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El lugar de la escuela en las pedagogías para la paz

Con distintos enfoques y matices encontramos un lugar común: la construcción de una cultura de paz. No será tarea fácil trasformar esa cultura que en Colombia se nos ha enseñado tan agresiva y pordiosera.

Junio 18, 2017

Es innegable la profunda alegría que despierta en el sentimiento patrio, el saber que por fin el conflicto armado termina. Al menos, en principio con las FARC. Sin embargo, claramente con la firma de la paz, no llega la paz. Queremos una paz sostenible y se hace sostenible, no solo en tanto se firme un acuerdo político entre cúpulas de bandos en pugna por el poder del estado, sino con un pacto social en donde la sociedad civil es un actor fundamental, tanto para la vivencia de los derechos y deberes como para su exigencia.

Se espera que los gobernantes puedan concentrarse ahora en el mejoramiento de las condiciones para el progreso colectivo y no en la reproducción de las elites; dejar atrás los discursos guerreristas y de ocultar bajo el distractor del conflicto armado la imposibilidad de gobernar bien y reducir el conflicto social, que es incluso más profundo y nefasto que el armado.

La paz de Santos debió haber pasado necesariamente por cálculos de costo-beneficio y costo-efectividad, para haber sido una decisión de gobierno. Esperemos que estos cálculos hayan dado positivo para la mayoría de la población colombiana, y que redunde en la disminución de la inequidad social, de las tazas de impunidad, de violencia, de corrupción, de vulneración a los derechos humanos, etc. No una paz, para que las élites lleguen a donde las guerrillas no les han permitido llegar en medio siglo.

El lugar de la escuela: reinventar la cultura

El conflicto es natural en las sociedades y no desaparecerá dado que ha acompañado inherentemente nuestro proceso evolutivo como especie, y ha sido el motor de los grandes saltos cualitativos de la humanidad. En ese sentido, formar a la llamada “generación de la paz” implica nuevos retos para la escuela y para la pedagogía en Colombia.

No son pocos los académicos y actores de diferentes esferas sociales que han venido pensando en el tema. Con distintos enfoques y matices encontramos un lugar común: la construcción de una cultura de paz. En esa medida, bienvenidos todos a las “pedagogías para la paz”.

Es importante anotar en este punto, que la responsabilidad educativa no es solo de la escuela: es una responsabilidad ciudadana, de las familias, de los medios de comunicación, en general de todos los sujetos que construyen la cultura colombiana. Esa cultura, que en Colombia se nos ha mostrado tan traqueta, tan esquiva, tan mísera y pordiosera.

Los pocos referentes éticos nacionales que tenemos, se han desvanecido en el aire, muchos de ellos también producto de la guerra o el conflicto por el poder político y económico. Así como el olvido de nuestras raíces ancestrales y de casi todo aquello que nos proyecta como nación. Contemporáneamente, lo más cercano a ello, lo logra es la selección de futbol del país, con todo y el despliegue publicitario ridículamente necesario.

La escuela debe propiciar una cultura de reconciliación, de buen trato, de oportunidades de desarrollo integral, de crecimiento personal, de todo lo posible para romper los círculos de violencia y agresión que tradicionalmente y de generación en generación se continúan reproduciendo.

La buena enseñanza en el marco de la pedagogía para la paz

La buena enseñanza, más allá de un marco delimitado de usos, prácticas y discursos pedagógicos, debe ser una filosofía, una línea de pensamiento que oriente nuestras decisiones cotidianas en el aula. Buenas prácticas de enseñanza, junto a buenas prácticas de aprendizaje, pueden ser el motor de los resultados que se esperan.

Los maestros podemos aportar acciones y actitudes pedagógicas para la paz, estimular el pensamiento crítico, aprovechar cada situación de conflicto en el aula para contribuir con el desarrollo de habilidades y competencias para ejercer la ciudadanía, recuperar la confianza en las instituciones, preservar la memoria histórica, cultivar el amor por la patria, incentivar el progreso individual y colectivo, estimular la valoración de la diversidad y la riqueza étnica, etc.

