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Querer un aula “normal” y obtener una inclusiva

Soñar con perfección en un mundo imperfecto es la limitación que muchos maestros en formación se hacen sólo para evadir la realidad del ambiente en que se desenvuelven nuestros estudiantes.

Noviembre 2, 2017

Definir cómo te sientes es algo complicado, y más cuando tienes tantas emociones a la vez que en lo único que piensas es en cómo calmarlas y cómo pensar en otras cosas dejando fluir tu imaginación. Es en ese momento en el que empiezas a tratar de buscar una  explicación o ser más claro (a) en tus sentimientos y emociones; sentirse alegre, emocionado y ansioso por querer iniciar tus prácticas, es una sensación fantástica que te hace pensar qué quieres hacer, qué quieres lograr, qué quieres crear junto a todos esos niños que en muchos momentos estarán a tu cargo. Sin embargo, sentir esa preocupación y miedo de qué te espera o a qué te enfrentarás en tu docencia y cómo reaccionarías o qué harías frente a una circunstancia de emergencia o casos de violencia, son conmociones que te generan estrés, intriga y anhelas con todo tu corazón que en todo te vaya bien.

Estar a inicios del segundo semestre, tocando el tiempo más esperado de un maestro (a) en formación, las prácticas docentes. Mucha felicidad, responsabilidad, y lo único que te dice tu cerebro es “No podemos descansar”;  corres de un lado a otro buscando  los temas y corrigiendo aquellos aspectos que te hace tu maestro de práctica y trasnochándote para preparar el material didáctico o pasando planeaciones, son momentos de intensa frustración y exigencia en donde sólo piensas “¿En qué tiempo haré todo esto?”.

Llegar al salón, notar presencia de padres de familia que organizan múltiples cosas y  encontrarte con niñas que te miran fijamente esperando tus reacciones, generan cierta inseguridad que provoca querer salir de ese lugar y cerrar los ojos y pensar “¿Qué estoy haciendo?”. Tranquilizarte, reflexionar y dirigirte al Todopoderoso mediante la oración  diciendo: “Padre, tú me has puesto aquí por un propósito, no sé cuál será. Pero, estoy segura que algo grande me tienes”; pronunciar sólo esas palabras, reconfortaron mi espíritu, y con toda la intención de mostrar dominio propio, saludo a todas la personas en aquél espacio y muy sonriente, aunque dudosa, saludo en lengua de señas a tres personas muy particulares que se encontraban a mi derecha, dos niñas sordas y una modelo lingüística.

Nadie se imagina tener en el salón a niños que padecen de dificultades en el aprendizaje, que haya problemas graves de convivencia en el aula  ni mucho menos, a poblaciones con discapacidad; en mi caso, niñas con discapacidad auditiva. Siempre tenemos la percepción de que en el salón hay estudiantes, aparentemente “normales”, y estar conscientes de que tienes el gran compromiso de atender, según mi posición, a dos niñas sordas que el único medio en que interactúes con ellas es manejando su lengua. Lengua de Señas.

Enfrentarse a este tipo de situaciones, son pruebas que retan tus habilidades y despiertan en ti la curiosidad de explorar y vivenciar qué tan capaz eres o serás al dirigir dicha circunstancia. Al principio me sentía muy inconforme y limitada en mi lengua, ya que yo lo único que manejaba era el alfabeto en Señas y algunas palabras que vi en videos para poder presentarme, y no me imaginaba incluida ni interactuando con ellas ni con la modelo lingüística. Pero, Dios es grande.

Al paso de los días, vivenciando ese ambiente de inclusión, fui dándome cuenta de lo agradable que es aprender e interactuar con niñas sordas, las cuales son divertidas, alegres y muy cariñosas. Ganarme su confianza y aprender de ellas, fue una de las experiencias más hermosas que he tenido en mi vida, y sin duda, una de las sorpresas más increíbles que Dios me ha dado.

La educación es muy diversa y las vivencias que en ella encuentras, no la hay en ningún otro lugar. Nadie puede explicar exactamente lo emocionante de cada experiencia. Y desde mi punto, no limites tus habilidades; dejar que el miedo tome decisiones permanentes por ti, es un error porque te hace perder muchas cosas que, de pronto en ellas, esté el potencial o lo que desde hace tiempo has estado esperando.

Aprendí que el fracaso no es enfrentar los miedos y fracasar, sino no haberlo intentado.

 

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Escrito por
Estudiante del primer semestre del Programa de Formación Complementaria de la Escuela Normal Superior María Auxiliadora de Santa Marta.
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Melva Inés Aristizabal Botero
Gran Maestra Premio Compartir 2003
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.