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Educación para la sexualidad en Colombia: una tarea ineludible

Una serie de actividades pedagógicas para que los docentes puedan enfrentar la educación sexual y ayudar a sus estudiantes a establecer relaciones más equitativas y fortalecer su identidad.

Marzo 5, 2016

La educación sexual en el contexto escolar plantea grandes desafíos a los maestros. aquí el autor apela a dos puntos de vista sobre el tema que invitan a reflexionar sobre este, y propone una serie de actividades pedagógicas para que los docentes puedan enfrentarlo y de esa manera ayudar a sus estudiantes a establecer relaciones más equitativas, a valorar la diferencia y a fortalecer su identidad, entre otras cosas.

¿Es la educación sexual un asunto de la vida privada, innecesario de educar y por tanto excluible del mundo escolar? O por el contrario ¿es un desafío para las escuelas al ser este un escenario propicio para formar en el ejercicio de los derechos humanos sexuales y reproductivos?

Aunque por el contenido de diversas sentencias de la Corte Constitucional y del Conpes Social 147 de enero del presente año pareciera que el país ha señalado lo segundo, no podemos negar que la educación para la sexualidad (también denominada educación integral de la sexualidad o educación sexual) se ha visto desafiada a manejar tensiones culturales cuyo principal escenario de confrontación es la escuela.

Todo indica que la tarea de propiciar una reflexión sobre este asunto, que lleve a actuaciones pedagógicas deliberadas y sustentadas es ineludible, toda vez que si hay algo claro es que educar la sexualidad no es opcional, pues queramos o no, la sexualidad se educa también mediante los silencios, las normas, el sistema de valores, y las actitudes y creencias de quienes educan (maestros, padres y madres). El presente artículo intenta aportar a este debate, enfocando la mirada en dos posturas, aquella que se centra en “un deber ser” de la corporalidad y la sexualidad de los estudiantes (llámenla quienes la sustentan como educación sexual o no), y la que en opinión nuestra es más cercana a la garantía de los derechos sexuales y reproductivos de las niñas, niños y adolescentes.

Las instituciones educativas donde los estudiantes aprenden a tomar decisiones encaminadas a vivir una sexualidad saludable, plena y responsable, que enriquece su proyecto de vida y el de los demás, tienen en su base un proceso de participación en la gestión del saber.

Pongamos inicialmente nuestra atención en aquellas escuelas cuyo quehacer pedagógico está centrado en los deberes y que ciertamente regulan las relaciones sociales entre los diferentes miembros de la comunidad educativa, pero fundamentalmente entre profesores y estudiantes, y entre hombres y mujeres. Como primer asunto que salta a la vista es claro que en esta tendencia, niñas, niños y adolescentes son tratados como objetos de intervención con mínima participación y decisión sobre su vida, incluyendo su sexualidad (pese a que en el discurso afirman que la sexualidad es un asunto del cual ellos son responsables). A lo anterior habría que añadir lo preocupante que resulta cuando esos “deber ser” vienen acompañados de un vaho de misterio, miedo y culpa. Hay que decirlo, la norma impuesta y su consecuente respeto incuestionable a una autoridad, corren el riesgo de vulnerar los derechos humanos, especialmente de quienes tienen menor poder.

A su vez, el énfasis en lo disciplinar-informativo, no contextuado, así como la ausencia de espacios propicios para ventilar situaciones sociales emergentes que los afectan, entre ellas las referentes a su sexualidad, es sin duda obstáculo para el desarrollo del pensamiento crítico en los estudiantes y ambiente favorable para la violencia sexual, el abuso, la intimidación escolar.

En escuelas como esta es común que no exista en el equipo de docentes grupos que dediquen algún tiempo a la reflexión del tipo de ser humano que pretenden formar, ni que lean el contexto de aspectos relacionados con la convivencia, la sexualidad, lo ambiental.

De igual modo, el acoso y la violencia pueden pasar fácilmente inadvertidos en un “silencio cómplice” que nada cuestiona, pues esto sería una afrenta contra una autoridad naturalizada en esa misma sumisión y obediencia.

Por fortuna para la garantía de los derechos sexuales y reproductivos, han hecho aparición en la escuela otras apuestas en las cuales el estudiante es tratado como sujeto de derecho con capacidad de participar y decidir sobre sus aspectos vitales, incluida ciertamente su sexualidad, con un acompañamiento en el proceso formativo que genera confianza, afecto y valoración de sí mismo, de las relaciones y de la vida.

