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Competencias en tolerancia y diversidad de creencias aplicadas

Cuando nuestra religión es el estudio de las religiones.

Junio 23, 2015

Todos los días nos anoticiamos de nuevos listados en donde se inventarían las competencias que los chicos del futuro (ya no solo los 2.500 millones de millenials en el mundo, la generación X nacida después de los años 80 sino también la Z nacida a partir de mediados de los 90), deberían tener para ser competentes laboralmente, ciudadanos funcionales y sobretodo individuos creativos a la altura de lo que las “smart cities” y las sociedades creativas supuestamente demandarán en el futuro.

Por eso no hay programa educativo, refundación escolar o política de formación profesional que no incluya en lugar destacado la promoción de competencias como cultura digital, creatividad masiva, autonomía y autoaprendizaje en su menú de ingredientes básicos para la creación de ciudadanos comprometidos, capaces de resolver problemas, o mejor aun de plantearlos, y sobretodo de ser solidarios, anticonsumistas, propagadores de los valores de la sustentabilidad, del reconocimiento de que Gaia, el planeta tierra es un ser viviente, y varios desideratum parecidos que privilegian el ser sobre el tener, la diversidad sobre la uniformidad, la tolerancia sobre la incomprensión.

Nadie podría estar en desacuerdo con la promoción de todos estos rasgos, habilidades y competencias. Pero siempre nos pareció que en este listado había un faltante estratégico, algo que no es muy fácil de definir, y que no queda registrado en el listado de inteligencias pasadas que debíamos haber estimulado a lo Binet/Gardner, y mucho menos de las futuras que lo necesitan mas que nunca a lo Prensky/Jenkins (2006); Nisen, (2013).

Nos referimos a la necesidad de entender y de practicar la inteligencia espiritual. Ese tipo de inteligencia que según Danah Zohar e Ian Marshall (2001) nos permite afrontar y resolver problemas de significados y valores, ver nuestra vida en un contexto más amplio y significativo y al mismo tiempo determinar que acción o camino es más valioso para nuestra vida.

Para estos autores la Inteligencia Espiritual se distingue por las siguientes características:

  • Capacidad de ser flexible
  • Poseer un alto nivel de conciencia de sí mismo
  • Capacidad de afrontar y trascender el dolor y el sufrimiento
  • La capacidad de ser inspirado por visiones y valores
  • Reluctancia a causar daños innecesarios
  • Tendencia a ver las relaciones entre las cosas (holismo)
  • Marcada tendencia a preguntar ¿Por qué? o ¿Y si? y a pretender respuestas fundamentales
  • Facilidad para estar contra las convenciones

No se trata de habilidades menores y a su vez están vinculadas con otras dimensiones de la formación a futuro indispensable para las nuevas generaciones: densidad histórica (perdida en el presentismo y en el arrojo hacia el futuro que supone en el endiosamiento de la tecnología), y tolerancia hacia las creencias ajenas (cuya manifestación mas clara y prejuiciosa es la intolerancia hacia las religiones ajenas). 

Por suerte para orientarnos en esta tarea tenemos aliados y guías, aunque desconocidos e inesperados. Es el caso de Karen Armstrong inglesa de ascendencia irlandesa. A los 18 años se metió a monja católica, pero admite que era “una monja muy mala”. En vez de seguir esa vocación,  dedicó su vida a conocer a fondo todas las creencias —cristianismo, islam, judaísmo, budismo o hinduismo— desde fuera de los dogmas. Se alejó de la fe, pero tampoco se define como agnóstica: su religión ahora es el estudio de las religiones.

Frente al activismo ateo, un laicismo que considera agresivo y los crecientes recelos contra el islam, Armstrong defiende una visión comprensiva del hecho religioso y, sobre todo, de la tendencia humana a la búsqueda de la espiritualidad.

Centrarnos en una tipología ingenua, en la cual la tecnología y ciertos valores hiperrracionales transformarían nuestro mundo contradictorio y complejo en un vergel, además de un error mayúsculo, obtura la necesidad de entender la diversidad, la variedad y la sustentabilidad de las religiones del libro

Tiene dos obras traducidas al español en las estanterías de novedades. Una es la reedición de Historia de la Biblia (Debate), escrita en 2007, en la que explica el origen de los libros y la evolución de cómo se ha interpretado desde que se pusieron por escrito tradiciones orales diversas de Israel y Judea hasta hoy. La otra es Campos de sangre. La religión y la historia de la violencia (Paidós Orígenes), de este 2015, en la que combate la idea de que la intolerancia o el terrorismo vengan implícitos en la tradición religiosa. Más bien al contrario, explica cómo el nacimiento de esas creencias favoreció la solidaridad en las muy crueles sociedades agrícolas del primer milenio antes de nuestra era.

Entre las muchas sorpresas que nos da enmarañarnos en el mundo de Armstrong (que no carece de críticos como Fitzgerald, 2007 y Sampedro, 2015), está suponer que las religiones (en vez de ser el opio de los pueblos) podrían hacerle bien a la gente, algo que para los laicos empedernidos como nosotros suena más que raro.

