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Los micos en la historia de la educación en Colombia

Un mico pasó inadvertido entre el ruido y la felicidad que trae diciembre.

Enero 26, 2018

Se trata del mico que le colgaron a la ley 1874 del 27 de diciembre de 2017, “por la cual se modifica parcialmente la Ley general de Educación, ley 115 de 1994, y se dictan otras disposiciones”. Desde el momento en que se conoció esta ley varios medios titularon con entusiasmo: “regresaron las clases de historia de Colombia a los colegios”, “La clase de historia de Colombia es obligatoria”. Sin embargo, al igual que nos sucede cuando estamos frente al Puente de Boyacá y lo comparamos con los relatos escolares de la independencia, el resultado es desalentador.

Basta con mirar la diferencia entre el objetivo del proyecto de ley aprobado en el último debate en el congreso y el que se pasó para sanción presidencial. Entre los dos textos hay un orangután de diferencia. El proyecto de ley decía: “La presente ley tiene por objeto la enseñanza obligatoria de la historia como una asignatura independiente en la educación básica y media”.

En cambio, la ley 1874 firmada en días recientes por el presidente Santos y varios de sus ministros determina que: “tiene por objeto restablecer la enseñanza de la Historia de Colombia como una disciplina integrada en los lineamientos curriculares de las ciencias sociales en la educación básica y media”.

La diferencia no es menor, en el proyecto de ley se lee claramente “asignatura independiente”, mientras que en la ley quedó establecido todo lo contrario; el lenguaje puede ser confuso y oculta la cola y las garras del “mico”. La primera parte es la que puede engañar: “restablecer la enseñanza de la Historia de Colombia”. Sin embargo, en las siguientes palabras no deja espacio para la duda: “como una disciplina integrada a los lineamientos curriculares de las ciencias sociales”.

Es en esta última parte es la central, pues los lineamientos curriculares establecen que las Ciencias Sociales son una asignatura multidisciplinar integrada por: historia, geografía, constitución política y democracia, ciencias económicas, políticas y filosofía. Por tanto, la historia de Colombia se sumará a este listado.

En pocas palabras, la esperada clase de historia solo será una actualización en los contenidos que ya se venían enseñando en las aulas del país. La ley plantea que se debe abordar una comprensión más amplia del conflicto armado y la búsqueda de la paz a través de la memoria histórica.

Pero esto no tiene nada de novedoso, apenas si es un mínimo necesario ante el momento histórico que vive el país. Con seguridad, algunos colegios comprometidos con la enseñanza de la historia y otros, desprevenidos con el ruido de la noticia, comenzarán a implementar la clase en sus instituciones.

También será una oportunidad para que las editoriales de textos escolares publiquen nuevos libros para la enseñanza de una clase que no es obligatoria. Sin embargo, el ruido será pasajero y todo seguirá como siempre.

Ahora bien, sorprende que la Ministra de Educación, después de la alta aprobación pública que tuvo la asignatura de historia, no se pronuncie o no esté al tanto de lo qué pasó con el proyecto en el congreso.

Quizá esté esperando el momento justo para regresar el proyecto a su origen y sentido inicial, a menos que haya sido en el propio Ministerio en donde nació el mico más grande de la historia de Colombia.

*Las opiniones expresadas en esta columna son responsabilidad estricta del autor.
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Irma María Arévalo González
Gran Maestro Premio Compartir 2002
Ofrezco a cada uno de los alumnos un lápiz mágico y los invito a escribir su propia historia enmarcada en los cuentos y leyendas de su cultura indígena.