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Re-creando modos de intimidar en los espacios virtuales

Las nuevas tecnologías están cada vez más presentes en la vida de los chicos; ello facilita que el acoso se pueda perpetrar desde cualquier lugar y momento. ¿Cómo trabajarlo?

Enero 24, 2019

Un nuevo fenómeno de socialización emerge en nuestros días, y es necesario comenzar a indagarlo. Las implicancias del impacto de las nuevas tecnologías comunicacionales, a través del surgimiento de un espacio de interacciones al que denominamos ciberespacio, en el que vemos emerger múltiples ‘comunidades virtuales’, nos lleva a reconocer la importancia de iniciar una reflexión dirigida a aquellos aspectos que consideramos nodales en y para el desarrollo de los adolescentes” (Balardini, 2000, p. 101).

La expansión de las telecomunicaciones, la conquista de los espacios virtuales y la aparición del ciberbullying, llevan a nuevos procesos de constitución de subjetividades y de relaciones sociales, en donde se legitiman prácticas y discursos bajo la lógica de ganar reconocimiento y poder sobre los otros. Son evidentes las relaciones de amenaza e intimidación que se empiezan a crear y recrear entre los adolescentes, que van más allá del encuentro, la exploración y la construcción de identidad, para generar y favorecer procesos de sometimiento y victimización. El desbalance de poder que se da en estas relaciones, trasciende los espacios geográficos –instituciones educativas– para apropiarse de los espacios virtuales –internet–, convirtiéndose en una forma pública y tolerada de empequeñecer a otros, de ridiculizarlos, de no dejarlos ser. 

Las múltiples, significativas y constantes interacciones de los adolescentes en los espacios virtuales, les permiten ir descubriendo maneras de lograr poder y control hacia otros, que se reflejan en expresiones agresivas e intimidantes, premeditadas e intencionadas, difícilmente controladas, pero fácilmente difundidas con el dominio y uso de las tecnologías de información y comunicación y de lo que ahora es casi inevitable, el auge de las redes sociales, los chats y las comunidades virtuales. En palabras de Flores Fernández (2008), las nuevas tecnologías están cada vez más presentes en la vida de los chicos; ello facilita que el acoso se pueda perpetrar desde cualquier lugar y momento, sin necesidad de que el agresor y la víctima coincidan en el espacio y en el tiempo. 

Poco a poco las relaciones de intimidación entre adolescentes empiezan a camuflarse en la virtualidad como prácticas que hacen parte de su vida cotidiana: envío de mensajes por correo electrónico, por celular o en el chat; participación en blogs, fotologs, foros o encuestas; creación de versus o grupos en redes sociales; como tales, prácticas que develan relaciones de control y poder sobre los otros, en la medida en que los mensajes enviados son amenazantes, en que se participa sólo con el propósito de burlarse, de insultar a los demás o de atentar contra la autoestima de alguien dañando su imagen.

Respecto a estos modos de intimidar, Willard (2006) señala que, según la intencionalidad que tenga el agresor, se pueden clasificar en: hostigamiento, si se trata del envío y difusión de mensajes ofensivos o vulgares; persecución, si son envíos de mensajes amenazantes; denigración, si se difunden en la red rumores sobre la víctima; violación de la intimidad, si se difunden sus secretos, sus datos personales o fotos; exclusión social, si se elimina deliberadamente de los cibergrupos o comunidades virtuales; y suplantación de identidad, cuando, haciéndose pasar por la víctima, se envían mensajes maliciosos a otras personas. 

Es así como, la pericia tecnológica y la imaginación de los adolescentes se confabulan para hacer de los espacios virtuales, escenarios privilegiados para destruir simbólicamente a quienes no son de su agrado, o no comparten sus mismos gustos, ideales o intereses. 

Alternativas de acoso en red

Los adolescentes idean nuevas formas de interactuar, conocer y relacionarse, sirviéndose de las posibilidades y herramientas que traen consigo los avances tecnológicos, más aún, cuando no tienen la necesidad impuesta de adaptarse a la red porque, como lo plantean Hernández y Solano (2007), ellos han crecido con ésta como algo cercano y cotidiano, como un ingrediente más en sus vidas. 

El acoso en red adquiere nuevos matices, los adolescentes exploran rápidamente lo que la tecnología y la virtualidad les ofrece, ya que el estar “conectados” representa para ellos estar en la jugada.

