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Ethologos, arquitectos de sociedad

La calidad de un modelo ético depende directa y proporcionalmente de las convicciones y coherencia de los maestros que lo transmiten.

Enero 19, 2019

Hablar de ética y educación como dos cosas separadas y distintas, es quizá uno de los síntomas del declive de las humanidades en el mundo contemporáneo. En la época clásica, como es evidente en la cita de Platón, con la que se da encabezado a este breve escrito, los dos términos convivían en una simmbiosis armónica que presuponía la interdependencia de ambos en una y única unidad, huelga la redundancia. Se podría afirmar, sin temor a errar, que el maestro en el mundo clásico era un “ethologo”, si se me permite o mejor, un especialista de la ética, encargado de hacer que sus discípulos entraran a hacer parte de un paradigma y se desenvolvieran fluida y libremente en éste.

La pretensión de este somero desarrollo de pensamiento es abrir las puertas a la reflexión sobre el papel de la ética en los procesos de formación de educadores ¿es realmente necesario que un educador tenga formación ética? ¿Se podría prescindir sencillamente de ella? Suponemos que las respuestas a estas cuestiones son variadas e incluso contradictorias. De la misma forma, suponemos que posiblemente una vasta mayoría de quienes puedan acercarse a estas letras respondería afirmativamente al primer cuestionamiento y por ende omitiría el segundo. Si las suposiciones anteriores dejaran de serlo y pasaran a ser afirmaciones, surgiría entonces una pregunta todavía más acuciante que las anteriores ¿por qué parece que los resultados de los procesos educativos, es decir, las personas, muestran una clara tendencia al alejamiento de los planteamientos éticos y morales?

En el título y el primer párrafo del presente texto figura una palabra que quizá al lector resulte incómoda y probablemente estridente: “ethologo(s)”. Por descontado, valga la aclaración de que no hacemos referencia al término etología, el cual se refiere al estudio del carácter de los animales; sino que pretendemos unir las palabras griegas ethos (comportamiento) y logos (razón de ser), para construir un vocablo sustantivo con el que denominar a aquel que sabe entender y explicar las razones del comportamiento humano. En el caso concreto del hilo argumental que seguimos, con el término éthologo, hacemos referencia directa a quien se dedica a hacer y orientar procesos de socialización, que en nuestro modelo social no es otro que el docente.

Una vez aclarado el porqué del término “ethologo”, intentemos responder los interrogantes planteados más arriba y relacionar dichas respuestas con el título que a bien hemos tenido otorgar a estos apuntes, no sin antes decir que nuestra intención, más que dar respuestas definitivas, es abrir la puerta a un infinito de interrogantes respecto del papel de la ética en la formación académica de un docente.

Allegro (2015) en su artículo Ética y Educación afirma que en el aprendizaje de la ética se da una relación simbiótica, psíquicamente hablando, donde maestro y alumno entran en una comunicación profunda de intercambio y construcción; en dicha relación el maestro se asume como modelo y enseña con el ejemplo, es decir, si el maestro no es ético, por ende y consiguiente su interlocutor tampoco lo será o aprenderá a serlo; a pesar de la teoría y los conceptos que baraje.

Según lo anterior se podría afirmar, sin más, que la ética es indispensable y necesaria en la formación y consolidación de quien tenga a su cargo labores educativas; sin embargo, en el siglo XVIII el filósofo francés Jean-Jacques Rousseau, en su obra Emilio o de la educación afirma lo siguiente: “El hombre civilizado nace, vive y muere en la esclavitud. Cuando nace se le cose en una envoltura; cuando muere se le mete en un ataúd y en tanto que él conserva la figura humana vive encadenado por nuestras instituciones” lo que es diametralmente opuesto a que la ética sea necesaria, dado que se podría interpretar que ésta es un factor constrictor del sano desarrollo social y actúa en detrimento de las libertades del hombre, entendiendo que funge, como tumba o cadena.

Aparentemente, en el ámbito de lo ideal, nuestra sociedad sueña y anhela un modelo educativo que corresponda con el enfoque de Allegro, pero la cruda realidad es que un altísimo índice de quienes se benefician de la educación, tal y como está concebida en la actualidad, sienten estar en una escuela y en una sociedad del tipo que arguye Rousseau. ¿En qué estamos fallando como sociedad y como escuela?

Según mi humilde modo de ver las cosas, la solución se encuentra en los verbos que usa Allegro: intercambiar y construir. Más adelante en su artículo dirá “En ética se impone la necesidad de continuar mejorando y enriqueciendo el producto ético ya adquirido. El “criterio de mejoramiento” junto con el concepto de “ser una buena persona” son los pilares que debe transmitir toda educación en ética [...] Que el maestro sea una buena persona es seguramente la condición docente más importante”. Allegro (2015) p. 71 y esto tiene que ver directamente con la figura usada como título: arquitecto.

Freire (2007) en la obra La educación como práctica de la libertad dice que “[...] el hombre es un ser de relaciones y no sólo de contactos, no sólo está en el mundo, sino con el mundo. De su apertura a la realidad, de donde surge el ser de relaciones que es, resulta esto que llamamos estar con el mundo”, de lo cual podemos inferir, teniendo en cuenta la anterior cita de Allegro, que el ser humano es un ser en constante construcción dentro de su propia realidad. La construcción siempre estará ligada a la figura del constructor, aunque en el caso del ser humano las dos condiciones se den simultáneamente en el mismo ser, no podemos dejar de reconocer que antes de empezar una labor de autoconstrucción y autodeterminación, tiene que haber un modelo de cómo construir y cómo determinar; dicho modelo toma forma en la persona del maestro, bien sea este un padre, una madre o quien asume la función de mostrar a la persona como entrar a ser un miembro de pleno derecho en el cuerpo social.

La figura del arquitecto hace referencia a aquel que tiene que establecer una relación profunda con el medio ambiente y sus circunstancias en función de la construcción que pretende llevar a cabo, todo afecta a todo, incluso la misma construcción acaba interpelando y transformando a su constructor. Es esto a lo que quiero referirme cuando me atrevo a afirmar que un “ethologo” es un actor fundamental en el proceso de construcción y consolidación de un proyecto de sociedad.

La filosofía de la Universidad La Gran Colombia, en palabras de su fundador el Dr. Julio César García Valencia ratifica todo lo anteriormente expuesto, con lo que él mismo tuvo a bien llamar “Pedagogía de la paternidad”, idea que el mismo Allegro justificará diciendo que “La relación genitor-hijo constituye la matriz que configurará los cimientos de la ética del individuo. Lo mismo puede decirse de la relación maestro-discípulo”. Allegro (2015) dicho de otra forma la calidad de un modelo ético depende directa y proporcionalmente de las convicciones y coherencia de los maestros que lo transmiten y en este punto parece irrefutable el hecho de que la formación ética es perentoria a la hora de pensar en la formación de maestros.

Referencias

  • Allegro, L. (2015). Ética y educación. Inmanencia. Revista del Hospital Interzonal General de Agudos (HIGA) Eva Perón, 4(2).
  • Freire, P, (1993), Cartas a quien pretende enseñar. Obtenido de: www.lectulandia.com/book/cartas-a-quien-pretende-ensenar
  • Freire, P, (2007), La educación como práctica de la libertad. México DF, México: Siglo XXI
  • Rousseau, J. (1762), Emilio o de la educación. Obtenido de: www.lectulandia.com
*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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