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Luz Esperanza Morales Sarmiento,rectora del Liceo VAL

Septiembre 20, 2011
En la inclusión la escuela cambia para que todos los niños puedan aprender
 
Luz Esperanza Morales Sarmiento

“Para mí el problema en la educación ha sido que muchos maestros se dedican más al alumno que no tiene dificultad, que a quien la tiene. En un curso siempre sobresalen los mismos en la materia que les gusta, pero hay niños que se quedan en cada periodo. Estos son los que terminan perdiendo años y no los reciben luego en ningún colegio.”

Así habla Esperanza Morales Sarmiento, rectora del Liceo VAL, un colegio localizado en Barrios Unidos de Bogotá. Comenzó su carrera a los 16 años, edad temprana para la época y lo hizo con dos programas: ingeniería en la Universidad Nacional y Licenciatura en Matemáticas en la Universidad Pedagógica Nacional. En cuarto semestre, ante la carga tan pesada, eligió ser profesora de manera definitiva. Trabajó en Málaga, (Santander) y en Bogotá en varios colegios oficiales,  entre los que se cuenta el Distrital Camilo Torres.

¿Por qué escogió la matemática?
La matemática sirve para el análisis. La gente cree que son cuatro operaciones pero eso lo puede hacer la calculadora. La aptitud matemática es diferente al conocimiento matemático. Si un maestro entiende qué es una fracción, la puede enseñar mejor. Es algo intuitivo que tienen las personas pero los maestros tienen que ayudar a que los niños analicen y desarrollen esa potencialidad. Por eso elegí este énfasis, porque la matemática está en todo, igual que la comprensión lectora porque al que entiende cuando lee se le facilita todo en la vida.

¿Antes de fundar este liceo, usted era docente en el sector oficial, cómo fue esta experiencia?
Siempre vi la educación de una manera distinta a mis compañeros. No me limitaba a dictar la clase y cumplir con un pensum; sabía que si no mejoraba el nivel de todos los chicos, iba a ir con el grupo que le gustaba las matemáticas y no con todos. Por eso daba clases extras en las tardes o los sábados. La matemática tiene ese problema. Por ejemplo si tenía un curso de cálculo y los jóvenes no sabían desde el comienzo aritmética, todo el año, tanto ellos como yo, íbamos a estar mal. Las bases son importantísimas y por eso para mí el preescolar y la primaria son más trascendentales en la educación del niño que el bachillerato, pues ahí se fijan las bases que ellos usarán en el futuro. A pesar de esto muchos maestros me cuestionaban, no sé si por el ambiente del colegio oficial, pero decían que yo estaba perdiendo el tiempo, que nadie me iba a reconocer el esfuerzo.

¿En qué momento fue consciente de esa situación?
Esas inquietudes empezaron a rondarme desde que comencé. Me surgieron algunas preguntas que se repetían: ¿Realmente el sistema tradicional me va a permitir respetar las diferencias?, ¿Por qué tenía que sacar tiempo extra para nivelar a un niño?, ¿Por qué el niño no podía hacerlo con el grupo? Los niños se acostumbran a juzgar a los que no avanzan rápido y la respuesta de ellos es no volver a preguntar en el salón de clases. Se cohíben. Yo era de las maestras que no permitía ese tipo de comportamientos humillantes en mi salón. Desde que empecé a estudiar en la Universidad, dictaba clases particulares y comencé a ver la diferencia: niños motivados que van a su ritmo, niños que mejoran porque se les dedica más tiempo. También empecé a ver que algunos niños eran muy buenos en matemáticas. Por eso les llevaba más ejercicios y les encantaba. Seguían mejorando, muchos escogían estudiar ingeniería o matemática. Vi resultados y seguí sacando mi tiempo para hacerlo.

¿Según su relato, el problema de los maestros en colegios privados y públicos es la actitud?
Si, estoy convencida. Es la actitud de las personas la que no deja hacer las cosas. Porque todo se puede hacer y todos pueden aprender. Todos somos fuertes en algo y todos tenemos falencias. Uno no puede centrarse en la dificultad sino en la fortaleza que tiene esa persona. Si yo tengo una persona con déficit de atención alta no puedo exigirle concentración. Lo físico se ve, trabajar con lo que se ve es muy fácil, pero un déficit de atención no se descubre fácil. Estos son los niños que se van de un colegio a otro y cuyos padres probablemente no reconocen el problema por el que están pasando.