“El repertorio de estas nuevas formas se conforma, fundamentalmente, a través de dos medios a los que los jóvenes tienen acceso de forma masiva hoy: el teléfono móvil (a través de mensajes cortos, mensajes multimedia, vídeos, fotos, a través de llamadas) y la red de internet (a través de correos electrónicos, a través del Chat, mensajería inmediata como el Messenger, a través de redes sociales como Facebook, a través de páginas web)” (Avilés, 2009, p. 79).

En las instituciones educativas ya es común escuchar a los adolescentes hablar sobre sus publicaciones en Facebook, sobre las fotos que etiquetaron, los versus que montaron o los grupos que crearon; así como también es normal escuchar las razones por las cuales se debe pertenecer o no a ciertas comunidades virtuales, o los motivos para disputarse en red la popularidad o el reconocimiento de sus pares.

Todos estos actos que son usuales entre los adolescentes, empiezan a configurarse en acciones intencionadas que buscan ridiculizar y victimizar a unos cuantos; se alternan opciones de acoso en red que al ser públicas, terminan aumentando los sentimientos de humillación y vulnerabilidad en las victimas. Los mensajes amenazantes por e-mail o celular quedan en un segundo plano, porque ya suele ser más atractivo para los agresores generar foros en páginas reconocidas, montar versus o simplemente crear grupos, entre más contactos y personas puedan acceder a estos espacios, mayor será la vergüenza ocasionada.

Participen en el foro…

Los foros han sido considerados como herramientas útiles para la construcción de conocimiento conjunto, para la retroalimentación de contenidos y para la generación de reflexiones en torno a un tema. Pero, ¿qué sucede cuando algunos foros se crean con la intención de avergonzar a alguien, de ofenderlo, de calificar sus comportamientos, de menospreciar en público sus acciones, o de manchar su imagen? 

Existen en la actualidad sitios web que facilitan la publicación de dichos foros y a los que los adolescentes pueden acceder sin ningún problema; por lo general son muy frecuentados, lo que hace que la víctima termine enterándose de los comentarios y las repuestas que se generan en su nombre. Foros como el que se presenta a continuación terminan generando no solo efectos psicológicos en la víctima, sino un maltrato social generalizado, reflejo del aislamiento, rechazo y discriminación.

Qué opinan de Aixa de 7:2

Care verga hp hp… izque detrás de Saul de 10:2… jaja y él no le para bolas.

Uy está que ome, es mejor decírselo por esta página porke sabe ke, keda bien carteliada, y envidia para nada, de ke, de una travesti komo lo es ud.

Sos imitadora de Ana María, además tenes una pinta de macho, ud no se llama Aixa sino Laixa.

Y tranquilita Saul le habla es por pesar de esto nunca va a hacer nada suyo, porke el si tiene buenos gustos, gurre sabe ke, para exo hicieron esta página, pa karteliar gonorras komo ud, perra y gurre ke combinación más kaja, cuerpo extraño, por ke no se kita ese disfraz de travesti ke se manda, mija todavía no estamos en halloween (Foro publicado en web, 2010).

Preguntas como: qué opinan de…, qué piensan de…, quién es la más…, son algunos de los títulos de esta clase de foros creados por los agresores, que cuentan con respuestas de quienes comparten clase con la víctima, de quienes la conocen e, incluso, de quienes no la conocen, pero desean participar por simple placer o por seguirle la corriente a alguna de las respuestas generadas. 

Voten por el versus…

Las fotos son imágenes que se capturan para recordar instantes o momentos, pero algunas se han convertido en imágenes motivo de burlas entre adolescentes. Ciertos sitios web fueron creados para que las personas puedan editar sus fotos o realizar montajes; de igual modo, ciertas redes sociales tienen como funcionalidad facilitar a sus usuarios subir fotos, a las cuales todo el mundo puede acceder para generar comentarios. 

Aunque para los adolescentes puede ser un simple y divertido modo de conectarse con otros a través de fotos online, para otros se convierte en un modo de ser objeto de insultos y ofensas. “Lo que al principio nace como una mera fotografía alojada en un dispositivo móvil, pasa a ser difundido de forma masiva y mundial, logrando que el efecto dañino buscado por el acosador conlleve un mayor impacto” (Inteco, 2009, p. 7).

Comparaciones entre dos, tres o cuatro fotos, se constituyen en lo que ahora se llaman versus, montajes de fotografías de adolescentes donde la idea es seleccionar cuál es mejor o reúne las características por las cuales fueron publicadas; a lo que se le suman los sistemas de votación y los contadores de visitas que se pueden incluir, para medir qué versus es el más popular o para elegir entre las fotos que compiten, cuál es la más fea o la que más aguanta, contribuyendo con esto a estigmatizar a quienes están en las imágenes.

