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“El juego, un modo de aprender el mundo": María Elena Ronderos

Una invitación para el docente tome conciencia de los beneficios formativos del juego como vivencia y como concepto, en función de los procesos educativos.

Febrero 19, 2016

A los maestros nos interesa aproximamos al juego como actividad lúdica autónoma y con reglas en la que se disfruta la compañía y se experimentan y evidencian cualidades, competencias, conocimientos y valores del ser humano que son factibles de desarrollarse. Nos llama la atención el que pueda constituirse en una actividad relevante al servicio del enriquecimiento de la sensibili­dad estética, de la inteligencia creadora y de la vida cultural de los estudiantes y de las comunidades. En otras palabras nos interesa su perspectiva pedagógica.

Las siguientes reflexiones son una invitación a que tomemos una mayor conciencia de los beneficios formativos del Juego, como vivencia y como concepto, en función de los procesos educativos que desarrollamos con los estudiantes, de manera que nos sintamos motivados y mejor preparados para transformar significativamente nuestra vida y la de nuestros educandos y en general, la vida artística y la experiencia cultural de la comunidad educativa a la que pertenecemos.

El juego y su relevancia en nuestra educación

Estas reflexiones surgen del reconocimiento de que en la tradición educativa colombiana, el juego y la educación artística han sido tomados, cuando más, como herramientas auxiliares. Pocas veces se han incorporado como actividades valiosas en sí mismas, esto es, como formas de interactuar y de pensar que promueven la disposición ética, estética y creativa de los individuos, su independencia, su curiosidad, su expresión auténtica y demás cualidades propias de un ser humano vital, racional, inquieto por recrear y enriquecer su mundo. En el juego infantil, por ejemplo, es fácil observar cómo se crea un mundo autónomo en el que, de maneras expresivas y en torno a reglas acordadas tácita o explícitamente, los niños y niñas simbolizan la realidad exterior y emiten juicios de valor de las maneras más serias, felices y decididas. Igualmente sucede con su expresión artística. Pero es una lástima que escasamente se haya planteado en el país la problemática pedagógica que ofrecen el juego y la creación artística en el debate que gira en tomo al currículo de la Educación Básica, Media o Superior. De hecho, el desarrollo de la experiencia estética y lúdica difícilmente se encuentra asociado de modo contundente a la formación de docentes.

(...) La necesidad de volver a pensar en el juego como componente pedagógico en los términos arriba mencionados se evidencia aún más cuando somos conscientes de que la educación en este país está llamada a dar respuestas a las aspiraciones y acciones nacionales por la paz, y de que en función de este llamado se hace necesario promover la calidad de la experiencia cultural comunitaria, desarrollando el potencial creativo, la interacción vital y la inteligencia creadora de niños y niñas. Estas últimas son recomendaciones que se hacen tanto en el informe de la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, incluyendo el "Manual Para Ser Niño" que lo acompaña, como en el estudio realizado por el Ministerio de Educación Nacional para la Elaboración de Lineamientos Curriculares en Artes. No sobra recordar que el de­bate en torno a la constitución del Ministerio de la Cultura giró sobre la necesidad cultural de desarrollar la capacidad creadora de los colombianos, lo que implica alcanzar mayores grados de libertad individual a favor de una restauración vital de las relaciones interpersonales y del fortalecimiento del perfil intercul­tural de la nación.

Pensar el juego en el corazón de la educación supone que los educadores nos comprometamos con la investigación y gestión de procesos pedagógicos innovadores, que fecunden la vida cultural de nuestras comunidades educativas; supone que nos preparemos para poner en práctica proyectos pedagógicos orientados hacia el logro de una convivencia cada vez más vital y comprensiva de las diferencias, mediante los cuales disfrutemos y valoremos nuestras propias iniciativas y las de nuestros estudiantes; quiere decir que asumimos con entusiasmo el cuidado y enriquecimiento de nuestro patrimonio cultural, entendiendo que jugar es una forma funda­mental de convivencia armónica, la cual es en sí misma un valor patrimonial. (...)

Podemos afirmar que asumir el reto del juego en sus reales dimensiones pedagógicas, es equivalente a ejercer la docencia como un arte de magia, que transforma los ánimos, devela talentos, despierta el sentido comunitario y multiplica la alegría de vivir de los estudiantes. Para el filósofo y educador Platón el juego es lo más serio que existe, es sagrado; escribe "Solamente Dios es merecedor de la seriedad suprema, pero el hombre se ha hecho juguete de Dios, y ésta es su mejor parte. Por lo tanto el hombre y la mujer deberían vivir según esto, y jugar los juegos más nobles y tener una mentalidad distinta a la que tienen en el presente (...) La vida debe vivirse como un juego, jugando ciertos juegos, cantando y danzando, y entonces un hombre se puede apropiar de los dioses, y defenderse de sus enemigos y ganar en el concurso".

El juego como posibilidad pedagógica

Si pensamos que la educación es una forma de interacción entre individuos creativos en desarrollo, en la que se generan, se modifican, se cambian o se conservan valores y que la pedagogía es un instrumento mediador del proceso educativo, cuya misión más importante consiste en cuidar y cultivar la confianza mutua , (valor fundamental sin el cual es imposible desatar procesos creativos, llegar a acuerdos o consolidar verdaderas experiencias culturales), encontramos que el juego articulado a los procesos educativos, dadas sus características, puede cumplir la función educativa por excelencia de promover la disposici6n sensible y expresiva del ser humano y de ser semilla de experiencia cultural significativa.

El Juego es una forma cooperativa y confiada de interactuar acogiéndose a unas normas, es una forma que es significativa en sí misma y no en función de un fin exterior que la justifique. Es una actividad que los individuos disfrutan por el gusto de hacerla, de manera integrada al conjunto de sus operaciones intelectuales. A diferencia del trabajo, que es una acción subordinada a un fin fuera de sí mismo, en el juego la norma misma orienta la acción, la sostiene y la dinamiza. Para el filósofo Gilbert Boss, "En el juego no existen medios que sólo sean medios, ni fines que sean separados de los medios para acceder a ellos; los medios y los fines se funden siempre los unos en los otros y se intercambian perpetuamente (...). El juego consiste en una acción normada autónoma. (..,). Es una actividad que implica la producción de acontecimientos que dependen de sus reglas".

El juego así entendido se constituye en una experiencia cultural fascinante en la que el sujeto ejerce, confiado, su autonomía y su libertad de acción sobre principios que se acogen tácita o explícitamente, y en la que se abandona a la acción lúdica sirviéndose de sutilezas expresivas (esto, especialmente en los niños), así como de estrategias y de artefactos para representar sus visiones interiores e intenciones, conjugando su universo simbólico personal con el del grupo. El jugar se caracteriza por ser una experiencia vital de interacción respetuosa, permeada por el afecto, que promueve cualidades de la inteligencia creadora, plena de sentido ético, estético y cultural.

Dados los elementos que caracterizan el juego, y debido a las cualidades personales y culturales que en él se promueven, se plantea aquí la posibilidad de hacer del diálogo pedagógico una experiencia lúdica, un juego; del educador alguien que lo dirige e ilumina; y de la técnica que lo regula, una pieza de juego.

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Gustavo González Palencia
Gran Maestro Premio Compartir 2008
ogré incentivar en niños y jóvenes el gusto por la música y la ejecución de instrumentos musicales.