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Más que una ‘cosa de chicos’

El acoso escolar o ‘bullying’ es un problema serio que invade las escuelas y merece atención. Las secuelas que deja en los jóvenes pueden llegar a ser fatales.

Junio 5, 2015

Arancha tenía 16 años. Tras enviar un mensaje a sus amigas, donde afirmó estar “cansada de vivir” decidió tirarse al vacío desde el sexto piso del edificio donde vivía con su familia. El alarmante caso ocurrió en Madrid y sorprendió a muchos por lo inverosímil de los hechos. La joven había sido golpeada, insultada y hasta extorsionada por otro chico del colegio, quien la tenía atemorizada.

A pesar que las tutoras de la menor estaban informadas de la situación, una comisaría había sido alertada del caso y que la situación además era conocida por la orientadora del colegio, la presión que vivía Arancha pudo más que sus ganas de vivir. Ella tenía además una discapacidad motora y una intelectual “de entre el 30% y el 40% que le hacía comportarse como una niña de 10 años”, según dijo su tío para el diario El País.

Lo más preocupante de este caso es que Arancha seguramente no es la única. Y aunque hubo algunas alertas previas, el fatal desenlace no se pudo evitar. La escuela fue fuertemente cuestionada, ya que por ejemplo tener una sola orientadora para 1.200 estudiantes no permite claramente tener visibilidad de muchos de estos casos. En otros casos, son muchos los estudiantes que callan su situación por temor a quienes ya los están intimidando y porque en otros casos, denunciar puede causar aún más represalias que ayudarlos en su situación.

Secuelas posteriores

Las secuelas del acoso escolar durante el período escolar son claras. Depresión, ansiedad, nerviosismo, temor, forman parte de algunas de las emociones que los jóvenes pueden vivir durante esta etapa oscura. Si bien en muchos casos no se llega a tener un desenlace fatal, pueden llegar a existir comportamientos autodestructivos, desórdenes alimenticios, insomnio, entre otros ejemplos que llegan a sufrir los jóvenes.

La noción que el acoso escolar es solo un ‘problema menor’ o ‘simples peleas entre muchachos’ debe ser desechada, puesto que además de los casos con un final fatídico como el de Arancha, existe evidencia psiquiátrica en contra del bullying. Un estudio reciente publicado por The Lancet Psychiatry, afirma que esta modalidad de violencia entre menores puede llegar a producir más problemas mentales al final de la adolescencia que inclusive el maltrato recibido de parte de adultos, como en el caso de padres u otros familiares. Según afirma un editorial publicado en El País de España que se centra en el caso de Arancha: “La razón es que la violencia escolar se produce en un momento muy delicado de la maduración de la persona como sujeto social y afecta gravemente a su autoestima. Los escolares con alguna singularidad son los que más riesgo corren.”

En Colombia también se han vivido denuncias múltiples con respecto al matoneo o acoso escolar. Casos como el de Sergio Urrego son tristemente célebres por la fuerte discriminación que viven algunos jóvenes que son señalados de manera despectiva por características relacionadas con su preferencia sexual, características físicas, o inclusive hasta la ropa que visten, como lo denunció una madre que interpuso una denuncia contra el colegio donde estudiaba su hijo, víctima de violencia y acoso escolar por parte de sus compañeros.

Posibles soluciones

No es fácil buscar posibles soluciones absolutas ante un problema que tiene tantas variables como el matoneo. Pero si es cierto que deben fortalecerse las sanciones en estos casos para evitar que más tragedias como las de Sergio o Arancha sigan ocurriendo.

En primer lugar, se deben implementar mecanismos en los colegios para crear alertas tempranas y atender a tiempo los casos que se vayan presentando. Es posible que el área de orientación psicológica deba ser fortalecida, puesto que en planteles con una gran cantidad de estudiantes los casos pueden llegar a pasar desapercibidos. Con precaución, los colegios deberían establecer políticas claras sobre cómo involucrarse en estos casos una vez detectados y no dejar que la situación quede en manos de los estudiantes. Adicional a esto, los padres también deben prestar atención a las señales que indiquen un cambio de comportamiento que sea consecuencia de un caso recurrente de matoneo.

Si bien es cierto que es imposible tener control total de las actividades de los estudiantes dentro y fuera de la institución, es importante ejercer una tarea de monitoreo para que los casos detectados no tengan consecuencias nefastas. Asimismo, el monitoreo podrá ser útil a la hora de descubrir casos que no hayan sido denunciados. La red de colaboración entre tutores de clase, maestros y psicólogos del colegio debe ser fuerte para combatir este tipo de comportamientos. Los padres también deberían, de alguna manera, estar involucrados en esta red para generar una mayor efectividad.

Por último, es importante establecer que estos casos de acoso escolar son un reflejo de la poca tolerancia hacia la diferencia que existe en el mundo actual. Los niños y jóvenes deben aprender, en casa y en la escuela, a aceptar y respetar a aquellos estudiantes que según su propia perspectiva son catalogados como diferentes. Hay que evaluar desde el hogar y el aula, qué tipo de educación para la tolerancia están recibiendo nuestros estudiantes. Nunca la violencia será el camino correcto y aunque a primera vista muchos niños no son conscientes de los efectos negativos de sus comentarios hirientes, burlas y hasta golpes, solo la educación podrá darles el camino para entender que toda acción tiene una reacción.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Escrito por
Comunicadora social y periodista
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Melva Inés Aristizabal Botero
Gran Maestra Premio Compartir 2003
Abro una ventana a los niños con discapacidad para que puedan iluminar su curiosidad y ver con sus propios ojos la luz de la educación que hasta ahora solo veían por reflejos.