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Rompiendo barreras: lo antidisciplinario

A pesar de ser el modelo predominante hoy en día, a la vuelta de unos años veremos más barreras entre disciplinas caer para dar cabida a la exploración y la generación de nuevos conocimientos.

Febrero 17, 2016

Uno de los retos del siglo XXI, que a su vez es una de las herramientas más poderosas que tenemos, es la ruptura de barreras en múltiples áreas. Desde términos a los que nos hemos ido acostumbrando como “realidad virtual” hasta conceptos aún novedosos como computación cuántica, el lenguaje mismo se ha ido impregnando de palabras que dan cuenta de las delgadas líneas que hay entre otrora mundos aparte. Incluso fronteras establecidas como las que separan países y continentes quedan en entredicho en una economía global donde podemos transitar por Facebook sin distinción de naciones, trabajar desde cualquier lugar del planeta, y comprar en Amazon de proveedores ubicados dondequiera.

Este es la primera de varias columnas sobre la ruptura de barreras que caracteriza el cambio de milenio.

Las implicaciones para quienes hoy son apenas bebés y podrían fácilmente enfrentarse a un ambiente donde prime lo antidisciplinario cuando les llegue el turno de educación superior, es que se empieza a volver un tanto absurdo pensar su primaria en términos de lenguaje, matemáticas, ciencia y arte como si fueran mundos aparte.

¿Cómo influyen estas rupturas en la educación? Joi Ito, director del Media Lab de MIT, sostiene que ya pasó la época de lo interdisciplinario, multidisciplinario y hasta transdisciplinario y nos adentramos en la era de lo “antidisciplinario"[1]. Es decir, en ese futuro, que para algunos ya es presente, están en desventaja los que todavía se aferran a las disciplinas individuales para tratar de entender el universo y, sobretodo, para abordar los problemas globales que necesitan urgente solución.

A primera vista pareciera que lo antidisciplinario no hace parte del ámbito académico, pero en 30 años del Media Lab de MIT se ha probado una y otra vez que las “locuras" de los pioneros -como la idea de levantar mapas digitales a partir de coordenadas recogidas manejando un carro por la ciudad, por poner solo un ejemplo- cada vez más rápido se vuelven no solo usuales sino esperadas. Me atrevo a predecir que a pesar de ser el modelo predominante hoy en día, en universidades de todo el mundo, a la vuelta de unos años veremos cada vez más barreras entre disciplinas caer, no para formar híbridos como bioquímica, sino para dar cabida a la exploración y la generación de nuevos conocimientos desde múltiples perspectivas que trascienden las áreas tradicionales. 

Joi describe el espacio que ofrece el Media Lab de la siguiente forma: si imaginamos una hoja grande de papel que represente la ciencia, las disciplinas serían pequeños puntos negros dispersos y lo antidisciplinario estaría representado por todo el espacio en blanco entre ellos. Cuando digo que no se trata de formar híbridos en un futuro antidisciplinario lo que quiero decir, en la metáfora de Joi, es que la idea no es juntar el punto de la biología con el de la química para crear la bioquímica sino navegar en el espacio que hay entre las dos, más bien diluyendo poco a poco los puntos negros y acercándose al gran papel todo en blanco de “la ciencia”. Este fenómeno se ha descrito con otros nombres: E.O. Wilson habla de consilience para describir la síntesis de conocimientos en diversos campos y describe dominios como la emoción artificial que precisan de la ruptura de barreras entre disciplinas como la biología, la psicología y las ciencias de la computación[2].

En este modelo cobran importancia la identificación de patrones, la visualización de datos y el análisis de sistemas. Otro concepto que encaja muy bien en este espacio antidisciplinario es el de redes. El mundo está interconectado ¡siempre lo ha estado! Sin embargo fenómenos como el Internet, las redes sociales y las grandes colecciones de datos o big data, han hecho aún más evidente la necesidad de entenderlo con estas conexiones que trascienden las disciplinas. El hecho de que haya redes neuronales cuyo estudio ha servido de base para crear redes computacionales y de que diversidad de redes, desde culturales y económicas hasta ecológicas y genéticas, puedan ser representadas matemáticamente demuestra la artificialidad de las barreras que separan esta variedad de disciplinas.  

La iniciativa internacional NetSciEd (por su sigla en inglés Network Science in Education) publicó recientemente “Iniciación a las redes: conceptos esenciales e ideas básicas” (disponible en español y otros idiomas) para compartir abiertamente “conocimientos básicos y accesibles a todo el mundo sobre cómo utilizar las redes como herramienta de descubrimiento y toma de decisiones, así como sobre sus beneficios potenciales y posibles riesgos”. La publicación surge de plantearse la pregunta ¿Qué debe saber sobre redes cada persona que vive en el siglo XXI cuando termina la educación secundaria?

Las implicaciones para quienes hoy son apenas bebés y podrían fácilmente enfrentarse a un ambiente donde prime lo antidisciplinario cuando les llegue el turno de educación superior, es que se empieza a volver un tanto absurdo pensar su primaria en términos de lenguaje, matemáticas, ciencia y arte como si fueran mundos aparte.

Una posible alternativa es fomentar su instinto natural de explorar el entorno desde la observación abierta y profundizar a partir de la curiosidad en vez de inculcar la idea de que hay que desintegrar lo que empieza como un todo para después luchar por volver a juntar los pedazos.

[1] joi.ito.com/weblog/2014/10/02/antidisciplinar.html

[2] Wilson, E. O. (1998). Consilience: The unity of knowledge. New York: Knopf.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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