Lo anterior, más allá de pasar por un ordenamiento de gobernanza a través de unos estándares curriculares en competencias ciudadanas o de una nueva cátedra, en este caso para la paz, o de pasar por un modelo pedagógico x o y, tiene que ver con esa dimensión de la buena enseñanza que el maestro comprometido procura para la creación de un ambiente propicio y pertinente para el aprendizaje y el desarrollo. Es a partir de la aceptación de las diferencias, de los intereses, de las posibilidades, de la manifestación explícita e implícita de altas expectativas de aprendizaje que proviene la generación de confianza; Las prácticas y lenguaje de equidad, de comprensión, de aprecio, conllevan el respeto mutuo.

Qué nos dicen los resultados del cuestionario de Acciones y Actitudes Ciudadanas 

Las pruebas de competencias ciudadanas aplicadas por el ICFES a todos los jóvenes del país de grados quinto y novenos, entre los años 2012, 2013 y 2014, nos arrojan resultados interesantes a partir del cuestionario de Acciones y actitudes ciudadanas[1]. En el ámbito de Convivencia y Paz, para la primera competencia analizada: Intimidación Escolar, la cual también puede ser entendida como matoneo o bullying, encontramos que el 37.6% de los niños de quinto grado en el país en este período de tiempo, declaran haber sido víctimas de agresión escolar, así como un 28.3% en el grado noveno.

Podría decirse que una tercera parte de los estudiantes colombianos, manifiestan sentirse agredidos repetida y sistemáticamente por parte de una o varias personas.  Los intimidadores manifiestos ponderan alrededor del 22.3% en grado quinto y 20.3% en grado noveno.

Esta agresiones son físicas: puños, patadas, golpes, entre otras, para un 25.6% en grado quinto y 18% en noveno. Las agresiones de tipo verbal: insultos o burlas, son para el 44.3% en quinto y 32% en noveno. Finalmente las agresiones relacionales: chismes, exclusiones, etc. Son el 31% en quinto y 14.3% en noveno.

Estas dinámicas de agresión, de violencia física y simbólica ponen a la escuela como receptora de un contexto histórico y social que emerge desde los hogares y se traslapa al aula, en el marco de las relaciones sociales de nuestros niños y jóvenes. Si bien es cierto que la tendencia hacia las actitudes de agresión disminuye en intensidad en grado noveno, aún sus índices son alarmantes.

Por otra parte, en el ámbito de Actitudes hacia la diversidad el panorama no es menos preocupante. El 32.6% de los estudiantes de quinto grado manifiestan que deberían sacar a los homosexuales de su colegio, así como un 15% de los de grado noveno.

Un 10,3% de estudiantes de quinto está de acuerdo con afirmaciones machistas, como por ejemplo que las mujeres deben obedecer a los hombres; tendencia que crece en grados novenos a un desafortunado 29.6%. Esto muestra una creciente probabilidad de ejercer discriminación de género.

La última competencia medida, es la percepción que tienen los estudiantes de grado quinto sobre la aceptación de las diferencias en el colegio, esto es, la tolerancia e inclusión en el aula o colegio, sin importar su extracción económica, social, cultural o física. El 40.5% de los estudiantes manifiesta una baja aceptación y valoración de estas diferencias. Es decir, cerca de la mitad de nuestros jóvenes tienden a rechazar al otro.

Este es el panorama. Transformarlo en cada escuela es el reto para contribuir desde nuestros escenarios de acción, a la construcción de esa cultura de paz que tanto necesitamos. 

[1] http://www.icfes.gov.co/estudiantes-y-padres/boletin-saber-en-breve

Contenido original publicado en La Silla Vacía y republicado con permisos del autor.

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Licenciado en Ciencias Sociales de la Universidad Distrital F.J.C.
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Gustavo González Palencia
Gran Maestro Premio Compartir 2008
ogré incentivar en niños y jóvenes el gusto por la música y la ejecución de instrumentos musicales.