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Seguiré tejiendo identidad

Marzo 17, 2011

Por mi nominación al Premio Compartir al Maestro, partí de Iles hacia Bogotá con grandes ilusiones y esperanzas, pero con los pies en la tierra y encomendándome a Dios para recibir con humildad los resultados. El primer encuentro con los otros 17 maestros nominados me inspiró tranquilidad porque me di cuenta de que cada uno reflejaba un don de gentes y representaba un sueño, un proyecto y un contexto; si estábamos ahí era por lo meritorio de las propuestas y todos éramos ya privilegiados y ganadores. Cada experiencia compartida era para mí un premio, en especial la visita a la Casa de Nariño donde nos recibió la Primera Dama de la Nación.

“Insistir, persistir y nunca desistir…

fue lo que le permitió triunfar”.

Llegó el gran día de la ceremonia de premiación. Aparentemente estaba tranquila, pero lo especial del escenario, estar cerca a tantas personalidades que solo veo en televisión, y en especial ver a mi familia, a mi nieto Santiago, al Alcalde y al Rector de la institución a la que pertenezco, me llenó de emoción. Cuando el señor Presidente de la República pronunció mi nombre y me hizo entrega del galardón, quedé estática y sin saber qué hacer ni decir. Hice memoria relámpago sobre mis padres, mi origen humilde, las horas y horas dedicadas al proyecto con mis niños mingueros, compañeros de lucha incansable con quienes caminamos el proceso investigativo a través de la minga de saberes… ¡Dios, dame valor!, dije en silencio y rápidamente organicé mis ideas para dirigir unas palabras a tan selecto auditorio y afronté el momento con altura y sin llorar, cosa de la cual aún no salgo del asombro, porque generalmente soy muy llorona.

Mi familia cuenta que durante la premiación sudaban. Rezaron y se cogieron de las manos.  Santiago mi nieto no me reconoció por lo de la toga y el maquillaje, y mi hermano Alirio se cogió la cabeza, se arrodilló y rezó en silencio. Cuando escucharon mi nombre como la Gran Maestra vino el abrazo, porque ellos en vez de reclamar mis ausencias, terminaron por involucrarse en el proyecto para poder compartir tiempo con la esposa-abuela-hermana y madre, que son los roles familiares que desempeño, y claro, como buenos nariñenses, gritaban ¡Viva Nariño! ¡Viva Iles!, y ¡Viva Pasto, carajo!
 
Ser la Gran Maestra 2010 es sin lugar a dudas un premio a la perseverancia, es un reto para continuar tejiendo identidad ileña, con hilos de memoria histórica y tratar de divulgar la experiencia por tener posibilidades de implementarse en otros contextos con la singularidad de sus realidades.

Ser la Gran Maestra me ha hecho vivir en pocos días experiencias positivas que jamás soñé. Pensé que si recibía el Premio regresaría a Pasto sin mayores contrastes a retomar la normalidad del trabajo, pero no fue así. Los dos días siguientes comencé una apretada agenda con los medios de comunicación. Siempre he tenido temor a los micrófonos, pero gracias al entusiasmo logré contestar las entrevistas como si toda la vida lo hubiera hecho. Agradecí a la Fundación Compartir, al programa Ondas, a la Academia Nariñense de Historia de mi pueblo natal y de Iles, pueblos desconocidos en el contexto nacional, que he logrado pintar con palabras, tanto geográfica como culturalmente, y eso ha sido motivo de orgullo para la comunidad nariñense.

Llegó el momento de regresar a mi tierra. Quince minutos después de iniciar el vuelvo, todos los pasajeros me estaban aplaudiendo tras las palabras de reconocimiento que la auxiliar de vuelo había hecho de mi triunfo; y yo recordaba que mi vida tomaba un nuevo rumbo.

Finalmente vi el hermoso paisaje de Pasto, estaba muy emocionada de reencontrarme con mi familia y amigos. Después me enteré que no estaban solamente ellos esperándome, también el Gobernador, la Secretaria de Educación y los medios de comunicación, pero desafortunadamente el vuelo no pudo aterrizar y llegué a Cali donde decidí continuar mi viaje por carretera, pues no podía dar vuelta atrás, los representantes de Compartir que me acompañaban, me informaron que debíamos estar al otro día en Iles a las diez de la mañana, e imaginaba que mis niños estarían esperándome y no podía defraudarlos. Así que continué mi camino y llegué a Pasto a las cuatro de la mañana, dormí un par de horas y salí hacia Iles.

