El objetivo de tales principios es el de encontrar leyes que permitan establecer en qué forma interactúan los factores sociales con los factores cog­nitivos­ en­ la­ producción­ de­ verdades,­ científi­cas­ o­ no. En ­relación­ con­ esto,­ podemos­ afirmar­ que­ Restrepo­ utiliza la propuesta de Latour como perspectiva teóri­ ca.­Ella­ve­el­proceso­científico­como­la­expansión­de­ una red, pero tal expansión se sustenta en el tamaño que la red ha ido cobrando más que en la discusión ló­ gico racional; si se quiere, la ciencia, al hacerse con el monopolio de la producción legítima de la verdad, evita que se le cuestione como práctica social, facilitando la imposición de sus productos, he­cho que consolida y estabiliza las prácticas de dominación producto de­ las­ cla­sificaciones­ que­ elabo­ ra. “Si la ciencia es una forma de conocimiento  ‘local’,  situada  en un contexto y un tiempo que una mirada­ sociológica­ exige­ especifi­ car claramente, se puede invertir la pregunta para indagar más bien cómo una actividad, una práctica y una cultura como ésta parece des­ prenderse de todo el ámbito de su producción local  para  atravesar no sólo el tiempo, en la metáfora de­ la­ ciencia­ como­ edi­ficio­ en­ per­manente construcción al cual se le van sumando paulatinamente, ladrillo tras ladrillo, nuevos pisos, nuevas estructuras, sino también el espacio, esto es, cómo amplían esos colectivos de pensamiento sus redes, de suerte que una vez extendido un estilo de pensamiento no hay forma de ver por fuera de él. La “trampa” o, digamos más bien, la seducción, consiste precisamente en que, al exten­ der sus redes, estos estilos de pensamiento y las ca­ jas­ negras­ que­ ellos­ construyen­ jus­tifican­ el­ proceso­ como la “natural” difusión de ideas, teorías o datos que poseen una validez intrínseca y una superioridad que trasciende y explica el hecho mismo de su ex­ pansión. La situación es precisamente la inversa: lo que las valida es el proceso mismo de ampliar la red, así adquieren esa apariencia de consistencia y solidez que después les reconocemos como cualidad intrín­ seca” (2000: p. 211).

En el mismo sentido, Nieto establece la forma en la que la ciencia extendió su red sobre la América Colo­ nial como componente esencial de la estrategia políti­ ca de dominación del Imperio Español, utilizando adi­ cionalmente a CaIlon, para describir el proceso con­ creto a través del cual se produce tal extensión: “Traducir es desplazar, transferir, remover de una per­ sona lugar o condición a otro; es también expresar en nuestra propia lengua, en nuestros propios términos, lo que otro dice o hace. El resultado de este proceso, diría Callon, es una situación en la cual unas perso­ nas adquieren control sobre otras” 2000: p. 101).

Pero­ Nieto­ no­ deja­ su­ reflexión­ allí.­ La traslada al contexto actual y se pregunta por las formas en las que la­ práctica­ científica­ opera­ en­ las­ sociedades modernas; para hacer­ lo utiliza la perspectiva de Shapin cuando sostiene que “La ciencia al igual que el lenguaje, sólo son po­sibles  como  procesos  colectivos” (2002: p. 82). Nieto utiliza esta pers­pectiva­ con­ el­ fin­ de­ establecer­ que­ más allá de la forma en la que la ciencia opere como práctica intelec­tual, su legitimación como práctica social sólo se conseguirá vinculando al mayor número de actores po­sibles, es decir, democratizándola. Aunque el análisis que hace Obre­gón en torno a la lepra también la lleva­ a­ referirse­ al­ proceso­ científico­ como­ la­ exten­ sión de una red, lo que realza es la noción de centro de­cálculo.­Latour­define­el­centro­de­cálculo­como­el­ espacio en el que la acumulación de actantes (cien­ tíficos,­información,­teorías,­intereses­e­institu­ciones­ entre otros) permite que se establezca el centro de la red, centro contra el cual los elementos externos a­ ella­ serán­ comparados­ para­ ser­ resignificados­ y­ transformados en parte de ella (1992). Bajo tal pers­ pectiva, Obregón evidencia que, aunque la lepra era un problema periférico, el centro de su red se ubica en Europa, único lugar en el que la percepción de la lepra (un problema de razas inferiores) podría ser reformulada: “El congreso de Berlín fue el escenario en el cual fueron examinados en conjunto los experi­ mentos de solitarios investigadores y de médicos de las posesiones coloniales europeas. Éste fue un mo­ mento de acumulación en cuanto al conocimiento de la ­lepra­ y­ Berlín­ se­ convirtió­ en­ un­ centro­ científico­ en­ el­ cual­ se­ unificarían­ los­ diversos­ puntos­ de­vista­ so­bre la etiología de la lepra. ... En las conclusiones de este congreso se lee: ... ‘la teoría de la herencia de la lepra ha mostrado en mayor grado haber perdido fun­ damento en comparación con la ahora generalmente aceptada teoría de su contagiosidad’. ... La profesión médica colombiana, con el respaldo de esa comuni­dad internacional, propaga en Colombia los saberes científicos­ oficiales­ y­ por­ definición­ excluye­ otros­ sa­beres.” (2000: p. 272 ­ 273).

