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El museo como aparato en la Era del Big Data 1

La definición de museos ha cambiado en nuestro entorno, gracias a tendencias como el Big Data.

Octubre 27, 2015

¿Es un museo (adaptando la definición que da Ambrose Bierce en su Diccionario del Libro de erudición como polvillo que cae de un libro a un cerebro vacío), un espacio donde imágenes sublimes son proyectadas a ojos ciegos y a cerebros vacíos?

Es tan fácil seguir criticando a los museos porque son una institución cultural de Broadcast (como las bibliotecas, las universidades, las editoriales, los medios) y anunciar que su próxima revitalización pasa por su explosión de interactividad, es como denunciar este interactivismo frenético como si fuera una versión adicional del shock del presente (Rushkoff, 2013), que a partir  del advenimiento de la cultura digital nubló nuestros conceptos y anuló nuestra aisthesis.

Según Jean-Louis Doette (2014) la genealogía de los aparatos nace con la perspectiva, se santifica en el museo, eclosiona con la foto y el cine y llega a su culminación con la práctica psicoanalítica. Más precisamente para Déotte el museo es lugar de suspensión de los dispositivos de destinación teológico-politico-social, es decir del olvido activo y al mismo tiempo una institución inclusiva, cerrada sobre si misma que controla sistemáticamente los inputs.

Como el Manovich (2001) de hace una década atrás, Doette no supone que pueda haber un fin o superación del cine con lo cual éste sería el último de los aparatos. ¿Hasta qué punto la práctica de los inmateriales hecha posible gracias a la digitalización de la cultura, la analítica cultural, el Big Bata y la visualización de la información implica una ruptura con esa tesis y la inauguración de un sexto aparato?

Según Doette la temporalidad de los aparatos proyectivos acabaría al ser reescrita por los medios digitales, se perdería la diacronía histórica en favor de una sincronía no contemporánea sino simultánea. Quizás eso sea válida para los intentos ingenuos de digitalización de los museos, ¿pero no caben otras opciones? En una charla reciente que dimos en la Universidad Iberoamericana de México con motivo del 10º Congreso Internacional de Museos, Narrativas digitales, fuimos a su caza y no cesamos en esa búsqueda.

Así como hay vida mas allá del libro ¿Hay vida mas allá del museo? ¿Hay vida más allá de los aparatos? En principio la respuesta es negativa. Porque en vez de nuevos usos de los museos lo que vemos es una musealización del mundo  y una imparabilidad de los museos (Laseca, 2015)

La musealización (convertir cualquier cosa en museo, o a cualquier objeto en digno de ser puesto en un museo) tiene razones infraestructurales muy poderosas dado que responde a la expansión del Capitalismo Cognitivo representante del Tardocapitalismo.

Estamos asistiendo (lo habían intuido Baudrillard, Foucault, Deleuze y Guattari hace ya muchas décadas) a una sedación consensuada de la mirada, a la emergencia de una sociedad imagonormativa.

Este anexionismo imaginativo muestra que la función principal de estos museos imparables es apuntalar la ilusión de consumo de un sistema de imaginarios globales. Paralelamente apuntan -y lo consiguen- a desatender a la realidad y a mercantilizar los afectos (Illouz, 2007) y el conocimiento.

Por eso lapidariamente Roc Laseca enuncia la ecuación básica que opera en las manifestaciones actuales del aparato museo “La mediación que se da en el museo no es entre la imagen y el lector, sino entre el conocimiento y el poder”. Como sucedió hace ya dos décadas con el Museo Guggenheim en Bilbao (Esteban, 2013) de lo que se trata es de franquiciar una corporación sin núcleo que carece de sede matriz ante la que responder.

Antes los curadores y directores hacían museografía o museología, ahora se dedican exclusivamente a la museotopía. Antes se trataba de educar a las audiencias, y hasta de sublevarlas. Hoy todo consiste en gentrificación de las audiencias, como se ha hecho de los barrios y ciudades, generando nuevas divisorias entre geográficas y cognitivas.

