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La maestra que les devolvió la esperanza a los habitantes de calle del barrio Restrepo

Convencida de que la labor de los maestros va más allá del aula de clase, Bertha Martínez, de la Escuela Normal Superior Distrital María Montessori, inició una cruzada social y ambiental en Bogotá.

Julio 26, 2017

Era octubre del 2013 y caía un aguacero torrencial, de esos que se desprenden del cielo bogotano sin previo aviso. Por la ventana de su salón, que tiene vista al canal del Río Fucha, la profesora Bertha Martínez y sus estudiantes alcanzaban a ver a una mujer luchando para refugiarse de las ráfagas de lluvia contra las paredes del colegio.

Ese día, esa imagen les enseñó más que mil palabras. Despertó en ellos la necesidad y el compromiso de hacer lo que estuviera a su alcance para mejorar la vida de los habitantes de calle que se encontraban en los alrededores del colegio público de Bogotá Escuela Normal Superior María Montessori, de la que Bertha es docente de ciencias naturales desde hace 11 años.

Con el río como punto de encuentro, esta maestra inició un proyecto ambiental y social que articuló a diferentes entidades del Distrito para que al menos 15 personas, que habitaban en la ronda de este recurso hídrico, se acogieran a un proceso de rehabilitación con la Secretaría Distrital de Integración Social y se convirtieran en sus acompañantes en la cruzada por el reconocimiento y la recuperación del canal.

“Iniciamos nuestro trabajo alrededor del río, entendiéndolo como un ecosistema afectado por nuestras acciones y también por la presencia de los habitantes de calle. Reunimos a las instituciones, la comunidad y los estudiantes para tener un doble impacto: trabajar por el río, y también por quienes vivían allí”, explica la profe Bertha, que ya lleva 41 años al servicio de la educación pública de Bogotá.

La escuela que construye territorio

Todo empezó en la ronda del Río y, por esta razón, el proyecto se llama ‘Rio Fucha, te quiero más humano’. Allí, la profe Bertha conoció a José Miguel, quien desde los 8 años deambulaba por las calles de la ciudad.

“Para mí, la profe Bertha es una persona muy linda, que tiene corazón para los habitantes y exhabitantes de la calle. Sé que ella sufre cuando llueve al pensar que hay personas que están pasando el aguacero sin un techo”, dice José Miguel.

También se encontró con María Luisa, Carlos y otros tantos de sus compañeros, con los que empezó a tejer un vínculo entrañable por medio de una mesa de trabajo a la que asistían representantes de diferentes entidades y este grupo de ciudadanos, cuyo nombre simboliza exactamente lo que esta maestra les devolvió a los habitantes de calle del sector: la esperanza.

Carlos, un pequeño empresario que se convirtió en habitante de la calle a los 28 años tras enfrentar difíciles circunstancias en su vida, recuerda que “la profe empezó a darse a conocer entre nosotros, demostrando su interés por ayudarnos. Pero lo más importante, su parte humana, sus ganas de querernos. Eso es algo que no hace cualquiera”.

En la mesa La Esperanza, los estudiantes enseñaban lectura y escritura a los habitantes que iniciaban su proceso de resocialización. Poco a poco, ellos ingresaron a los hogares de paso y tomaron las decisiones más difíciles para dejar las calles y las drogas, y empezar a construir juntos el grupo Lumen, en el que trabajan con reciclaje para conseguir recursos y salir adelante.

Un año después, cuando ya estaban preparados, las puertas de la Escuela Normal Superior Distrital María Montessori se abrieron para recibirlos y acogerlos. Los exhabitantes de calle entraron al colegio, ya no para aprender, sino para enseñar a partir de sus propias vivencias en charlas de prevención.

Desde que pisó la entrada de esta institución educativa, ubicada en el barrio Restrepo, José Manuel se sintió feliz. “Yo nunca había tenido la oportunidad de estar en un colegio y menos pensé que un día iba a dictar una clase”, recuerda con emoción.

Una maestra que inspira grandes transformaciones

Con su carisma, compromiso y entusiasmo, la maestra Bertha Martínez transformó las vidas de este grupo de ciudadanos. Es una batalla que ha librado apoyándolos y no dejándolos desfallecer, con el acompañamiento de sus estudiantes y colegas, y, sobretodo, garantizando la articulación de diferentes entidades alrededor del colegio.

Todas estas transformaciones son la suma de su pequeña revolución, por la que a diario Bertha siente la satisfacción de la labor cumplida.  Está convencida de que “el trabajo de un docente va más allá del aula y del estudiante, pues debe ser también con la comunidad y el entorno que lo rodea”.

Una reflexión que predica y aplica, demostrando el poder de grandes maestros de los colegios oficiales que con sus acciones inspiran y aportan a construir una ciudad educadora: una Bogotá mejor para todos.

Lea la experiencia completa.

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Comunicador social y periodista.
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