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La educación reparadora: una manera de sanar los corazones de nuestros estudiantes

Septiembre 28, 2017

Quisiera empezar este artículo con esta pregunta ¿Que es la reparación? Es el arreglo de una cosa estropeada, rota o en mal estado. Pero en el ser humano la reparación se aplica a la historia y sanación de las heridas del ser humano, es una forma de rescatar a aquello que se da por perdido.

Nosotros como educadores estamos llamados a vivir la reparación en nuestras aulas de clase con nuestros estudiantes, esto nos implica comprender a nuestras estudiantes y conocer las limitaciones y carencias que estos viven y experimentan, la reparación busca revertir estas situaciones entendiendo a las circunstancias de cada uno para fortalecer la vida ahí donde se encuentre frágil, debilitada o amenazada. Y, en esta misma línea, se empeña por ofrecer a toda una educación de calidad de modo que pueden crecer y desarrollarse lo más posible, según sus capacidades.

 Quiero citar a Edith Vernaza encargada del proyecto de “Las Fridas” ya que este proyecto es una forma de reparar los corazones de nuestros estudiantes.

“Las Fridas, un viaje al corazón, con el que 45 jóvenes del colegio distrital Los Comuneros Oswaldo Guayasamín –ubicado en el barrio Virrey II, localidad de Usme–, encontraron una forma de expresión que, luego de pasar por un proceso catártico a través del arte, les permitió construirse un lugar en el mundo; les permitió soñar, luchar y vivir”[1].

En este colegio hay jóvenes que se identifican con la vida de Frida Kalho, una vida de sufrimiento, pero a la vez de catarsis, es decir jóvenes que tienen problemáticas de violencia familiar, abandono, quizás bulling, incomprensión, desplazamiento, drogadicción, alcohol etc. Estas heridas se hacen visibles en su comportamiento y en relación con los otros, y es aquí donde el arte es protagonista en sus vidas, desde el are tejen su propia historia, desde este hacen su propia fotografía de dolor, narran y plasmas sus historias en una hoja de papel, etc,. Estas actividades hacen que la persona haga catarsis y se sienta reparada.

Ellos cuando experimentan todas estas actividades le dan un nuevo sentido a su vida, se sienten libres sanados y sobre todo reparados a nuevas oportunidades que la misma vida les brinda.   

Jorge Larrosa en su libro Escuela Poder y subjetivación nos plantea que a pesar de que las actividades pedagógicas para el desarrollo del autoconocimiento suelen metaforizarse ópticamente con títulos del tipo "¿cómo me veo?", lo que los niños tienen que hacer ahí es, básicamente, hablar y escribir.”(1995, pág?)

Si este proyecto de las Fridas se implementará en todos los centros educativos privados y públicos, tendríamos una sociedad más justa y tolerante ante las diversas situaciones que se viven en lo cotidiano. Porque el arte sana y repara la historia, desde las diferentes maneras en que los jóvenes hacen su proyección de lo que viven, es simplemente una manera de sacar a flote aquellas heridas que no los dejan soñar y salir adelante.

Por eso, la educación es cosa del corazón y, en consecuencia, solo mediante la relación personal se puede poner en marcha un auténtico proceso formativo, por ello el arte recoge la convicción de que la persona no es un individuo aislado, sino un ser en relación, con lazos de afecto y de solidaridad, que lo conforman en una familia, en una comunidad de personas, en la sociedad.

Por último, se ve que es necesario vincular a la familia en este proceso de reparación, ya que escuela y familia, ambas deben ir en la misma dirección y ser coherentes con lo que se enseña en cada escenario. El colegio nunca puede sustituir a la familia ni llenar su vacío. Escuela y familia se convierten en aliadas en el proyecto común de la educación.

 



[1] http://www.educacionbogota.edu.co/es/component/k2/item/3000-aplausos-para-las-fridas-del-colegio-los-comuneros

 

 

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Estudiante de la cátedra Maestros hacen maestros en la Universidad de La Salle.
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Hoguer Alfredo Cruz Bueno
Gran Maestro Premio Compartir 2009
Logré vincular el aula y la comunidad rural a través de expediciones que marchaban tras la huella de la cultura local en tertulias de lectura que se convirtieron en lugares de encuentro entre los padres, los hijos, los textos y la escuela.