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La formación de docentes para la construcción de ambientes de aprendizaje en competencias ciudadanas

La crucial importancia del ambiente escolar para potenciar el aprendizaje de los educandos y alcanzar los fines de la educación. 

Junio 28, 2018

En el ámbito institucional de la escuela y en el aula de clase es en donde se lleva a cabo la interacción social que se realiza como acto educativo. Cómo sea el ambiente en que transcurren dichas interacciones y la tipología de estas, es fundamental para alcanzar los objetivos educativos, tal como lo señalan múltiples investigaciones –Llece-Unesco (2008); Barber, M. y Mourshed, M. (2008); Hederich, Calvo y Lanziano, (2008), entre otras– las cuales han evidenciado que el clima escolar tiene una incidencia entre el 20% y el 50% cuando se explican los resultados de los estudiantes.

Empíricamente, puede observarse que en las instituciones educativas que presentan bajos desempeños, el deterioro del clima escolar es un común denominador.

Por clima escolar puede entenderse, según el estudio del Llece-Unesco (2008), el conjunto de los aspectos del contexto educativo relacionados con los estudiantes, docentes y directivos docentes, que permiten al educando sentirse a gusto en su escuela y en el aula de clase.

Se caracteriza por: 1) el liderazgo democrático de los directivos; 2) la corresponsabilidad de todos los agentes educativos institucionales en la transversalidad de la generación de dicho clima; 3) la comunicación efectiva y dialógica dentro de la institución, asentada en la expansión de la capacidad de escucha de los directivos y docentes; 4) las relaciones respetuosas, acogedoras, participativas y cálidas dentro del aula; 5) las relaciones respetuosas entre los miembros de la institución en los espacios escolares fuera del aula; y 6) las relaciones participativas de la institución con el entorno escolar.

El clima escolar de calidad tiene múltiples impactos en todos los agentes involucrados en el acto educativo: en los educandos se incrementa la motivación por aprender y la autoconfianza, se obtiene una mejor actitud del estudiante en el aula y en el entorno escolar, se mejoran los logros escolares, se potencia el aprendizaje efectivo de valores y de cultura democrática, se disminuyen los conflictos entre pares (incluyendo el matoneo), y se baja sustancialmente la deserción.

En los docentes, por su parte, les facilita pasar de asumirse como enseñantes a ser diseñadores de ambientes de aprendizaje, a incrementar su sentido de la vida como docentes y de pertenencia a la institución escolar, a recuperar, incrementar y consolidar su autoridad ante los educandos, a tener una mejor motivación laboral, a disminuir síndromes de estrés laboral, a un aprendizaje de cultura democrática y a obtener mayores desarrollos profesionales.

En la institución educativa también se generan múltiples impactos, especialmente en la ampliación de su capacidad formativa y de su influencia en la transformación de la cultura, en la disminución de conflictos internos, en generar una mayor equidad en la distribución de aprendizajes de los estudiantes, en el incremento de su reputación y en que la institución sea asumida como un modelo de referencia para la organización social dentro del entorno comunitario.

Por otra parte, sociológicamente, la educación cumple dos funciones indelegables, que tanto el artículo 67 de la Constitución Política de Colombia como la Ley general de educación en su artículo 5 especifican con mucha claridad: la educación debe formar al estudiante de manera integral para que pueda desempeñarse como sujeto activo en el mundo del trabajo, y también, para que sea capaz de convivir como ciudadano y aportar a la construcción de una sociedad democrática.

En este sentido, la educación debe cumplir un papel clave en la transformación cultural, que haga posible un convivir social en paz y en armonía, sobre la base de la generación de un modo de vida democrático centrado en la confianza social. Este es uno de los desafíos más grandes que tiene la educación en Colombia.

El aprendizaje de la confianza social y de las relaciones democráticas requiere, además de los diseños curriculares, de espacios al interior de la escuela que permitan vivir a los educandos en el aquí y el ahora aquellos valores, prácticas e interacciones sociales en las que se les pretende formar.

De allí la necesidad de generar climas escolares y culturas institucionales democráticas, puesto que la confianza, la democracia y las competencias ciudadanas se aprenden, fundamentalmente, en el convivir respetuoso, incluyente y participativo. Y esta configuración le corresponde transversalmente a la totalidad de docentes y directivos docentes de la institución.

 

Lea el contenido completo en la página web de la Editorial Magisterio.

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María Del Rosario Cubides Reyes
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