La espectacularización museística vuelve imposible la profanación de lo museos devenidos en arquitecturas de aprendizaje. Por eso Ortega Aramburu (2015) insiste en que vivimos en un período histórico definido por la torpeza que ha convertido a “los museos no en espacio de transferencia, sino de letargo y reciclaje”.

El error fue continuar con la inercia de Gehry/GuggenheimBilbao de mantener un modelo gastado que busca contener el arte. Mientras que en nuestra voluntad de alejarnos de la fijeza, secuencialidad y unidireccionalidad del libro necesitamos hackear el espacio, o inventar espacios azarosos, el museo se ha convertido en un apaciguamiento del espíritu y en una trampa para la corporalidad. Especialmente en los ejercicios imparables de “Mass-Architecture” que tienen manifestaciones espectaculares cada vez mas.

Quien circule, se pare ante o finalmente penetre en estas catedrales de los tesoros de la humanidad como son (solo para citar los más recientes), la VitrraHaus en Weil am Rhein, Alemania  de Herzog y de Meuron;  el Whitney Museum en New York de Renzo Piano; La Caixa Forum de Herzog y de Meuron en Madrid; el Aspen Museum de Shigeru Ban; la Kunstbaus Bregenz de Peter Zumthor; la Louis Vuitton Foundation de Frank Gehry en Paris, o el BioMuseo de Frank Gehry en Panamá podrán apreciar de que estamos hablando.

Paralelamente cada vez va más gente a los museos a ver lo mismo, con el Museo del Louvre con 10 millones de visitas anuales a la cabeza. Cada vez más diversidad cultural es pasteurizada dentro de sus paredes, cada vez el museo acompasa mejor el embelesamiento tardocapitalista que define que lo que no es reconocido institucionalmente (y bendecido por el mercado) deviene en marginal y pierde ubicuidad.

Este análisis pasa por alto (o quizás no) que el fenómeno mas importante que se cruzó con esta estrategia/destino de los museos ha sido el Net Art nacido de la aparición y la difusión de  Internet hace exactamente un cuarto de siglo. ¿Qué posibilidades hay de que esa cruza rompa con esta inercia?

¿Hay algo de lo que está ocurriendo en la red capaz de hacerle frente a la musealización? ¿Podría ocurrir que la desmaterialización propia de la red pudiera contrarrestar los efectos de anestesia provocados por los museos reales utilizando objetos reales?

¿Cabe examinar la posibilidad –como propone arriesgadamente Nina Levent- haciendo eco a la mítica exposición “Los inmateriales” curada por Jean-Francois Lyotard en el Centro Beaubourg en 1985, de que el futuro crítico de los museos pase (antes que por llenar sus salas con encantamientos de sirenas, desde Pijamas Parties, a clases de Chefs, desde talleres de Hip-Hop, a convenciones de negocios) por su vaciamiento?

Lo que Nina imagina como el Museo sin objetos (Conn, 2010) es de algún modo es practicado por anticuradores como Tania Aedo actualmente en el Laboratorio Arte Alameda en el centro histórico de México. Esta tendencia es lo que examinaremos en la segunda parte de esta nota.

Referencias

Conn, Steven Do Museums Still Need Objects? University of Pennsylvania Press, 2010.
Doette, Jean-Louis La época de los aparatos. Buenos Aires, Adriana Hidalgo, 2014
Iñaki, Esteban El efecto Guggenheim. Del espacio basura al ornamento. Barcelona, Anagrama, 2013.
Illouz Eva. Intimidades congeladas Las emociones en el capitalismo. Buenos Aires, Katz, 2007.
Laseca, Roc El Museo imparable. Sobre institucionalidad genuina y blanda. Santiago de Chile, Metales Pesados, 2015.
Manovich, Lev El lenguaje de los nuevos medios. Buenos Aires, Paidós, 2001.
Ortega Aramburu, Carlos “Los efectos secundarios de Bilbao” En Folio. V.014 Junio-Julio, 2015, DF.
Rushkoff, Douglas Present Shock: When Everything Happens Now.
New York, Current, 2013

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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ILCE-México, UBA-Buenos Aires
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