La evidencia de los médicos colombianos no tuvo va­ lidez hasta que no fue trasladada al centro, aceptada por él, y llevada de vuelta a los extremos de la red; de la misma forma en la que las élites legitimaron su visión y tratamiento de la lepra al indicar que estos estaban de acuerdo con los postulados europeos so­ bre la misma, un cambio en la perspectiva del centro de cálculo reivindicó la posición médica.

Finalmente,­De­ Greiff­ utiliza­ de­ forma­ combinada­ los­ análisis de las escuelas de Edimburgo y París para desmitificar­ la­ práctica­ científica.­ Retomando­ los­ pos­tulados­ de­ Bloor,­ Barnes­ y­ Shapin­ afirmará­ que­ a­ la­ ciencia no se le puede otorgar un lugar y momento de origen para intentar convertirla en propiedad intelec­tual y característica social de un grupo cultural en particular, o dicho de forma explícita, la ciencia no es exclusiva de la modernidad europea, es producto de las interacciones entre condiciones sociales y prácti­ cas cognitivas. Por otra parte, haciendo referencia a la Escuela de Paris, De greiff argumentará que la ciencia no funciona gracias a la existencia de una dimenSión metafísica universal en virtud de la cual los­ cien­tíficos ­de ­todas ­las­ partes­ del­ mundo­ puedan­ “hablar el mismo lenguaje”. Por el contrario, concluirá lo siguiente: “... los contextos no imponen restriccio­ nes, y el planteamiento del problema en estos térmi­nos es anti­histórico. La ciencia, como práctica social y como corpus de conocimiento es un producto de culturas locales no sólo para el caso del Tercer Mun­do, sino también para instituciones como Harvard, Stanford o Cambridge” (2002: p. 119 ­ 120).

Consideraciones sobre la Historia de la Ciencia en Colombia

De acuerdo con lo anterior: (i) los planeamientos ge­nerales­ de­ la­ historia­ de­ la­ ciencia­ nos­ permiten­ afir­mar que la producción de conocimiento en el país ha estado determinada por las condiciones sociales y ligada a los intereses particulares de los actores invo­ lucrados en ella; (u) la constitución de redes que fun­cionan en virtud de un centro que traduce e invisibili­za otros saberes en pro de su propio fortalecimiento (Escuela de París) y la interacción entre los factores sociales y cognitivos que guían la construcción de soluciones­ científicas­ a­ problemas­ concretos­ (Escue­ la de Edimburgo), son perspectivas teóricas que nos permiten­ comprender­ las­ prácticas­ científi­cas,­ pero,­ adicionalmente, establecer que estas no funcionan en favor del avance social de nuestro país.

Podemos concluir que estas constataciones son fun­ damentales para la comprensión de las prácticas cien­tíficas­ de­ nuestro­ país,­ pero­ no­ logran­ superar­ el simple diagnóstico de nuestra situación. Restrepo plantea el problema de la historia de la ciencia desde el análisis de las relaciones entre el poder y el saber, relaciones­que­producen­clasificaciones­que­determi­ nan, entre otras cosas, qué puede ser considerado un avance ­científico­ y­ qué­ no.­ Sin­ embargo,­ Restrepo­ no­ logra establecer cuál es la relación entre el poder y el saber que permite qué la ciencia siga siendo con­ siderada una empresa legítima aún cuando sus pro­ ductos no se vean traducidos en un incremento del bienestar colectivo. Nieto, en su estudio del período colonial, evidencia que la imposición de formas de producción de conocimiento iba ligada al sostenimien­ to de los gobiernos del momento; esto nos permite comprender por qué considera que, en aras de evitar una situación de dominación como esa en el presen­ te,­ sea­ prudente­ democratizar­ la­ práctica­ científica.­ La democratización de la ciencia podría ser una res­ puesta al interrogante que Restrepo deja suelto, pero al plantear la democratización como respuesta, Nieto está asumiendo de entrada que nuestro sistema de­ mocrático funciona de forma ideal, hecho que Obre­ gón, mediante el caso de la lepra, ya ha demostrado que es falso.

