El aprendiz emprendedor y su búsqueda de educación de calidad (III)

Como hemos comentado en los artículos anteriores de esta serie[1], nos ocupa la capacidad que pueda tener un aprendiz emprendedor, ese que maneja con autonomía su educación a lo largo de la vida, para procurar que ese proceso mantenga los mejores niveles de calidad posible. Tanto para establecer el marco referencial para definir educación (desarrollado en la parte I de esta secuencia) como para identificar las dimensiones con las que se calibra su calidad, empleamos la publicación “Tecnologías digitales al servicio de la calidad educativa. Una propuesta de cambio centrada en el aprendizaje para todos”[2].

Vale reiterar que existen aspectos que condicionan los procesos de aprendizaje que no son controlables por el educando. Sin embargo, ante algunas de esas condiciones externas se pueden desarrollar estrategias alternativas para procurar los niveles de excelencia deseados. Partimos de estar ante una persona con vocación hacia la autonomía y por ende tiende es a ser proactiva, a participar en su entorno y personalizarlo.

La equidad se asocia con un ambiente donde se desarrollan los derechos de todos a plenitud, donde se impulsa un crecimiento incluyente sin alimentar desigualdades que propicien discriminaciones.

Las dimensiones que tratamos antes fueron relevancia y pertinencia. Ahora nos concentraremos en equidad, eficacia y eficiencia.

Entre los significados que se destacan en los procesos de aprendizaje están aquellos que se relacionan con la formación de valores. La equidad se asocia con un ambiente donde se desarrollan los derechos de todos a plenitud, donde se impulsa un crecimiento incluyente sin alimentar desigualdades que propicien discriminaciones. Es una dimensión que se traduce en niveles de participación social y determina los logros posibles. Para el aprendiz emprendedor estas nociones son claves pues, por definición, es un ser que requiere de libertades para alcanzar su desarrollo integral, sin restricciones para su proceso ni para el de sus congéneres.

El aprendiz emprendedor está satisfecho sólo si alcanza sus objetivos, es la propia medida de su eficacia.

Esta dimensión se presenta en tres componentes a su vez. Una es la equidad de acceso. Esta se expresa tanto en la disponibilidad de los contenidos e instituciones como en la accesibilidad a los servicios desde la perspectiva cognitiva y económica. Un segundo componente es la equidad de los recursos, esa que descarta la discriminación en el plano de los recursos tecnológicos, financieros y pedagógicos. Y el tercero es la equidad en los resultados de aprendizaje que es aquello que incide en que todos puedan alcanzar logros equivalentes independientemente de su origen social y cultural.

El aprendiz emprendedor tiene que ser un agente sensible a la falta de equidad dado que es un factor que deteriora su educación y sus futuros ambientes de desempeño. Esa cualidad le permite detectar, rechazar y combatir los desequilibrios que terminan traduciéndose en dramáticas asimetrías sociales. Ha de interpretar que una circunstancial ventaja ante sus condiscípulos en medio de desniveles impropios, no le exime de ser víctima a futuro de discriminación y exclusión. Nada le garantiza que no será segregado en el futuro y, lo que es peor, de callar, se habrá hecho cómplice de la perpetuación de tan indeseados efectos.

Es menester conseguir un balance aceptable en términos del costo y el eficiente manejo de lo que se invierte.

Las inequidades son principalmente originadas por causas ajenas al control del aprendiz. De allí que es poco lo que puede actuar para solventarlas salvo mantener un activo rol en la sensibilización de los actores involucrados en estos contextos.

Hasta acá hemos revisado las dimensiones que configuran la capacidad de los aprendices para construir significados y dar sentido a lo que obtienen en ese proceso. Esas dimensiones constructivistas son pertinencia, relevancia y equidad. Las dos restantes, las que reflejan la visión conductista de la educación, se asocian a indicadores medibles.

Una es la eficacia. Se es eficaz si se logran las metas que se establecen y éstas pueden expresarse de manera explícita y mesurable. El aprendiz emprendedor está satisfecho sólo si alcanza sus objetivos, es la propia medida de su eficacia.

Por otra parte, la eficiencia recoge la relación entre las metas alcanzadas y la cantidad de esfuerzo invertido en lograrlas. Es normal asumir que se dispone de un caudal de recursos finitos (por ejemplo: tiempo, infraestructura, recursos pedagógicos y financiamiento). De manera que es menester conseguir un balance aceptable en términos del costo y el eficiente manejo de lo que se invierte.

El aprendiz que nos ocupa, autónomo y responsable de su educación a lo largo de vida, se orienta por un compromiso ético con su proceso que abarca tanto el alcanzar sus objetivos, a todos los niveles, como el hacer un uso responsable de los recursos que dispone para lograrlas. Desde la temprana escolaridad se forma ese sentimiento de compromiso con la educación, con los beneficios que le acarreará y con el prestarle atención a los costos que conlleva. En etapas posteriores de la vida la autodeterminación del educando lo lleva a procurar un máximo rendimiento a su inversión. Sin embargo, las dimensiones constructivistas de la calidad - las de los aprendizajes significativos: pertinencia, relevancia y equidad – tenderán a ser las prioritarias para quien aspira tener un desempeño destacado.

[1] Las anteriores entregas se pueden ver en http://compartirpalabramaestra.org/columnas/el-aprendiz-emprendedor-y-su-busqueda-de-educacion-de-calidad-parte-i y http://compartirpalabramaestra.org/columnas/el-aprendiz-emprendedor-y-su-busqueda-de-educacion-de-calidad-parte-ii

[2] Publicado en 2016 por la Oficina Regional de Educación para América Latina y el Caribe. (OREALC/UNESCO Santiago)

http://www.unesco.org/new/es/santiago/resources/single-publication/news/tecnologias_digitales_al_servicio_de_la_calidad_educativa/