Para estar en un versus no se necesita estar enterado, cualquier foto en la que aparezca el chico o la chica puede ser utilizada para el montaje y posterior subida a la web, donde los demás compañeros se encargaran del resto, es decir, de realizar los comentarios y apreciaciones sobre la una o la otra. En los grupos de aula es frecuente encontrar entre dos y cuatro versus que montan los estudiantes para comparar entre la linda y la fea, entre el inteligente y el bruto, entre la seria y la risueña, comparaciones que terminan lastimando a quienes son los protagonistas y que se sienten impotentes frente a esto, porque no pueden hacer nada para eliminar de la red lo que otros han creado; y si bien, los servidores dan la opción de denunciar las fotos con las que no se está de acuerdo, éstas permanecen expuestas por un tiempo que, aunque mínimo, es el suficiente para generar daños en las victimas. 

En el salón hay seis versus, algunos los montamos nosotras las del grupo, pero otros los montaron unas niñas de séptimo, incluso algunas ni siquiera están enteradas, porque no se mantienen conectadas (Testimonio, estudiante de sexto, 2011).

Yo no estoy de acuerdo con los versus, lo comparan a uno muy feo con otras, y para qué, ellos los montan y comentan, en cambio uno se siente súper mal” (Testimonio, estudiante de séptimo, 2011).

En efecto, montar versus, etiquetar fotos y asociar comentarios indeseables a las mismas, se constituyen en una forma tolerada virtualmente de exponer a otros a un sin número de comentarios, expresiones y apreciaciones no solo de los más cercanos, sino de personas totalmente desconocidas.

Creando grupos en la red…

Cinco minutos o menos, se demora una persona creando un grupo en una red social; los motivos o las razones pueden ser diversas: quienes comparten determinados gustos, quienes tienen intereses similares, pero también quienes desean opinar sobre alguien o algo. Es, precisamente, esta última finalidad de la que se valen algunos adolescentes para crear grupos cuyos integrantes desean menospreciar a alguien o generar ciertas clasificaciones según sus formas de pensar.

Aparecen, entonces, grupos conformados con nombres, por ejemplo de: quiénes odian a Camila de octavo, empiezan a tener seguidores en las redes sociales, estudiantes que se sienten bien perteneciendo a estos grupos y que incluso comentan a diario sus publicaciones. Igualmente se crean grupos en donde se clasifica a las personas por determinados atributos, “los top” “los más”, grupos que promueven cierta popularidad acosta de la imagen de otros y que,  en últimas, terminan denigrando a quienes participan.

La invitación a estos grupos es pública e ilimitada, como el número de contactos que pueden tener los adolescentes en las redes sociales. “Ahora cualquier cosa que se haga en la red es pública y la posibilidad que tiene de extenderse es casi ilimitada, como ilimitada es la red de contactos que cada adolescente puede tener en su ordenador” (Luengo Latorre, 2011, p. 9)

En el salón se creó el grupo de las top 10 más perras lobis, y tiene muchos seguidores, algunos han publicado cosas, otros sólo aceptaron la invitación como para estar enterados de los comentarios” (Testimonio, estudiante octavo, 2011).

En ocasiones, los adolescentes se sienten populares al participar en estos grupos, porque en realidad no miden las consecuencias de los comentarios que terceros pueden generar; lo que puede empezar como algo que rescata cualidades, “las más lindas”, termina en tergiversaciones de dichas cualidades, “las más perras”: 

Empezamos bien (como las más bonitas), pero terminamos siendo las malas, las promiscuas o ‘lo que sea’ y nos trataban súper mal, con insultos horribles” (Testimonio, estudiantes, 2009). 

Adolescentes libres de control

La apropiación que los adolescentes tienen del internet y de cada uno de sus sitios y herramientas, así como la sensación del anonimato que les otorga la virtualidad, representa para ellos libertad y no control por parte de los adultos, lo que lleva a que muchos lo vean como una forma fácil de intimidar a otros y que además no significa ningún riesgo o consecuencia, cuando se puede ocultar la identidad o recurrir a nombres falsos. 