Las instituciones educativas donde los estudiantes aprenden a tomar decisiones encaminadas a vivir una sexualidad saludable, plena y responsable, que enriquece su proyecto de vida y el de los demás, tienen en su base un proceso de participación en la gestión del saber, favorecen y propician que se cuestione lo que se da por sentado, promueven la construcción de criterios de convivencia y convocan a sus estudiantes de manera activa. Los contenidos y la información son medios, no metas; de igual manera los estudiantes no son objetos de intervención sino fines en sí mismos, con quienes se teje el saber cotidiano que está más allá del texto, y se consulta el entorno de sus experiencias y sus saberes previos.

En esas propuestas niñas, niños y adolescentes reconocen, a medida que crecen, que sus cuerpos son el mejor sitio para vivir y que por tanto en ellos habita la dignidad, lo que les da valía como seres humanos, y que nadie tiene derecho a vulnerarlos. Se trata de un fortalecimiento de la identidad que forma en la libertad de elegir y de elegir bien, porque significa una toma de decisiones como acto de responsabilidad con sentido, que deriva en el cuidado de sí mismos.

Son prácticas pedagógicas que desarrollan capacidades para la vida de los integrantes de la comunidad educativa, con el fin de aportar al establecimiento de relaciones más equitativas entre hombres y mujeres, rechazar la violencia, valorar la diferencia y fomentar la inclusión.

En el recuadro se pueden apreciar otras prácticas frecuentes de instituciones educativas que avanzan hacia la garantía de los derechos sexuales y reproductivos.

Como puede verse, se trata de escuelas que construyen las condiciones para que el ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos por parte de niñas, niños y adolescentes sea un asunto cotidiano, de manera que todos puedan vivir su sexualidad libre de discriminaciones, miedos, coacciones y violencia, en el presente y en el futuro.

Prácticas para avanzar hacia la garantía de los derechos sexuales y reproductivos en las instituciones educativas

❚ Incorporar como horizonte ético estos derechos, en principio como discurso y con más fuerza en su promoción, ejercicio y garantía.
❚ Construir de manera conjunta entre los diferentes integrantes de la comunidad educativa el sueño que como institución quieren lograr, es decir, llegar a la concertación en torno al tipo de ciudadano que se quiere formar tomando en consideración sus diversas dimensiones, incluyendo por supuesto la sexual.
❚ Llevar a cabo jornadas de reflexión de los equipos de trabajo sobre los aportes de cada una de las disciplinas al logro de ese sueño, trascendiendo a un proceso transdiciplinar.
❚ Llevar a cabo jornadas de reflexión docente sobre situaciones sociales que afectan a sus estudiantes, entre ellas las referidas a la sexualidad (universo cultural, medios de comunicación, relaciones familiares, relaciones de pares, etc.).
❚ Incorporar al PEI de las instituciones educativas un proyecto de educación sexual de carácter transversal, y definir qué desean alcanzar por conjuntos de grados, de manera articulada a los estándares de competencias científicas y ciudadanas.
❚ Fomentar la participación activa de los estudiantes en la gestión de un conocimiento con sentido y significado de utilidad en la vida diaria.
❚ Promover vínculos fuertes con la vida, lo cual supone desarrollar la capacidad de “resonar en la frecuencia de los otros y de la naturaleza”, es decir, ser empáticos. Esto facilita tener un estilo de vida integralmente saludable cuyo indicador fundamental se da en la posibilidad de experimentar placer y bienestar.
❚ Implementar procesos de formación continua que les permitan a los maestros repensar las prácticas pedagógicas, construir consensos conceptuales y cualificar su quehacer docente.
❚ Hacer visibles en distintas instancias aspectos relacionados con la convivencia y la sexualidad que pueden generar violencia.
❚ Establecer alianzas con otras entidades que pueden fortalecerlas y que les permitan, entre otras cosas, tener apropiadas las rutas de intervención en caso de la vulneración de derechos.
❚ Fomentar la participación de toda la comunidad educativa (padres, estudiantes, docentes, personal administrativo y demás miembros) en las acciones del proyecto de educación sexual.

*Artículo tomado del periódico impreso Palaba Maestra, en su edición número 30

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María Del Rosario Cubides Reyes
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