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Identidades: una edad para identificarse

Una propuesta que desmitifica el taller como espacio único de desarrollo para la técnica y que lo transforma en un lugar para la construcción colectiva, desde la búsqueda de identidades.

Marzo 18, 2017

La experiencia que se referencia corresponde al proyecto de artes plásticas y visuales de la Escuela Normal Superior Distrital María Montessori, el cual se ha denominado “Identidades: una edad para identificarse”.

Este proyecto, que se viene desarrollando desde el 2007, surge como premisa para orientar los procesos académicos, pedagógicos y artísticos del taller de artes plásticas en los grados octavo a once; constituyéndose a la vez en la etapa en la que los estudiantes profundizan en el espacio artístico de su elección.

Al diagnosticar los alcances que el taller tenía alrededor de las prácticas, se encontró que el sentido que motivaba a los estudiantes a entrar al taller era el de aprender a dibujar y pintar, abordando técnicas clásicas de la enseñanza plástica, siguiendo un proceso de mimesis y de direccionamiento tradicionalista por parte del maestro, basado en la imitación de modelos e imágenes establecidas más desde la posibilidad técnica que en la de indagar en las necesidades expresivas de los estudiantes.

Este proceso terminaba con la elaboración de cuadros de pintura basados en elementos guiados por una imagen previa (bodegones, paisajes, etc.) Ahora, el trabajo inicia planteando estrategias de exploración artística que privilegian el interés de los estudiantes, puesto que al indagar por ese mundo de imágenes e imaginarios, se encontró que éstas no coincidían con las planteadas por maestros y maestras de artes plásticas que venían desarrollando los procesos.

Es así como aparece la idea de preguntarse por la identidad y sobre el sentido que tiene el taller de artes plásticas para estudiantes, e igualmente, cómo debe responder como espacio de formación artística que les permita fortalecerse como sujetos sensibles y hacer del espacio un lugar en el que se reconozcan en la diferencia y en la diversidad expresiva de sus individualidades.

Esta ruta permite desmitificar el taller como espacio único de desarrollo para la técnica y a la vez, lo transforma en un lugar para la construcción colectiva, desde la búsqueda de identidades; un espacio que les permite a las y los estudiantes confrontarse consigo mismos; un espacio exploratorio casi a un nivel de ‘catarsis’ personal que los enfrente a sus temores y condicionamientos familiares, sociales y culturales; un espacio que les permite desarrollar un pensamiento crítico y reflexivo, sensible con su entorno, con su realidad.

En conclusión, una educación artística que dé sentido y oxigene la cotidianidad de la vida escolar. En este sentido, el trabajo pedía otro nivel de profundidades, que se logró con la llegada de las prácticas pedagógicas de maestros en formación de la Licenciatura en Artes Visuales de la Universidad Pedagógica, al permitirles abordar el espacio de práctica como una posibilidad de experimentación y de puesta a prueba de sus proyectos.

El taller se fue trasformando y adquirió una movilidad en las temáticas y las metodologías. Los procesos flexibilizaron su quehacer y redimensionaron el sentido del taller; algunos de ellos como: Laboratorio Sonoro, Cuerpo Virtualizado y Habitar Poético y Corporalidad, este último propuesto por las maestras practicantes Maryori Silva y Mónica Castro, ex alumnas de la escuela normal, entre otros.

El proceso de formación artística, centrado en la identidad y desde el aporte de las proyectos de práctica pedagógica, permitió extenderlo y aplicarlo con otros grados, como en la temática del grado noveno sobre representaciones subjetivas del cuerpo, donde además de orientar los procesos del dibujo de la figura humana desde la comprensión de las estructuras anatómicas, indagó por el sentido y comprensión que las y los jóvenes le dan a la representación del cuerpo a través de dos de las prácticas artísticas y culturales que les inquietan, como lo son el tatuaje y el body paint; temáticas desde donde los estudiantes propiciaron su ejercicio de aplicación del curso.

Estos proyectos permiten encontrar una ruta por la que los estudiantes logran otras profundidades en los procesos de formación artística, donde la problematización de la imagen como necesidad expresiva y subjetiva habla de sus identidades, lo que antes no sucedía. El estudiante no lograba encontrarse con su mundo interno, sensible y emotivo que diera unidad expresiva a sus obras.

El taller de artes plásticas y visuales en la Escuela Normal se abre a un mundo infinito de posibilidades, se recrea a sí mismo con la mirada que le brinda cada grupo y cada uno de los estudiantes que transitan por este espacio.

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Irma María Arévalo González
Gran Maestro Premio Compartir 2002
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