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Juguemos un rato

Aunque el sector educativo le tenga fastidio al juego en los procesos de enseñanza aprendizaje, este es una forma de aprender de lo bueno y lo malo.

Marzo 22, 2016

La vida de volvió rutinaria y aburrida el día que nos olvidamos de jugar, y cuando hablo de jugar no me refiero a pegarse a un dispositivo móvil y apartarse del mundanal ruido, sino de esa maravilla de realizar una actividad o hacer una cosa, generalmente ejercitando alguna capacidad o destreza, con el fin de divertirse o entretenerse. (Lea: El valor educativo del juego)

Es lamentable que nos sorprenda ver a niños con yoyos, trompos o canicas, o haciendo algo maravilloso como utilizar la imaginación y la rapidez mental; no hay nada más asombroso que ver a un niño maquinando alguna cosa en la cabeza, jugando con sus sueños y su día a día. 

Me encanta ver a los obreros de la construcción, con sus botas pantaneras y casco, jugando al medio día, transformando una calle o un prado en su “Stamford Bridge” sin importa orden y técnica, mucho menos sabrán qué es un sistema táctico, pero simplemente disfrutando del hecho de jugar. El balón es lo único que vale. Lo demás no cuenta. (Lea: Los niños de la guerra y su reintegración a la sociedad civil: subjetividades en juego)

Los niños de mi generación podíamos correr por el barrio, entregándonos a los atléticos placeres del ring-ring-corre-corre, del yermis, de los ponchados y de las carreras de carritos de la marca Majorette.

Jugar era divertido y transformador, porque aunque el sector educativo le tenga fastidio al juego en los procesos de enseñanza aprendizaje, el juego era una forma de aprender de lo bueno y lo malo. (Lea: “El juego, un modo de aprender el mundo": María Elena Ronderos)

Es lamentable que le vayamos perdiendo sentido a las cosas sencillas y prácticas, y que el verso del chip activado de cuanta cosa iluminada y ruidosa invente o promuevan en la red sea lo único que se quiera utilizar en el aula. Los juegos de antes existían en el mundo virtual de nuestra imaginación; los de hoy, en el mundo virtual de los dispositivos, son muy pocos los que tratan de articularlos y jugar-aprender al mismo tiempo.

Aprender jugando es válido y valioso en una sociedad que necesita dejar tanto “acartamiento” y necesita más integrarse con su entorno y sus realidades, buscando más motivaciones reales que las que dan las redes sociales.   

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Martial Heriberto Rosado Acosta
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Sembré una semilla en la tierra de cada estudiante para que florecieran los frutos del trabajo campesino en el campo que los vio nacer