Cuando Obregón nos muestra la forma en la que la ciencia se utilizó para ir consolidando proyectos polí­ ticos y profesionales en el paso del siglo XIX al XX, pone en evidencia que el estar en posición de esta­blecer­ qué­ es­ científico­ y­ qué­ no­ lo­ es, confiere ­poder,­ y tal hecho es considerado por ella como determinan­ te en la forma en la que tejen las relaciones en torno a la ­actividad­ científica.­ De­ Greiff­ sigue­ la­ misma­ lí­nea­ y­ extiende tal tejido de relaciones al panorama interna­cional,­ evidenciando­ que­ las­ relaciones­ cientí­fica s­in­ ternacionales­ operan­ en­ función­ del­ beneficio­ material­ e inmaterial de los países industrializados del norte. De­ acuerdo­ con­ ellos,­ las­ prácticas­ científicas­ están­ determinadas por dos tipos de centros: los nacionales, cuya­ función­ es­ la­ de­filtrar­ el­ ingreso­ de­ actores,­ más­ que­ al­ escenario­ científico,­ a­un­ esce­nario­ político­ de­ control sobre la verdad, y los internacionales, encar­ gados de establecer cuáles son las prioridades de la práctica­ científica­ de­ acuerdo­ con­ sus­ intereses.

Así,­ tomadas­ en­ conjunto,­ estas­ reflexiones­ logran­ es­clarecer las formas en las que se desarrolla la práctica científica,­ pero­ no­ lo gran detectar­ ni­ proponer­ miradas­ teóricas que puedan revertir tal situación. En primer lugar, desde el plano netamente teórico, habría que preguntarse por otras esferas, diferentes a la de la po­ lítica,­determinantes­en­la­actividad­científi­ca,­como­lo­ pueden ser la esfera cultural o la de la comunicación. Estas esferas contribuyen enormemente a la difusión de la imagen que se tiene de la ciencia; si tal imagen sigue siendo la de una ciencia neutra, difícilmente se logrará que la sociedad la cuestione, inmovilizando las formas en las que se practica e impidiendo su trans­ formación con miras a la solución de las necesidades colectivas. Por otra parte, el escenario institucional no es el único camino para “democratizar” las prácticas científicas.­ Dado­ que­ la­ pro­ducción­ de­ conocimiento­ ha­ sido­ definida­ como­ una­ actividad­ eminentemente­ colectiva, sólo requiere de la participación de indivi­ duos en la detección y solución de problemas; más que delegar la responsabilidad de la producción de conocimiento a las esferas institucionales, lo que desde tal esfera podría hacerse es abrir escenarios en los que los miembros de diferentes comunidades utilicen sus experiencias para la detección y prioriza­ ción de los problemas que los aquejan, buscando la producción de conocimiento como forma de solucio­ narlos. Bajo tal perspectiva, la legitimidad que cobran las ­prácticas­ científicas­ podría­ comenzar­ a­ revertir­ la­ presión que se ejerce desde centros exógenos, y pro­moverla construcción de nuevos centros, coherentes con las expectativas y necesidades endógenas.

Lo anterior, más que un programa de desarrollo cien­ tífico,­debe­entenderse­como­guía­para­buscar­expe­ riencias que nos hablen de los procesos que han re­vertido­ la­ tendencia­ general­ de­ las­ prácticas­ científi­cas­ en el país. Estas podrían ser muy variadas, pero esta­ blecer las características que comparten es de suma utilidad; así como los trabajos que se han presentado son pertinentes porque exponen los procesos que im­piden­ que­ la­ práctica­ científica­ en­ nuestro­ país­ tenga­ un impacto decisivo en el bienestar colectivo, descu­ brir las características comunes de los procesos parti­ culares que revierten la tendencia general daría luces sobre las formas concretas en las que tales prácticas podrían ser transformadas.

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Este documento fue tomado de www.revistaelastrolabio.com

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