¿Cuándo pasa de estas preguntas acerca de los niños con dificultades a pensar que la inclusión educativa iba mucho más allá?
Cuando comencé no pensé específicamente en un grupo de niños sino en los que tienen dificultades en general. Quería encontrar un método que les sirviera a todos. Conocí el método Fontal, diseñado por el Doctor Ventura Fontal, un español que estaba en Medellín. Con la mentalidad de querer hacer algo distinto fui a Medellín. Yo sólo había pensado en preescolar y primaria, pero allá decidí lanzarme también con el bachillerato. Poco tiempo después de iniciar labores, algunos padres de familia solicitaron cupo para sus hijos, específicamente para una niña con Síndrome de Down y para un niño con el Síndrome X- frágil.

¿Cuál fue su reacción?
Desde el principio les aclaré que no tenía experiencia. Sin embargo, acepté y comenzamos a prepararnos sobre el tema con médicos y con la corporación síndrome de Down. Hablé con Clara Torres, decana de Educación Especial de la Universidad Pedagógica Nacional, quien organizó unos talleres con los maestros sobre diferentes tipos de discapacidad. Comenzamos a ir a las charlas de la Fundación Santa Fé, contacté a médicos de la Universidad Nacional y ellos nos dieron material para leer. Como una de nuestras fortalezas es la comprensión de lectura y la matemática, empezamos por ahí. Miramos el nivel de todos y comenzamos a enseñarles de acuerdo a su nivel.

¿Cómo construye su plan educativo?
Comencé en 1992 con 17 niños entre preescolar y primaria y 9 de bachillerato. Con los niños de primero hasta tercero de primaria, trabajé con la metodología de Escuela Nueva. En bachillerato, como tenía alumnos de varios grados, utilicé el método Fontal. Con ayuda de una maestra muy joven que conocí sacamos adelante el área de Biología y Química, que era su especialidad y todos trabajaban en el mismo salón. Había algo del sistema que no me gustaba y era que había poca socialización. Por ello al año siguiente introduje materias como literatura, inglés conversacional, teatro, danza, música, artes plásticas, que son materias para todos. Y otras de auto aprendizaje, que son las básicas, matemáticas, ciencias, sociales, español, inglés gramatical. En este momento ya tenemos dos niveles de inglés, uno básico y uno más avanzado. Ahora hay 400 estudiantes. El colegio no tiene cupos realmente, porque son salones con 20 estudiantes máximo por curso, para que el método no se pierda.

¿Cuál es el método?
Siempre me ha interesado la didáctica, el tema de cómo enseñar. Por ejemplo, trabajo con los profesores sobre la didáctica en la matemática porque es que si uno entiende las bases, todo fluye. Aquí en preescolar todos los niños ven danza, música, teatro, ajedrez. Los profesores que dictan estas clases son del área porque cada uno tiene su especialización. Generalmente lo que se ve en otros colegios es que el mismo profesor les dicta a los niños todas las clases, incluyendo la parte académica y artística. Nuestro método es el autoaprendizaje. Con esta metodología se genera independencia. Las tareas son para ellos  y no para los padres. Cada uno va según su ritmo. Ellos descubren que son tan buenos que pueden hacer dos cursos en un año, eso motiva a cualquiera.

¿Es un método de aprendizaje personalizado, de seguimiento niño a niño?
El método le ayuda al que tiene dificultades porque no tiene la presión de que en un año tiene que acabar su curso, esa es la promoción flexible. El niño puede durar 15 meses haciendo segundo, pero es su programa y nadie lo está angustiando. Aquí no hay mortalidad académica. Aquí ningún niño pierde el año. Lo que hacemos es respetar las diferencias. Es  un trabajo de respeto al niño, que a su vez mejora la convivencia.

Y cómo funciona, ¿Qué pasa en la escuela, cuál es la diferencia en el aula de clase?
Se adaptan el currículo, las metodologías, el plan de estudios, las evaluaciones. Tenemos que ir de lo general a lo más específico. Si un niño tiene problemas en matemáticas, le damos más horas de tutoría; si su problema es el déficit de atención, le hacemos una evaluación en dos días para que pueda presentarla con calma. En algunos casos se requiere flexibilizar horarios y espacios de trabajo. Por ejemplo, la mayoría de los niños con talento están en actividades extracurriculares, por eso les facilitamos entrar más tarde o salir más temprano. En otras ocasiones permitimos que los niños que sufren de falta de atención, utilicen audífonos grandes mientras están estudiando para que no pierdan el ritmo y no los desconcentre el ruido. La diferencia entre la integración y  la inclusión es esa. En la inclusión, la institución cambia para que el estudiante aprenda, en la integración el niño se tiene que adaptar al colegio.

