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Educación sexual para todos

El debate de si debe existir o no una cátedra sexual deja por fuera otros aspectos que afectan la problemática creciente del embarazo adolescente del país.

Marzo 7, 2016

En las últimas semanas, el sector educativo ha estado de nuevo inmerso en las discusiones entre intelectuales y moralistas, sobre si es positivo o negativo enseñar sobre educación sexual a niños de preescolar y básica primaria. Los defensores de la cátedra, basados en una teoría simplona como que con este espacio se va a prevenir el abuso sexual y reducir las tasas de embarazo adolescente, parece que no revisaron y evaluaron las viejas experiencias como la clase de Comportamiento y Salud de la década de los 80’s y 90’s o la experiencia del MEN con Sexualidad; Género y Competencias Ciudadanas, donde no pasó nada y simplemente se quedaron en el papel y en la hoja de vida de los pensadores que se “cranearon” esas odas a la improvisación y el gasto de recursos.

Los contradictores se basaron en los postulados de la religión y la moral, con aquello de que generaría en los más pequeños “consecuencias indeseables, como el incentivo de la curiosidad hacia las conductas sexuales y aceleraría de manera inconveniente el inicio de la vida sexual de niños y adolescentes. Por supuesto que las diferentes asociaciones y expertos en psicología infantil, también hicieron parte del debate y propusieron soluciones como la articulación entre escuela y padres, copiar el modelo escandinavo, entre otras cosas.

Todas las opiniones sumamente respetables y valiosas, pero ante todo curiosas, ya que pareciera que se buscan soluciones sobre soluciones que ya se buscaron y que no impactaron positivamente en los objetivos propuestos. En octubre del 2007 el diario El Espectador publicaba que de cada mil jóvenes colombianas entre los 10 y los 18 años, 90 se ven obligadas a abandonar sus aventuras de adolescente o sus juegos de niña para enfrentar la gran responsabilidad de ser madres. La alarmante cifra, que ha venido en ascenso en los últimos años y que casi dobla el promedio mundial (49,7 por cada mil), ha desembocado en un debate profundo sobre la necesidad de fortalecer la educación sexual a temprana edad.

Lo interesante es que crearon la bendita cátedra y nada pasó. No sabemos qué resultados tuvo en campo y seguramente deben existir unos cartapacios de cartas, fotos e informes maravillosos donde se afirmaba que todo iba a ser perfecto.

Los contradictores se basaron en los postulados de la religión y la moral, con aquello de que generaría en los más pequeños “consecuencias indeseables, como el incentivo de la curiosidad hacia las conductas sexuales y aceleraría de manera inconveniente el inicio de la vida sexual de niños y adolescentes. Por supuesto que las diferentes asociaciones y expertos en psicología infantil, también hicieron parte del debate y propusieron soluciones como la articulación entre escuela y padres, copiar el modelo escandinavo, entre otras cosas.

Seguramente nadie se sentó a analizar la realidad de las escuelas, o se puso a hacer zapping por el dial de la radio juvenil en Colombia, o revisó redes sociales como el Facebook o el WhatsApp, o los bailes en las clases de danza con los éxitos del reguetón o la champeta, o las nuevas vertientes culturales y tribus urbanas en las que se desenvuelven los muchachos de hoy.

Definitivamente el problema es más de fondo que una simple cátedra porque la verdad nos hace falta a todos, o cómo olvidamos el escándalo de la policía o del Defensor del pueblo. Seguramente, una cátedra de educación sexual es prioritaria y debería ser obligatoria, pero no solo para los niños de preescolar y básica, sino para todos los docentes que estén involucrados en procesos de aprendizaje, padres de familia, funcionarios públicos, sacerdotes, fuerzas militares, usuarios de redes sociales y por qué no, para usted y para mí. 

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Martial Heriberto Rosado Acosta
Gran Maestro Premio Compartir 2004
Sembré una semilla en la tierra de cada estudiante para que florecieran los frutos del trabajo campesino en el campo que los vio nacer