Armstrong insiste en que nuestra visión de la Biblia no va más allá del nivel de los principiantes (for dummies). Porque para ella Dios refleja una capacidad de los seres humanos, de su mente, de tener experiencias trascendentes, y la idea de que la religión es dañina no es muy inteligente.

Contrariamente al secularismo radical de un Dawkins (2007), para quien religión y magia están en la misma categoría, Armstrong insiste en que la religión es un hecho en la vida humana. Igual que la cultura o la economía. Aunque cree que es una buena idea separar religión y política insiste en que en muchas partes del mundo la secularización se hizo de forma agresiva, lo que en vez de convertir al secularismo en una fuerza liberadora, terminó asociándolo con la limpieza étnica.

Para ella el fundamentalismo es un fenómeno muy moderno, una reacción a la colonización, el laicismo, Darwin o la Ilustración e insiste -para incomodidad de muchos- que nadie interpretaba literalmente los libros sagrados en el pasado. Nos llama mucho la atención su hipótesis de que La Biblia es una biblioteca elaborada durante siglos. La doctrina de que cada palabra de la Biblia es cierta, como el controvertido dogma católico de la infalibilidad del Papa, surgió a finales del XIX. Fue un deseo de encontrar certezas en un mundo moderno en que todo se cuestionaba, como un niño buscando seguridad.

Las tesis de Armstrong son muy fuertes y sorprendentes. Para ella el Corán es un mensaje de paz, Mahoma fue más un pacificador que un guerrero. La historia dice que Mahoma levantó un imperio sobre todo mediante la diplomacia. Nosotros en Occidente tenemos la idea de que el Corán es sobre la yihad. La yihad y sus derivadas aparecen más de 40 veces en el Corán, solo en diez referidas a la guerra. La yihad también es la mejora personal, compartir con los pobres. Mahoma llevó la paz a Arabia y gestionó la unificación mediante la diplomacia.

El punto que más nos interesa recalcar en su obra en relación a nuestra formación en competencias para la tolerancia, es su apreciación según la cual El Corán tiene una actitud mucho más positiva hacia las demás religiones que ninguna escritura hasta ese momento. Dios le dice a Mahoma que la diversidad religiosa es parte de su deseo.

Armstrong defiende el entendimiento interreligioso, y sugiere a los cristianos que reconozcan a Mahoma, los judíos a Jesús, ambos a Buda. Para ella es arrogante decir que una sola fe tiene la verdad. Y si bien es cierto que todas las religiones pretenden ser la única verdad, ello hay que adjudicárselo mas al ego humano, como cuando decimos que nuestro país es el mejor, que a verdades inscriptas en piedra (y mutuamente incompatibles) como se nos han vendido tradicionalmente las religiones.

He aquí un combo al que debemos rendirle homenaje como corresponde.

Primero, la religión más que creencias son acciones, mas que defender verdades eternas debemos practicar valores como la compasión, la tolerancia, el entendimiento mutuo.

Segundo, aun los libros mas sagrados son inscripciones históricas, relatos interpretables a la luz de nuestro presente, más que cápsulas del tiempo que fuerzan nuestra comprensión y limitan nuestra libertad, son invitaciones a releer el pasado con los ojos del futuro.

Tercero en un mundo azotado por la velocidad y el fantasma de lo nuevo recorrer miles de años de civilización para comprender como lo trascendente es parte inescapable de la humanidad tanto como lo es lo inmanente, (descartando el dualismo secularización vs religiosidad) ayuda a comprender lo incomprensible que son los brotes de locura (hoy adscriptos a ISIS pero hasta no hace mucho parte del ADN de la pax americana), dentro de algunos lagos de tranquilidad y cordura, que queremos construir aquí y ahora

Cuarto y lo más importante respecto de la formación de las nuevas generaciones. Centrarnos en una tipología ingenua, en la cual la tecnología y ciertos valores hiperrracionales transformarían nuestro mundo contradictorio y complejo en un vergel, además de un error mayúsculo, obtura la necesidad de entender la diversidad, la variedad y la sustentabilidad de las religiones del libro.

Justo cuando las pantallas quieren poner a Gutenberg entre paréntesis  nos damos cuenta de que las religiones que le son solidarias no pueden ser tan fácilmente desmontadas ni reducidas a propaganda política.

Quinto debemos incorporar estas habilidades de relectura histórica (de nuevas formas de leer la religión, la historia, la trascendencia) como elemento formativo integral de los mileniales y los Z, cuando ingenuamente creíamos que por ser chicos tan hipermodernos la religión y las creencias estarían de mas en su dieta cognitivo/emocional.

Gracias Karen Armstrong por habernos puesto unos cuantos puntos sobre la íes.

 

Referencias

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Martial Heriberto Rosado Acosta
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Sembré una semilla en la tierra de cada estudiante para que florecieran los frutos del trabajo campesino en el campo que los vio nacer