¿Cómo son las evaluaciones?
Los niños pasan con nota mínima de 9. Lo importante no es la nota sino enseñarles que ellos son muy buenos y que son capaces de aprender. Si ellos pierden un examen, el analista, quien es diferente a los profesores de aula en bachillerato, les da los resultados con un análisis de cómo estuvo el trabajo y le señala los errores que tuvieron para volver a presentar su examen. No se puede hacer la misma evaluación a todos los estudiantes sabiendo que unos tienen dificultades distintas a los otros.

Hoy en día tiene 62 niños incluidos ¿Cúantas promociones ha sacado el Liceo?
Comencé con un niño de síndrome X frágil, quien se graduó de bachiller, terminó historia en la Universidad Javeriana y hoy es profesor en Funza en un colegio salesiano. Esa era su fortaleza, las humanidades. En estos 20 años, más o menos 200 niños se han graduado. Lo hacen a medida que terminan.  Aquí no hay ceremonias. A veces se gradúan 10 y se esperan una semana o un mes más para hacerlo juntos.

¿Y la participación de las familias?
Hay que exigirles que participen porque si profesionales de la salud, familia y educadores no trabajamos de la mano, la inclusión no se puede hacer. Sobre todo en niños con necesidades especiales, la salud es fundamental. Las terapias son importantes para el desarrollo de los niños. Nosotros tenemos un aula multisensorial, allí podemos hacer trabajo físico, pero los especialistas son trascendentales. Tenemos aulas de apoyo y de tecnologías de la información y la comunicación. Desarrollamos un software para que los padres puedan trabajar memoria, atención y concentración, pero para que puedan trabajar desde la casa, hay que usar la tecnología para mejorar.

¿Cuál es el rol del rector en las escuelas incluyentes?
Primero tiene que ser una persona abierta al cambio. Tiene que arriesgarse a aprender, a indagar sobre todas las dificultades que un niño pueda tener. Yo sigo haciendo talleres para los niños, sigo enseñando, hago materiales, tanto así que hay niños que en matemáticas no han logrado superarse y el tutor me los manda a mí a ver de qué otra manera podemos lograr que el niño comprenda y haga las cosas de la mejor manera. El ambiente incluyente debe estar en toda la institución. Desde las señoras de servicios generales, que también van a las capacitaciones, hasta las personas de administración deben saber cómo hay que manejar los niños con discapacidad.  Incluso trabajamos con los conductores de las busetas para que se capaciten sobre cómo manejar a los niños, cuáles son sus comportamientos para que sepan cómo actuar. Si la cabeza de la institución no está metida de lleno en el trabajo, no podríamos hacerlo.

¿En qué radica el éxito del proceso y cuáles son los recursos que el maestro debe utilizar?
Toda la comunidad educativa debe estar organizada en función del estudiante, teniendo en cuenta las diferencias individuales y entendiendo que se trata de una población heterogénea. El factor central de la estructura es el académico-pedagógico, con apoyo de los restantes organismos estructurales. Los docentes, tanto directores de curso como de cátedra, son básicamente guías del proceso de cada estudiante. Parte fundamental de la metodología para un proceso de inclusión es la organización del apoyo pedagógico individual en las diferentes áreas de formación, de acuerdo con las necesidades individuales. Los recursos más importantes son la creatividad y el compromiso del docente.

¿Cómo rectora cuál es la frase que orienta su liderazgo?
Todos somos diferentes, pero la igualdad debe ser en derechos y en oportunidades. Si no salgo y pienso como el otro, no puedo ni ayudarlo ni respetar su diferencia. Como dice Octavio Paz: “para que pueda Ser, he de ser otro, salir de mí, buscarme en los otros…” El problema de nosotros los maestros es creer que tenemos la última palabra y no es así. Todos los días tengo algo que aprender. Todos los días los niños nos enseñan cómo hacer para que ellos aprendan.

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Jaqueline Cruz Huertas
Gran Maestra Premio Compartir 2000
Es necesario entablar una amistad verdadera entre los números y los alumnos, presentando las matemáticas como parte importante de sus vidas.