Pensaba cómo sería mi llegada, cómo sería mi encuentro con los mingueros. Supe que los medios de comunicación regionales divulgaron la noticia y por ello recibí muchas llamadas de felicitación, e hice otras a mis amigos más cercanos para compartir el logro. Finalmente a las diez y media de la mañana llegué a Iles vestida con la toga y con el galardón de Gran Maestra. El acto de bienvenida y de felicitación de la comunidad Ileña sobrepasó mi imaginación: Todas las autoridades, maestros, estudiantes y comunidad estaban allí presentes, declararon día cívico, la banda musical La Pola encabezaba el desfile, la imagen de la Virgen del Rosario de Iles salió a recibirme, en los balcones ondeaban las banderas de Colombia, de Nariño y de Iles y al finalizar el recorrido me esperaban en la tarima, que solo arman para eventos especiales en la plaza.

El encuentro nuevamente con mi familia y con mi hermano mayor  a quién llamo, el Taita por ser el hermano-papá, quien nos educó y encaminó por los senderos de la responsabilidad y la ética en el trabajo. Fue muy especial. Sentí el abrazo paternal de aprobación, de recompensa, y es que también el premio es suyo porque no sembró en terreno árido y está cosechando los frutos, pues de cinco hermanos, cuatro somos maestros afanosos e inquietos, prueba de que las limitaciones económicas no son barreras para la superación cuando se tiene empeño y deseo de salir adelante, y eso se logra con el empuje de una familia unida. Lo mismo trato de hacer ahora con mi hogar, conformado por tres hijos que ya son profesionales.

En la plazoleta de El Edén inició el desfile y al ver tanta gente me dio tal alegría y emoción que no me podía bajar del taxi y me puse a llorar. Parece que lo que no lloré en Bogotá lo reservé para Iles. Eufemia, mi compañera maestra me pasó un vaso de agua y me dijo “con la misma fortaleza que tuvo para hacer lo que hizo por Iles, levántese y reciba el cariño de la gente”. Reaccioné y emprendí camino a saludar a la gente, la mayoría lloraba de alegría, gritaba consignas y repetía las frases que frecuentemente les digo a mis estudiantes. … Entre los mensajes resaltaba una paráfrasis de mi lema: “Insistir, persistir y nunca desistir… fue lo que le permitió triunfar”.

Los mensajes de los pasacalles, acrósticos y cartelones reflejaban la alegría por el premio y reconocían el trabajo y la lucha por avanzar en el proceso de aprendizaje. A mi paso se movían las banderitas de Colombia que habían hecho los estudiantes y yo preguntaba dónde estaban los mingueros, hasta que al fin me encontré con ellos, los abracé y lloré con ellos de alegría, y así, en su compañía, seguimos hasta la tarima donde hubo discursos, entrega de placas, flores, resoluciones en estilo de reconocimiento y felicitación, bailes de los niños y finalmente pude dirigirme a todos, agradecerles e invitarlos a trabajar unidos por la patria chica y a seguir tejiendo identidad.

Cuentan que el día jueves 21 de octubre cuando se supo la noticia en el colegio todos saltaban y estaban contentos y que en el pueblo se acabó el papel seda para elaborar las banderitas, que los niños se desprendían de los 100 o 200 pesitos para comprar el papel o los palitos para las banderas. Los maestros se unieron al calor de un logro y sentido de pertenencia a la institución, animando a los estudiantes. Un día fui a la Sede Dos a saludar y agradecer a los niños de primaria su participación en el acto de bienvenida, y sorpresa: apenas me vieron los de preescolar salieron corriendo, todos y gritaban la profe Alicia, la profe Alicia y querían abrazarme todos al tiempo y hasta corrían el peligro de caerse unos encima de otros por el afán de darme un abrazo y me entregaban unos mensajes de dibujos los pequeñitos y de escritos los grandecitos. Otros me pasaban una flor, otros un confite. Al fin los calmamos, se hizo la formación y me dirigí a todos con frases de gratitud y ánimo para que sigan adelante en sus estudios y en el logro de sus sueños.

¡Gracias Dios, gracias Iles, gracias Fundación Compartir al Maestro, por exaltar la labor de los maestros! Gracias por permitirme vivir esta linda experiencia, por valorarme como maestra y elevar mi autoestima, y gracias por su transparencia en el proceso de selección. Son un ejemplo de valores. Los quiero mucho.

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Henry Alberto Berrio Zapata
Gran Maestro Premio Compartir 2007
Empaqué en el equipaje de viaje de los estudiantes la herramienta más importante para cualquier destino: los argumentos.