“Niños, adolescentes y jóvenes son la generación del ocio digital. Se incorporan a sus claves y herramientas con facilidad y presteza, resueltamente, sin miedos ni reticencias. Y los adultos, en general, presencian semejante despliegue un tanto sorprendidos –tal vez al principio– pero, sobre todo, un tanto indefensos ante las dificultades para conocer y controlar los posibles usos inadecuados de unas herramientas de interacción, de actividad lúdica y comunicación que, en no pocas ocasiones, sienten que los sobrepasan” (Luengo Latorre, 2011, p. 29).

Es evidente que la virtualidad es ajena para la mayoría de los adultos, algunos incursionan en estos espacios por necesidad, otros ni siquiera se atreven a hacerlo porque no se sienten preparados para este “mundo”; de ahí que, para los adolescentes, la red represente algo similar a la libertad, ya que no la vislumbran controlada por sus padres, que si mucho los pueden privar de usarla en sus casas, pero no los pueden privar de usarla en otros escenarios formales o informales, como en el colegio, los cafés internet o donde sus amigos.

 A esto se le suma que, 

“El ciberespacio les ofrece a los adolescentes toda clase de oportunidades para satisfacer sus necesidades expresivas, que vemos traducirse en la invención de nuevos términos, que dan forma a un vocabulario emergente asentado en un universo simbólico referenciado en el mundo virtual (…) íconos e imágenes que constituyen un nuevo idioma de signos y refuerzan códigos de grupo inaccesibles para los adultos” (Balardini, 2000, p. 107).

Se asiste hoy a un fenómeno en donde los adolescentes creativos y creadores inventan modos sutiles de adquirir reconocimiento y poder, prácticas que ligadas a la explosión de herramientas tecnológicas y virtuales promueven violencias simbólicas que empequeñecen con crueldad a los otros. 

Desde cualquier lugar y en cualquier momento, al alcance de un clic, se pueden estar recreando expresiones de acoso en red, relaciones de intimidación entre adolescentes que son legitimadas por quienes participan en estos foros, por quienes comentan los versus, por quienes aceptan las invitaciones para pertenecer a ciertos grupos; relaciones que son toleradas y silenciadas por las redes sociales, por las comunidades virtuales, por las cibertribus.

“En este contexto se inscriben los jóvenes que usan hoy las nuevas tecnologías y es a partir de esas prácticas, de esas vivencias que las resignifican, como las incorporan en sus dinámicas cotidianas, que les imprimen la urgencia de los tiempos, lo simultáneo de las acciones, lo (des)ordenado de las búsquedas. Son esos los nudos que debemos desatar para entender la conformación de los nuevos modos de tejer las redes sociales, de los nuevos modos de ser y estar en el mundo, en los mundos de lo online y lo offline” (Racioppe y otros, 2008, p. 19).

Bibliografía

  • Avilés Martínez, J. M. (2009). Ciberbullying. Diferencias entre el alumnado de secundaria. Boletín de Psicología, 96, pp. 79-96.
  • Balardini, S. A. (2000). Jóvenes e identidad en el ciberespacio. Nómadas, 13, pp. 100-110.
  • Flores Fernández, J. (2008). Ciberbullying. Guía rápida para la prevención del acoso por medio de las nuevas tecnologías. Defensoría del pueblo. Ararteko. 
  • Hernández, M. A. & Solano, I. M. (2007). Ciberbullying, un problema de acoso escolar. RIED: Revista Iberoamericana de Educación a Distancia, 10, (1), pp. 17-36.
  • Inteco. (2009). Guía legal sobre ciberbullying y grooming. Observatorio de la seguridad de la información. Área jurídica de la seguridad y las Tic.
  • Luengo Latorre, J. A. (2011). Ciberbullying. Guía de recursos para centros educativos en caso de ciberacoso. España: Defensor del menor.
  • Racioppe, B. V., Rotouno, C., Poiré, M. J. y Porta, P. I. (2008). Jóvenes y Tics. Modos de socialización y construcción de identidad. 10° Congreso Redcom: Universidad Católica de Salta.
  • Willard, N. E. (2006). Cyberbullying and Cyberthreats: Responding to the Challenge of Online Social Cruelty, Threats and Distress. Eugene, Oregon: Center for Safe and Responsible Internet Use.

Lea el contenido original en la página web de la Editorial Magisterio.

 

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*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Carlos Enrique Sánchez Santamaria
Gran Maestro Premio Compartir 2011
Con el apoyo de las tecnologías logré que los estudiantes convirtieran el pasado de exclusión que vivió éste municipio lazareto en un pretexto para investigar, conocer la historia y conectarnos con el mundo.