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A propósito de la superioridad ilusoria

El verdadero discurso pedagógico es rebelde, arriesgado y poco normativo. 

Julio 14, 2017

El pasado domingo, leí un artículo de opinión en el periódico el Espectador, escrito por Mauricio García Villegas, titulado El ejemplo de los maestros, en el cual, el autor hace un análisis sobre algunas conductas en el desempeño de muchos docentes, en lo que tiene que ver con nuestras faltas y la actitud que asumimos frente a las mismas.

Particularmente me parece interesante dicho artículo, sobre todo, cuando el autor trae a colación aquello de la Superioridad Ilusoria de la que habla la psicóloga  Norteamericana Vera Hoorens y que no es más, que la fea costumbre, que tenemos algunos profesores no sólo los de la educación superior o universitaria como lo señala García Villegas, sino inclusive, y con mayor acentuación, los de la educación secundaria, donde encontramos colegas que en una aparente muestra de que poseen una real apropiación pedagógica, abusan, citando permanentemente a autores, cuyos textos en muchos casos, no tienen la pertinencia ni el rigor epistemológico de la temática a la que aluden, con las consiguientes  consecuencias que de ello se deriva para el lector desprevenido y para la educación y la enseñanza en la dinámica de sus procesos.

Tal conducta o comportamiento aparte de querer mostrar un alto nivel de conocimiento, pretende demostrar también que somos mejores que los demás, constituyéndose en lo que la Hoorens denomina Hipótesis de Arrogancia, que, en su esencia, se traduce en un seudo-intelectualismo pedagógico, que, por su naturaleza, resulta profundamente peligroso y dañino para la educación, y para la escuela. Por fortuna, este grupo de docentes con superioridad ilusoria es una minoría, en gran medida venidos y fracasados de otras profesiones, en donde como decía Bertolt Brecht “no pudieron aprender y ahora se han dedicado a enseñar” y yo agregaría, enseñar sin recato y sin escrúpulo alguno, en menoscabo por supuesto, de la calidad de la educación.

Es menester, que al interior de la escuela y de la educación, analicemos bien este fenómeno en todo su esplendor, en la idea de distinguir los discursos en su naturaleza y en su trasfondo.  Es bueno recordar que el verdadero discurso pedagógico es rebelde, arriesgado y poco normativo, en tanto provoca la innovación y tiene una trascendencia en escenarios más complejos, orientados a una verdadera transformación desde la creatividad, apartado de cliché y del falso apropiacionismo intelectual, que tanto daño le está haciendo a nuestra educación en términos de ser y saber hacer en contexto como lo reclama el nuevo orden global en la sociedad del conocimiento.

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Rector de la Institución Educativa Soledad Acosta de Samper.
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Sandra Cecilia Suárez García
Gran Maestra Premio Compartir 2013
El cuerpo habla y la danza puede ser el camino para la exploración del ser y el medio para liberar las palabras que se encuentran encadenadas.