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Dejar quieta la escuela

La multiplicidad de proyectos que se conciben desde Secretarías de Educación sin considerar procesos de  las Instituciones educativas pueden producir un efecto contrario en sus propósitos de mejorar la calidad de la educación.

Enero 22, 2016

En este momento del año que han iniciado las nuevas administraciones en los gobiernos regionales y locales en Colombia, se está en pleno proceso de construcción de los planes de desarrollo. En educación por ejemplo, se deben estar concibiendo los diferentes programas para responder a las promesas de campaña en las que candidatos y hoy mandatarios expresaban con elocuencia que la mejora de educación estaría dentro de sus prioridades de gestión, porque la “educación es la base del desarrollo” (¡enfatizaban con profunda emoción!).

De este modo, con la perspectiva y el enfoque que quiere imponer las nuevas administraciones, reconociendo mucho o poco lo hecho por quienes les antecedieron, se  están diseñando las acciones de intervención para llegar a la escuela y producir el cambio anhelado.  Jornada completa, convivencia, innovación pedagógica, inclusión, orientación profesional, articulación de la educación media con la superior, son algunos de los temas que deben estar en la agenda de trabajo de planeación de estas semanas. Fruto de este ejercicio resultarán los proyectos que se ejecutarán en los próximos 4 años.

Y si se dejará quieta la escuela, se frenará el afán intervencionista y se apoyará a cada comunidad educativa desde sus propias necesidades, intereses y particularidades. ¿No se lograría posiblemente un mayor impacto en los aprendizajes de los estudiantes?.

Ahora, a menos que el ejercicio de planeación se haga con una visión clara y un proceso articulado, lo más seguro que resulte es un compendio de múltiples iniciativas  que llegarán a cada comunidad educativa en diferentes tiempos, ejecutadas por diferentes contratistas y con variedad de objetivos que en muchas ocasiones se cruzan unos entre otros. Mientras tanto a los rectores se les solicitará facilitar los espacios, momentos y cambios en las dinámicas escolares para que las metas de los proyectos concebidos desde el nivel central de cada Secretaría de Educación puedan cumplirse. Esto sin contar aún los programas del Ministerio de Educación, Computadores para Educar y otras tantas entidades públicas y fundaciones que aterrizan por la escuela.

¿Este proceso es la única manera de hacerlo? ¿Qué pasaría si se dejará quieta la escuela, se frenará el afán intervencionista y se apoyará a cada comunidad educativa desde sus propias necesidades, intereses y particularidades? ¿No se lograría posiblemente un mayor impacto en los aprendizajes de los estudiantes?

Por supuesto que se deben concebir apuestas ambiciosas con la perspectiva de transformar realidades, pero es de suma importancia poder reconocer los procesos que desde cada Institución Educativa se están adelantando, dialogar con sus líderes, concertar los proyectos en los que requieren apoyo y garantizar el compromiso para sacarlos adelante. De esta manera desde las comunidades educativas dejaría de leerse como los proyectos que vienen de afuera a demandar tiempo, recursos desconociendo la planeación institucional e interrumpiendo los momentos de aprendizajes de los estudiantes.  En últimas, es respeto por la autonomía y las dinámicas de cada Institución.

Pregunta: ¿Será acaso ésta una de las variables claves en los colegios que logran alto desempeño? Vale la pena dar una mirada.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Docente investigador y consultor en cultura del aprendizaje
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Ángel Yesid Torres Bohórquez
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