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Cuando ser pilo no paga

La evaluación docente actual, realizada desde el Ministerio de Educación, deja algunos vacíos sobre cómo evaluar y generar propuestas pedagógicas innovadoras.

Marzo 13, 2016

Horas antes de que se diera a conocer el nombre de los profesores ganadores del Premio Compartir al Maestro 2015, los rectores y maestros finalistas y nominados sostuvimos una reunión con la ministra de educación y con sus asesores. El paro de maestros acababa de culminar con un balance discutido y el país había tenido que lidiar con el manido problema de la educación. En la sala de juntas anexa a su despacho la ministra, rodeada además por numerosos fotógrafos y camarógrafos, escuchaba las quejas y reclamos de más de dos docenas de maestros que veníamos de distintas regiones del país.  Ella, como un buen elemento producto de la burocracia colombiana, escuchó pacientemente; luego refirió algunas anécdotas sobre sus maestros favoritos y finalmente defendió las políticas del gobierno en materia educativa. Más de uno de los presentes se sintió mareado: cámaras, luces, quejas, impotencia, y un paro que acababa de culminar. Recuerdo que concluí en mi intervención que se notaba la improvisación; que lo que sucedería en materia de evaluación docente sería un duro golpe no sólo para los maestros que con grandes esfuerzos estudiábamos para continuar con procesos de profesionalización, sino un golpe a aquellos que han asumido el reto de ser maestros en un país que ve esa profesión como un arte impuro. Y así, como por obra de la magia, los docentes que estudiábamos (maestrías, doctorados, etc.) y que habíamos pasado los exámenes, veíamos cómo esa evaluación desaparecía demostrando que la tesis de ser pilo, en nosotros, no pagaría más.

Meses después la incertidumbre crece. Tenemos que hacer y enviar un video. Habrá jurados con nuestro mismo nivel educativo para evaluar una clase de 45 minutos. Pasamos de una evaluación por competencias, que nos enfrentaba a situaciones y problemas concretos, a la  evaluación de una clase en video. Y así se pasarán MÁS DE DOS AÑOS sin que podamos acceder al aumento salarial al que teníamos derecho. Entramos con unas reglas de juego y nos las cambiaron a mitad de camino. Y todos felices y contentos, menos los pilos: el mensaje de Gina María y de FECODE, fue muy claro: ser pilo no paga.

El problema de la evaluación por competencias era supeditar el porcentaje de maestros que pasaban a un presupuesto. Sin embargo, ese examen había provocado que miles de docentes se pusieran a estudiar: ahora leían, creaban y producían saber. La Evaluación Diagnóstica Formativa inquieta porque pareciera encasillar la enseñanza en 45 minutos y olvidar los procesos que indican que el arte de la enseñanza consiste, en ocasiones, en llevar el colegio a la calle.

El problema de la evaluación por competencias era supeditar el porcentaje de maestros que pasaban a un presupuesto. Sin embargo, ese examen había provocado que miles de docentes se pusieran a estudiar: ahora leían, creaban y producían saber. La Evaluación Diagnóstica Formativa inquieta porque pareciera encasillar la enseñanza en 45 minutos y olvidar los procesos que indican que el arte de la enseñanza consiste, en ocasiones, en llevar el colegio a la calle. Esta evaluación pareciera no permitir un diálogo sobre la imaginación en el aula, sobre la elucubración de sentido por parte del maestro que a la postre le permitiría innovación didáctica. Se olvida que un maestro valioso en muchas ocasiones es atacado por directivos y colegas nocivos para los procesos que buscan innovar[1]. Se olvida que hay estudiantes, padres de familia, colegas y directivos que atacan al docente, y que por tanto, dejar en esas manos su  evaluación no es muy buena idea porque la envidia y el síndrome de Solomon[2], desestimulan a los maestros imaginativos. Por eso, personalmente, me agradaba la evaluación por competencias: todo dependía de mí. Ahora unos jurados algún día evaluarán mi trabajo desde perspectivas y visiones de mundo distintas y disimiles: Y eso es muy peligroso porque puede asfixiar la enseñanza, encasillarla. De todas maneras los docentes asumimos el reto y continuaremos leyendo, creando y produciendo saber.

Apoyé el paro porque pensaba que podríamos proponer que la evaluación incluyera procesos investigativos, publicaciones e innovaciones pedagógicas. Pensaba que en ese aspecto los sabios de FECODE podrían proponer alternativas a los sabios del Ministerio de Educación. Además era nuestra obligación ser solidarios con miles de compañeros docentes que no habían podido ascender no porque carecieran de capacidades intelectuales, sino porque a todas luces se notaba un sesgo en los resultados. Por eso apoyamos el paro, por la posibilidad de presentar alternativas de evaluación: creación, proyectos de investigación, procesos evaluados por instituciones idóneas como la Fundación Compartir. Debo decir que nunca en todos los años que llevo como docente había sentido que se reconociera mi trabajo: ha sido grata la motivación de la Fundación Compartir y de la  Fundación Antonio Puerto. Esos estímulos deberían ser política de Estado sin sesgos de ningún tipo.

El proyecto con el que ganamos a nivel regional y que fue nominado en el Premio Compartir 2015, fue rechazado en un par de congresos de ciencias sociales (paradójicamente, fue aceptado en congresos de literatura y lenguaje), porque los jurados no comprendieron el problema de la imaginación en el aula y el problema de la interdisciplinariedad. Resultaba evidente que ellos defendían una educación con sesgos decimonónicos. Y esa es precisamente mi preocupación. ¿Si unos jurados a nivel universitario no dimensionan el problema de la innovación didáctica, del reto de crear y proponer alternativas de enseñanza, por qué no podría suceder lo mismo con los docentes evaluadores de los videos? Por ahora nos queda sopesar alternativas: actuar una clase, estudiar otra carrera o confiar en que los jurados sean verdaderos maestros y logren valorar y dimensionar en una clase de 45 minutos, la calidad de maestros que tiene este país, ya que los sabios del Ministerio de Educación con la complacencia de los sabios de FECODE, nos castigaron de esa forma: alejando en el tiempo la posibilidad de una mejora salarial.

[1] fracasoacademico.wordpress.com/profesorado/el-peor-enemigo-de-los-buenos-profesores-son-sus-propios-companeros/

[2] elpais.com/elpais/2013/05/17/eps/1368793042_628150.html

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Docente Licenciado en Ciencias Sociales, magíster en Historia y doctorando en Lenguaje y Cultura en la UPTC. Profesor del colegio Quebec y catedrático de la UPTC Duitama
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Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.